VI. Soy tuya.

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Laura

Seis años atrás...

— Estúpida zorra... — murmura una chica cuando paso junto a mis amigas y yo sonrío de lado.

— Cassidy, que tú seas una mojigata no es mi problema. — digo sin siquiera mirarla antes de irme, provocando la risa de todos.

— Entonces es cierto...

— ¿Que me he acostado con su novio? Claro.

Savannah rueda los ojos riendo. — Nos vemos luego, chicas... Oye, Laura. Tu chico viene.

Volteo de inmediato para ver a Ross acercarse junto a su grupo de amigos, completamente serio.

— En veinte minutos en el gimnasio. — manda para después irse.

— ¿Qué pasa en veinte minutos en el gimnasio? — me pregunta Emma confundida.

— Oh, no quieres saber... — susurro y me dirijo a mi clase de matemáticas.

Puedo sentir las miradas sobre mi, de odio y deseo, pero sinceramente no le presto mucha atención. Así soy yo. Me hicieron así.




— ¿Por qué? — pregunta Ross cuando llego.

— No se de que hablas... — miento mientras me siento a su lado.

— Has arruinado completamente mi cita, la has amenazado. Tú me dijiste que fue solo un beso, tú te alejaste de mi... Éramos amigos y me dejaste de lado completamente.

— No hables... Por favor... No me lo recuerdes... — murmuro cerrando los ojos con fuerza.

— Esta no eres tú. Sé que en alguna parte está la Laura que yo conozco, la que me enamoró... No entiendo qué pasó en ese verano para que te convirtieras en una perra egocéntrica pero tienes que detenerte.

— No sé como...

— ¿Qué ha pasado, cariño? — pregunta acariciando mi mejilla mientras me acerca a él. — Somos solo tú y yo aquí...

Sonrío levemente y miro esos ojos que tanto me encantan. Ross Lynch es caliente, había que admitirlo. Lo deseo... Como nunca desee a alguien.

Antes de siquiera saber lo que estoy haciendo, tengo los labios de Ross sobre los mios y mis piernas al rededor de su cintura mientras le correspondo el beso con deseo. Ross me presiona más a él y siento ganas de llorar al saber lo que nunca voy a poder tener.

— Tú no puedes amarme... — murmuro cerca de sus labios con la voz quebrada y mis ojos llenos de lágrimas.

— Laura...

Pero no lo dejo terminar. Huyo completamente de allí.

Ese fue su último intento.

Las perras hemos tenido sentimientos. Tenemos un pasado. Un por qué somos así. Emma no es la mala de la historia, aunque pareciera que si solo porque se fijó en el mismo chico que yo.

Emma tenía buenas intenciones con Ross, yo no.

Emma lo hace feliz, yo no.

¿Saben qué es lo malo de esta historia? Los buenos siempre triunfan de alguna manera... Y sabía que ella se quedaría con el hombre tarde o temprano.



Actualidad...

— No hace falta que me cargues... Ambos sabemos que en realidad no estoy borracha. — digo sonriendo.

— Lo sé, pero me gusta tenerte en brazos.

— ¿Sabes a qué me recuerda?

— Lo sé completamente... Y prefiero no pensar en ello. — murmura.

— Siento haberte herido. En serio.

— No, no lo haces... Si lo hicieras, dejarías de buscarme sabiendo lo que he sentido por ti.

Lo miro confundida y él me deja en el suelo para después abrir la puerta de su auto, evitando completamente mi mirada.

— Ross... No he podido olvidarte.

— Esa es una mierda que no necesito justamente ahora. Estoy por casarme con tu mejor amiga, Laura... ¿Por qué eres tan egoísta?

— ¡Tendrías que haber peleado por mi, no abandonarme a la primera que te susurré llorando que no podías amarme! — exclamo.

— ¿Peleado por ti? He estado detrás de ti toda la maldita adolescencia, siguiendo tus juegos e intentando entenderte... Pero cuando creí que lo había hecho, tú lo cagas todo.

— ¡Lo siento!

— Ya no me interesa.

— Si, si lo hace... ¿Amas a Emma?

— Si.

Me acerco a él y rodeo su cuello con mis brazos mientras acaricio sus labios con los mios.

— ¿Estás seguro de que la amas...? — susurro mirándolo directamente a los ojos y presionándome contra su cuerpo.

— Joder... — murmura antes de meterme adentro del auto en el asiento trasero y recostarse sobre mi después de haber cerrado la puerta.

Rodeo su cintura con mis piernas y lo apego a mi cuerpo. — Dímelo... Dime que es a ella a quien quieres...

— No puedo...

— Entonces hazme tuya... Soy completamente tuya, Ross.

Él me regala una sonrisa de lado antes de besarme con lujuria y deseo. No era un beso tierno, era caliente y agresivo... ¿Sinceramente? Me encantaba. Le correspondo el beso con la misma intensidad mientras le quito el saco y desabrocho su camisa.

— Repítelo... — pide jadeante.

— Soy tuya, Ross... — susurro en su oído.

Y eso es todo lo que necesita para tomarme por completo.

Si, parece que estoy enamorada de él pero... ¿Esa patética frase de "Soy tuya"? Se la digo a todos los hombres. Ellos adoran saber que una mujer caliente es suya.

En ese momento, yo no sabía que lo estaba diciendo realmente en serio, no sabía que mi corazón le pertenecía a Ross. No sabía que estaba enamorada de él.

Y ahora me arrepiento.

The Wedding Donde viven las historias. Descúbrelo ahora