¿Y tú?

36 4 0
                                    

- Parece que estará bien.

- Eso espero, ¡me congelé el trasero por él! -Teo estaba furioso. Había tenido que rescatar dos veces al príncipe, por lo que suponía sufrir de congelamiento agudo por dos. Mina lo miraba al tiempo que recordaba la conversación en la cabaña.

- Entonces, una vez que Milo sea el rey...

- Gobernará Dandelion hasta que el próximo inmemorial reclame el trono. -Contestó Teo mientras jugaba con el celular robado. Hizo un gesto de enojo y tiró la cabeza hacia atrás cuando uno de los enemigos mató a su avatar virtual.

- Claro, entiendo. -Mina quería preguntar algo, pero no estaba segura qué. No sabía si era sobre ella, sobre el destino de Milo o sobre El Lazo.

Milo comenzó a moverse y abrió los ojos.

- ¿Dónde estamos?

- ¡Milo! -Ambos se acercaron veloces para asistirlo, sin darse cuenta de que el fuego en el que se cocinaría la cena quedaba descuidado. Habían decidido pasar la noche en el cenote. Milo estaba débil aún y podía regresar la fiebre. Se apostaron a su lado y lo vieron con extrañeza.

- Amigo, ¿cómo estás? ¿Te sientes bien?

- Sí, eso creo. -Se irguió y notó que no llevaba su remera. Se cubrió el abdomen y el pecho con las manos, parecía avergonzado-. Realmente puede sonar extraño y eso, y sumado a que no estoy al tanto de lo que sea que haya ocurrido para estar en este sitio, el cual tampoco tengo idea de qué es o cómo llegamos aquí, pero... ¿Por qué estoy medio desnudo y mojado? -En su rostro se extendía una amplia gama de gestos cargados de preocupación.

Teo y Mina recordaban que la última vez que Milo estuvo consciente fue estando en la torre y, a juzgar por lo que había sucedido, su mente borró una gran caranava de sucesos. Era comprensible que pensara que su físico había sido adulterado.

- La camisa tuve que quitártela porque estaba muy sucia. La otra que te puse... También te la tuve que quitar porque... emm... Te metimos en el lago para que la fiebre bajara.

- ¿Fiebre?

- Tuviste una gran infección de camino al cenote, tuvimos que dejarte aquí.

- No puedo creerlo... ¡¿Estoy medio vestido y no pasó nada?! Qué desperdicio de desnudez. -Como era de esperase, Milo trató de aliviar su nerviosismo con chistes sencillos, pero esta vez no engañó a nadie. Él notó que todos allí parecían ocultar algo importante. Y así era.

- Milo... -Mina sabía que el problema no se había resuelto. No solo habían revelado uno de los mayores encubrimientos en la historia del mundo místico sino que, además, no habían detenido al Colegiado, lo que implicaba continuar siendo prófugos de las leyes místicas y ahora que el gobierno conocía la verdadera identidad de Milo, era probable que duplicara las patrullas para buscarlos.

- Tengo hambre.

- Rod y Bren fueron a cazar. Mirlión robará medicamentos de los laboratorios y Abock está buscando frutas. -Milo asintió y se rascó la espalda por atrás del omóplato. Tanto Mina como Teo se miraron.

- ¿Por qué siento que no está todo bien? Me arde aquí, ¿se me infectó la coyuntura del ala? -Milo trató de sentir algo, pero no pareció hacerlo.

- Debemos decirte algo. -Milo solía hacer bromas con respecto a todo: muerte, robo, caídas, mentiras, pero el tono de voz y la expresión en el rostro de su amigo le sugerían que no era algo con lo que se pudiera bromear.

- No eres quien crees. -Silencio, incomodidad, nerviosismo, calor. Milo rió y calló casi al mismo tiempo-. Quiero que recuerdes que jamás te he mentido, sabes que no me gustan las bromas ni los secretos importantes ni los rodeos con la verdad.

- Sí, claro.

- Entonces, a pesar de lo que te vaya a decir ahora, seguirás siendo mi mejor amigo, ¿verdad?

- Teo, no somos niños. Sabes perfectamente que eres más que un amigo y eso no se puede deshacer, pero si es urgente lo que debes decirme y, además de que creo que Mina ya lo sabe, porque si no le habrías pedido que nos dejara solos, creo que debes ya mismo decirlo, estamos perdiendo un tiempo valioso. -Milo se le acercó y lo miró a los ojos-. Dímelo. -Teo enserieció, su rostro vestía una excesiva e inexplicable rudeza a la que el príncipe reaccionó con lágrimas nacientes en sus párpados inferiores. No las dejó caer por orgullo, porque no quería que adivinaran que tenía miedo, miedo de aquello que Teo se negaba a decir, algo que, claramente, cambiaría su vida para siempre.

- Eres el heredero al trono de Dandelion. Eres el inmemorial perdido. -Milo ni se mosqueó.

- ¿El heredero?

- Durante El Lazo ella te vio. Vio la marca astral y luego la comprobamos todos. Está ahí.

- Es absurdo, ¿porqué no lo vio antes?

- Ella puso su mano en tu corazón, tal vez eso reveló el secreto y no antes... no lo sé, no lo sé. -Milo se alejó, se puso de pie de un salto y se tomó la cabeza-. Lo siento tanto. Te protegeremos con nuestra vida, haremos lo que esté a nuestro alcance para que puedas seguir tu camino, pero no podemos perderte en una batalla.

- Milo... -Mina se puso de pie también-. Teo me contó la historia de los inmemoriales. Entiendo lo que debe ocurrir ahora y sé que todo será difícil. -El semblante de Milo tenía una mirada que iba de un lado a otro totalmente enloquecida, buscando la calma que nada se la daría-. Tienes amigos que te guiarán. Estarán contigo siempre.

- ¿Y tú? -Milo la miró decidido y firme-, ¿tú también estarás conmigo siempre?

- Ella nos ayudará en la lucha, Milo. La energía que tienen ambos es un arma perfecta, se entrenará contigo hasta que pueda manejarla a la perfección.

- No es a lo que me refería...

- Yo así lo decidí, Milo, quiero ayudar. -Milo recordó la conversar con el viejo: Mina era peligrosa y debía irse. No quería revelar lo que el viejo le había dicho. No podía decir que se transformaría en algo antinatural porque no sabía tampoco si el viejo había dicho la verdad, pero tampoco estaba dispuesto a comprobarlo. No sabía qué hacer y supuso que, tal vez, con entrenamiento, Mina lograste mantenerse natural.

- Ella nos ayudará en la guerra, con El Lazo podrá hacer grandes cosas.

- Quisiera que... -Milo no terminó de hablar. Teo imaginó lo que quería Milo, sabía que esperaba vivir para gobernar, sabía también que esperaba que Mina lo acompañara.

Tanto ella como él estaban enlazados de todas las maneras que podían estarlo dos almas. Verlos le daba esperanza, fuerza, seguridad sobre un futuro incierto, nebuloso y oculto.

La pregunta siguió rebotando en la mente de Milo: ¿Qué pasará con Mina?



(CONTINUARÁ)

Yo No Creo En Las HadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora