Entrenamiento, Alianzas y Decisión

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- ¡Ahora trata de no ahogarte en la ambición y la codicia de los hombres, por favor!

- Lo intentaré. -Mina inspiró una y otra vez, sacando el aire de los pulmones con tal fuerza que le ardió la garganta. Agitaba los dedos con la intención de hacer todo lo posible por ayudar y no por arruinarlo todo-. Listo, soy Mina, soy una chica simple y buena... puedo hacerlo, puedo controlar lo oscuro en mi interior, puedo seguir siendo yo... ¡Aquí voy!

- ¡Excelente! ¿Crees que salga bien esta vez?

- Vamos a morir.

- Sí, lo haremos. -Teo estaba con Milo al borde del cenote y detrás de unas cuantas rocas que funcionaban a modo de escudo. Llevaban, además, cascos y armaduras de hierro quirúrgico, ese no les quemaba la piel como solía pasar con el hierro oxidado. Una distancia prudente para evitar que los rayos les revienten la cabeza-. La espera está matándome, ¿cómo olvidar esta agonía?

- Ya cállate, somos fuertes guerreros debemos actuar como tal... ¡AAAHHHH! -Tanto Teo como Milo salieron corriendo a los gritos luego de tirar los improvisados escudos que supuestamente los protegería de los rayos que pudieran surgir exactamente cuando Mina lanzó el primer rayo azulado.

Mina flotaba echando rayos por las manos, con la misma sonrisa siniestra y los mismos ojos verdosos, enloquecidos y sedientos, aunque de un segundo a otro la expresión en su rostro era de fuerza. Estaba tratando de mantenerse ajena a esa energía negativa, pero la maldad natural era muy poderosa.

Cuando notó que estaba sola, ese velo verde que no la dejaba ver más allá del deseo de posesión de todo cayó, rebelando que otra vez había fallado. Se había convertido en el monstruo que el anciano gobernante había dicho.

Cuando la distracción regresó, cayó desde una altura de cinco metros directo a la laguna.

- ¡AAAHHHH! -El agua hizo pequeñas olas que empaparon la rocosa costa del cenote. Salió con la boca abierta para que el aire entrara a montones-. ¡Está helada!

- ¿Estás bien?

- ¿Sigues con deseos de matarnos? -Preguntó Teo con notable duda desde atrás de una roca.

- ¡No! ¡Ya no! solo quiero... quiero una... una toalla, por favor... -Pidió con desesperación mientras nadaba hacia la orilla. Teo y Milo se miraron entre sí. -Teo y Milo bajaron al tiempo para encontrar a Mina sentada sin zapatillas ni medias.

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Había pasado una semana desde que los mensajes fueron enviados a través de música, animales voladores, señales de humo y aromas. Mirlión, Rod y Bren salieron con sus extraños vehículos motorizados y dieron visitas ocasionales a conocidos distantes, conocidos que aún no habían dado su respuesta.

- ¡Mirlión! ¿Cómo ha ido? ¿Té?

- Bien, gracias, majestad. Sí, por favor. -Milo no estaba acostumbrado a esos tratos tan formales.

- Solo Milo, ¿sí? Entonces, ¿hubo algún místico que quiera participar?

- Tenemos muy malas noticias. -Dijo mientras se quitaba el casco de montar unicornios-. Nada, no hay respuesta de nadie aún. Tienen tanto miedo de morir bajo sus trucos que nadie desea pelear.

- Tenemos que empezar a actuar, no podemos continuar escondidos aquí. -Teo tenía mucha razón, y dado que Mina parecía progresar en la generación de la energía y el control mental de su naturalidad, podrían llegar a demostrarle a los demás que la suerte estaba de su lado.

- La aldea más próxima es Dim, su gobernante accedió a escuchar una propuesta, pero no creyó que fuera cierto lo de Mina. Turk es una pequeña aldea druidiana de habitantes malhumorados, mordieron mi pierna cada vez que mencionaba a la natural y tuve que huir semi desnudo porque les agradó el sabor de mi ropa. Por otro lado, la pequeña villa de Varel, cuyo líder tiene excesiva curiosidad y muchas ganas de cortar relación con los cinco insistió en una prueba de que el "arma" que tenemos es realmente poderosa. Imagino que se nos unirá a fin de cuentas, pero no son muchos.

Yo No Creo En Las HadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora