Capítulo 14. Luz y oscuridad

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Draco se fue directo a su habitación y, ignorando las miradas que le lanzaron sus amigos cuando atravesó la sala común, se metió en su cama y silenció las cortinas.

Había estado a punto de llorar delante de Potter. Otra vez. ¿Y por qué? Solo porque el Gryffindor había actuado una vez más como el héroe que era, y Draco había recordado que Potter y él no estaban al mismo nivel; que nunca se darían la mano de igual a igual, porque él siempre sería el villano cobarde que no merecía ser rescatado.

Se remangó el brazo izquierdo, exponiendo la Marca Tenebrosa. La tenía llena de cicatrices. Algunas eran líneas marrones y con algo de relieve, pero otras todavía tenían encima esa costra roja que tanto le molestaba cuando la manga de la camisa rozaba contra su piel.

Apuntó a su brazo con su varita, concentrándose en reducir el dolor que tenía dentro del pecho. Hizo un movimiento muy leve, ya que el hechizo podía hacer heridas muy serias si se empleaba con demasiada fuerza, y susurró:

-Diffindo.

Un nuevo corte se abrió en su piel, atravesando de lado a lado la serpiente de su tatuaje. Draco siseó de dolor, soltando la varita y apretando su muñeca con su mano derecha, cerca de donde la sangre estaba empezando a brotar. Todo el dolor se concentró en su brazo y sintió que su pecho se volvía más ligero.

Tras unos segundos, el dolor remitió un poco y sintió que volvía a fluir hacia el centro de su cuerpo. Sintiendo que había lágrimas bajando por sus mejillas, Draco se llevó la muñeca a la boca y lamió su propia sangre antes de que manchase la cama o su ropa. Acto seguido, se mordió a sí mismo encima del corte. Se le escapó un gemido de dolor.

Acunó su brazo entre su pecho y sus rodillas y se tumbó en la cama, cerrando los ojos y dejando que lágrimas fluyeran hasta la almohada.

Y entonces sintió un calor extraño contra su muslo. Sobresaltado, se llevó la mano derecha al bolsillo de su pantalón, donde había guardado el galeón falso mientras estaba oculto bajo la capa de Potter. Lo sacó y se lo acercó a la cara. Veía todo borroso, pero, secándose los ojos, consiguió leer las palabras que habían aparecido en el borde de la moneda, en una letra minúscula.

"Buenas noches."

Draco quiso contestar. Tenía tantas ganas de escribirle a Harry un mensaje que empezó a dolerle el pecho otra vez. Pero no lo hizo.

A la mañana siguiente, se despertó con la camisa llena de manchas de sangre y el pelo mojado de tanto sudar. Se tambaleó hasta la ducha y se lavó el pelo, y después se vistió con ropa limpia y adecentó su camisa como pudo con su varita. No se sintió mejor estando limpio, pero sabía que mantener una apariencia impoluta era la mejor forma de que nadie notase el estado en el que se encontraba realmente.

Volvió a su cama y recogió la moneda de entre las sábanas para volver a leer el mensaje de Potter, pero ya no estaba ahí. En su lugar, el galeón rezaba "lunes8.30cocinas". Draco cerró los ojos un momento y lo apretó en su mano, una oleada de emociones atravesando su pecho. Decidió contestar; al fin y al cabo, era él quien había insistido en modificar las monedas en primer lugar.

Tratando de no darle importancia al hecho de que se estaba comunicando a distancia con Harry Potter, escribió: "nos vemos."

***

El lunes, Draco salió de clase de Defensa echando humo por las orejas. Pansy había conseguido que una nube plateada saliera de su varita, y él no había logrado nada. Ni el más mínimo indicio de un Patronus. NADA. Eso le convertía en el último de la clase.

Harry Potter y las Cicatrices InvisiblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora