Capítulo 44. Desnudo

3.7K 448 39
                                    

Draco se despertó en medio de la noche cuando Harry cambió la postura de sus piernas. Medio dormido, se arrimó más al chico, disfrutando de la forma en la que el cuerpo desnudo de Harry estaba encajado contra su espalda. Se tomó su tiempo apreciando el cosquilleo que la respiración de Harry provocaba al rozar su nuca, moviendo ligeramente su pelo, y apretó los dedos de sus pies contra las piernas de Harry para calentarlos.

Harry debía de estar también despierto, porque, en cuanto Draco movió sus pies, el brazo que estaba abrazando su cintura y presionado contra su pecho desnudo empezó a moverse, acariciando la piel de su cuerpo a un ritmo lento, relajado. Bajó hacia su estómago y rozó su costado, y de su cadera pasó a la parte externa de su muslo, donde Harry se dedicó a jugar con el pelo de sus piernas durante unos segundos antes de volver a subir. La intimidad de las caricias le hizo sentir a la vez vulnerable y protegido.


Harry no intentó convertirlas en algo sexual, a pesar de que el cuerpo de Draco estaba dando una vaga respuesta en aquella dirección. Se trataba, más bien, de un roce cariñoso, un reflejo del nivel de confianza que habían alcanzado la noche anterior.

Draco, adormilado, se giró en la cama para estar cara a cara con Harry, que no dejó de acariciar su piel. Se acercaron más el uno al otro, como si la idea de no estar en contacto en cada zona posible fuera dolorosa o incomprensible, y Draco sintió la necesidad de besar a Harry. Pero se contuvo, porque su boca estaba seca. Debía de haberse dormido con ella abierta. Tragó saliva un par de veces y la sensación mejoró un poco.

Su dedo índice empezó a dibujar patrones en la cadera de Harry, subiendo por su vientre hasta su pecho, ligeramente más musculoso que el de Draco y con una suave capa de vello cubriendo la parte superior. Harry suspiró.

Draco se sentía tan satisfecho, tan cómodo y tan dormido que sus labios se movieron sin que pudiese pensar en lo que estaba haciendo.

-Te quiero.

Su voz sonó ronca, y al principio ni siquiera fue consciente de haber hablado. Creyó que, tal y como había hecho otras veces, había simplemente pensado esas palabras, incapaz de hacerlas salir. Al fin y al cabo, los Malfoy no decían esas cosas; no se exponían de esa forma, no se hacían a sí mismos vulnerables.

La mano que estaba bajando por su espalda se detuvo, y entonces Draco salió de su estupor. Sus ojos se abrieron de golpe, sus pulmones dejaron de respirar y se quedó muy quieto. Quería negar lo que acababa de decir, pero su boca no parecía dispuesta a emitir ningún otro sonido.

Lo único que podía hacer era esperar a que Harry contestase.

Pero Harry no contestó. De hecho, tampoco se movió. Pasaron los segundos y Draco volvió a respirar, aunque de forma entrecortada.

Al cabo de lo que le pareció una eternidad, las preguntas empezaron a retumbar por su mente una detrás de otra.

¿Y si Harry se había asustado al oír aquello? ¿Y si él no quería a Draco y estaba pensando en formas de huir de aquella situación? ¿Y si estaba intentando hacerse el dormido? La habitación estaba completamente a oscuras, así que Draco no podía ver sus ojos. No sabía si Harry los había llegado a abrir.

Había otra posibilidad, que era la menos aterradora: que Harry no se hubiera despertado en todo ese tiempo, que hubiera estado acariciando a Draco mientras dormía, y que, por tanto, no hubiera oído aquellas estúpidas palabras. Unos momentos antes, había estado seguro de que Harry estaba despierto, pero ahora estaba dudando.

Harry Potter y las Cicatrices InvisiblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora