La Confesión

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- ¡No quiero!

- Milo, por favor...

- ¡NO! -Pedía por ayuda, pero no se entendía porqué lo hacía ni a quién llamaba. Todos lo miraban con angustia. La fiebre que había desarrollado en las últimas horas debido a las heridas infectadas que no habían llegado a sanar comenzaba a dar lucha mucho más fuerte que al inicio, cuando parecía que todo era pasajero.

La cabaña nueva en la que habían trasladado a Milo para evitar que los encuentren no estaba realmente equipado, ni siquiera tenía un botiquín.

- Lo siento, este lugar estuvo cerrado mucho tiempo. -Se había disculpado Bren en cuanto ingresaron-. Era de mi tía y quedó abandonado después de que murió. -En ese momento, con la ayuda de Rod, de Bren y de Mina, mientras que Mirlión y Abock se llevaban a Milo a otro lado, se pusieron a limpiar un poco. Acomodaron la cama, el comedor, Bren comprobó que la cocina aún funcionaba y Teo se dedicó a llevar la pava, los tés y las tazas para poder tratar de vivir allí hasta que Milo se cure.

Había preparado una infusión antibiótica para que consumiera mientras los otros hacían otros quehaceres, pero Milo seguía en el mundo del delirio y no cooperaba para nada.

- Milo, por favor, debes tomar esto, te ayudará. -Teo extrañaba su otra casa, la verdadera, pero tenía en claro que no podía regresar allí. Esta cama era más dura y estrecha que la otra, por lo que temían que Milo no fuera bien asistido.

- ¡NO, NO, NO! ¡NO QUIERO! ¡ALÉJENSE DE MÍ! ¡SUÉLTENME!

- ¡Somos tus amigos! ¡No te haremos daño! -Los últimos tres días habían sido muy cansados para todos: la mudanza a las afueras del reino fue tormentosa, por la noche y a oscuras se complicó todo el triple. Cerca de esa cabaña escondida había un cenote y un buen lugar para tener energía, agua caliente y paz.

No fue fácil y el desgaste derivó en una brutal infección imparable que ahora parecía ser más fuerte que la voluntad de Teo para ayudar a Milo.

- Tendremos que meterlo en el agua. Los trapos húmedos no funcionan, debemos hacer que todo el cuerpo sienta el refrigeración y el cenote tiene agua templada. -Era cierto, el agua del gran pozo era fresca y limpia, y podían bañarse allí. Había unas termas más al norte, pero no era conveniente en estas circunstancias.

Milo lloraba con estruendo, tal vez por el terrible dolor de las heridas; tal vez por el miedo; tal vez porque su mente había quedado encerrada en la torre y revivía una y otra vez la angustiosa experiencia oscura. Mina lo sabía, pero jamás llegaría a imaginar cuán terrible había sido.

- La fiebre aumenta, debemos bajarla o le explotara el cerebro. Hay que ir a la playa.

- ¿Cómo podemos hacer eso tú y yo solos?

- Podremos moverlo, vamos. -Teo alzó a Milo mientras Mina abría cada puerta para que saliera. El acceso al cenote era sencillo, había una pequeña bajada en espiral que terminaba en las rocas de abajo.

- Bien. Yo lo meteré en el agua. Mina, vendrás conmigo.

- ¿Yo?

- Sí, te necesitaré... -No dijo nada ni respondió de ninguna manera, se quedó tiesa, viendo cómo Milo se retorcía entre las rocas de la caverna. Nunca había visto a alguien tan enfermo.

- ¿Para qué puedo ser útil?

- Calma. Generarás la calma que necesita y necesitará mucha, debe olvidar lo ocurrido, solo así descansará y se recuperará.

- No entiendo.

- Mina, tú eres la única que puede entrar en su mente y ayudarlo, necesitaré que formes El Lazo con él y relajes su mente. Podrás hacerlo. -El lago plateado parecía un espejo horizontal que permitía que la luz se refleje a la perfección; una cascada fluorescente parecía alimentar su esencia sin modificar su color o su volumen.

Yo No Creo En Las HadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora