Corazón Quebrado

24 3 0
                                    

El té en las tazas de alabastro era tan espeso que podría compararse con una crema. El rosado suave del líquido aceitoso era bebido con suma lentitud, para disfrutar el sabor agridulce. Por la ventana de la torre más alta se llegaba a ver la ciudad mística, aquella en la que Milo había crecido, la que había sido quemada por el Colegiado debido a imparables disturbios anti bélicos y la que, en la actualidad, solo brillaba por su pasado glorioso.

- Es una lástima que un ejemplar tan hermoso como tú termine alimentando gusanos. -La mujer de cabello amarillo volteó para encontrarse con una visión deprimente: un muchacho joven atado al suelo por grilletes de silicio templado, amarrados por eslabones finos y brillantes pero fuertes. Era incómodo estar siempre en una posición, sobre todo en una en la que no se puede estirar bien la columna ni las piernas. Milo lo sabía bien ahora.

No quería verla, no quería darle el gusto. Los últimos días solo había pensado en Mina y en la buena decisión de salvarla. "Teo ya lo debe haber averiguado", pensó Milo, "ya debe haberla encontrado". Esto fue ayer, cuando los golpes lo tumbaron de lado para extraer su sangre empezar los estudios de laboratorio.

Las ampollas en las muñecas le ardían como nunca. La blancura de su piel había perdido la salubridad con la que Mina lo había conocido, ahora era más bien una palidez clínica casi translúcida. Ojeras, moretones y pinchazos se lucían en un cuerpo que había adelgazado lo suficiente para salir volando con una fuerte ráfaga. 

Casi cuatro kilos de menos, Milo ya no tenía fuerzas. Poco podía sostenerse en esos ladrillos.

- Es muy rara la energía que se produce entre ustedes dos, como si estuvieran destinados a estar juntos. -Con esa última palabra, la mujer apretó la taza, rabiosa-. Destino, qué gran mentira. Ella debe estar muy enfadada contigo ahora que la abandonaste. -Milo no quería demostrarle el odio que sentía. Las lágrimas eran más caprichosas que la voluntad de ocultarlas, por lo que cayeron al suelo y dibujaron círculos perfectos en el gélido ladrillo negro. 

- No llores, niño. -La mujer dejó el té sobre el alféizar de la ventana y se arrodilló ante él-. ¿Acaso no te he tratado bien? -Lo miraba con lujuria, Milo lo detestaba-. Eres tan hermoso, recuerdo cuando alguien tan maravilloso como tú se robó mi corazón hace décadas, solo para romperlo en mil pedazos. Como quisiera que perdieras la cabeza por mí como la perdiste por ella. -La señora acarició el rostro de Milo hasta que sus llenas rozaron su clavícula-. Me pareces tan exótico, eres muy importante para todos. Siento algo que me llama algo de ti..., algo raro e indescifrable..., como si ya te conociera de otros años... ¿no lo sientes también?, ¿no sientes esa atracción entre nosotros?

- Tocarme sin permiso no es tratarme bien. 

- Creí que necesitarías un poco de cariño. -La mujer pasó un dedo nuevamente por su cuello, espalda, pecho y abdomen-. Eres tan hermoso. Únete al Colegiado y no te matarán. Es una manera para alargar tu vida, cree en mí.

- ¿Tiene un poco de veneno en ese té? Quisiera trescientos litros, por favor.

- Desagradecido, ¡¿no ves que trato de salvarte?! ¡¿No ves que quiero que vivas?! 

- Usted quiere que sea su siervo y no estoy seguro cuál sería la tarea que pretende darme, pero jamás le serviré, a ninguno de ustedes. Sigan haciendo conmigo lo que deseen. Mina está a salvo, es lo único que importa.

- Tu traición al Colegiado te costará la vida. Si te arrepientes, podremos llegar a un arreglo. Mina estará a salvo y tú me pertenecerás.

- ¡PREFIERO MORIR A SER SU ESCLAVO! -Milo comenzó a sacudirse de la ira que le provocaba esa mujer ambiciosa. Esta tuvo que alejarse velozmente, dado que casi la muerde-. ¡LOS ODIO! ¡DESPRECIABLES! ¡ERES HORRIBLE, UNA MUJER ASQUEROSA Y FEA, HORRENDA CRIATURA GOBERNADA POR LO QUE TRATAN DE DESTRUIR!

- ¡Eres un desgraciado! ¡Te arrepentirás de esto! -Al ver que no se calmaba, decidió tomar una especie de ballesta de vidrio cargada con dardos llenos de líquido verde fosforescente y le apuntó sin más. Milo esperaba que fueran tranquilizantes.

- Traté de salvar tu vida comprándola, traté de que fueras mío para que vivieras, y me lo agradeces con relinches y escoces violentos igual que un sucio animal. -La mujer no lo dudó-. Todo por esa natural infantil. -Apuntó y disparó. El dardo le dio justo debajo del acromion. El líquido caliente que llevaba dentro parecía quemar las paredes de sus vasos. Las venas se desdibujaban e hinchaban bajo la piel. 

- ¡AAAHHHH!

- No puedo perderte. -Una lágrima se le cayó por la mejilla. Milo la miró con odio, duda y dolor-. Eres el hada más deseada de todas, realmente no sabes cómo te verían en el pueblo si se enterasen. Vales más de lo que crees.

- ¡Es-está... lo-loca! Ni-ni siquiera m-me conoce. -La mujer se acercó y lo tomó de la pera para alzar su rostro. Los ojos estaban verdes y sus pupilas, negras como la misma noche. Lo soltó de nuevo y le dio otro golpe con la mano abierta. Salió lloriqueando de la circular habitación infernal y el silencio se apoderó del ambiente.

- ¡AAHHH! ¡NOOOO! ¡AALTOO! -El dolor era insuperable. Los nervios estaban resentidos, los músculos se habían tensado hasta casi infartarse. Sentía el calor que ascendía por sus arterias como llamas en un incendio. De repente, miles de agujas le estrujaban el corazón. Era todo su imaginación: el liquido tenía propiedades nefastas. Milo había oído muchas veces respecto de esas torturas, pero nunca pensó que realmente se ponían en práctica. Luego sintió un frío que helaba su cuerpo y todo a su alrededor fue cubierto por tinieblas.

Cayó de lado, contra el hombro más sano, y se golpeó la cabeza. Las convulsiones no tardaron en aparecer; la sangre pintó sus cuencas hasta chorrear y manchar el suelo; y el desmayo dominó en cuestión de segundos



(CONTINUARÁ)

Yo No Creo En Las HadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora