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Abrí mis ojos para encontrarme un lugar distinto, lo ultimo que recuerdo es haberme quedado dormida al sentir algo frío en mi nariz. Observé detenidamente, era un cuarto color marfil, no era tan grande pero si espacioso. Había una cama mediana con sabanas blancas donde me encontraba, me revolví y miré el balcón que había frente a mi, me levanté y me acerqué a este poniendo mi mano en el cristal, no reconozco que sitio es este pero es realmente lindo.

Di un salto al oír la puerta abriéndose.

- ¿Ya despertaste? -el azabache alzó levemente una de sus cejas recostándose del marco de la puerta, traía un suéter negro ajustado a su cuerpo.

- ¿D-Donde... Estamos? -evité su mirada fría.

- En Vancouver... -alcé la mirada.

- ¿C-Como? -este bufó.

- Que estás en Vancouver estúpida. -fruncí el ceño.

- ¡Ya escuche, maldición! -chillé irritada, este se paró recto y entró cerrando la puerta de un golpe, cerré mis labios poniéndome pálida, se acercó rápidamente a mi y me cogió del cabello  con fuerza alzando mi rostro haciendo que lo mire a los ojos.

- A mi no me hablas así... ¿Te queda claro? -me doblegué dejando que mis rodillas tocaran el suelo, este se inclinó hacia delante para mantener su mirada sobre la mía. - ¿¡Entendiste!? -exclamó a lo que cerré los ojos con fuerza.

- ¡S-Sí! ¡L-Lo siento! -agarró mi barbilla con su mano libre.

- Mírame cuando te hablo. -abrí los ojos a duras penas. - Así me gusta. -acercó sus labios a los míos que no pude mover por alguna razón, mordió con algo de fuerza mi labio inferior haciéndolo sangrar un poco, gemí suavemente por el leve dolor. Me soltó dejándome en el suelo. - Me tomé el atrevimiento de bañarte y ponerte ropa limpia. -metió una mano en su bolsillo mirando de reojo la gran vista de la ciudad. - No ibas a entrar en mi casa como una cerda... -toqué la sangre de mi labio, me miró de reojo al ver que no respondí. - Tengo ciertas reglas para que te quedes. -lo miré con rabia. - No me mires así o voy a joderte. -de inmediato miré el suelo. - Cuando yo te lo ordene limpiarás la casa. -se acercó cogiéndome del cuello lo suficientemente fuerte para que dejara de respirar. - Y espero que lo hagas bien, por que si no voy a castigarte ¿Queda claro? -asentí a duras penas. - Responde. -gruñó.

- S-Sí... -me soltó de nuevo y dio unos pasos atrás. 

- Saldré. -lo miré de reojo mientras caminaba a la puerta. - Mientras tanto te quedarás aquí. Y limpia esta habitación. -abrí mi boca para decir algo pero no pude soltar ni una palabra. - Todo lo que necesitas está en el baño. -señaló una puerta que no había notado. - Me retiro. -cerró la puerta tras suya para luego pasar el pestillo. Suspiré levantándome algo adolorida, no me sentía cansada físicamente pero sí emocionalmente, miré por la ventana pensando en lo que sería de mis amigos. 

- Solo si no hubiéramos ido a esa fiesta... -suspiré dolorosamente para ponerme manos a la obra, tampoco quiero morir. Entré al susodicho baño y había una bañera resplandeciente, un inodoro y el piso parecía un espejo, observé un angosto armario que casi llegaba al techo, abrí la puerta de madera observando todo lo necesario para limpiar. Tomé algunas cosas y las saqué al otro cuarto, luego de una hora dejé todo lo más limpio que pude. 

Tendí la cama y me senté mirando la nada pensativa hasta que la puerta se abre nuevamente, el azabache traía unas bolsas de compra negras y una carmesí que destacaba del resto. Observó detenidamente su alrededor, dejó lo que traía en la cama a mi lado e inspeccionó el lugar minuciosamente, pasó su dedo por debajo de una mesita para cerciorar que no había polvo.

- Umhg... -me miró de reojo. - Bien hecho. -se giró a mi cruzándose de brazos. - Ahí tienes ropa nueva. -se acercó lentamente. - No quiero que abras la bolsa roja hasta que te lo ordene. -asentí. - Respóndeme mierda.  -me tensé.

- S-Si... -este frunció el ceño y volvió a cogerme del cabello colocándome boca abajo en la cama, sostenía mi cabeza contra el colchón mientras sentía su mano recorrer mis caderas para bajar el blujean que traía puesto de un tirón, gemí por el roce. 

- ¿Sí que? -jadeé buscando la palabra indicada.

- ¿S-Señor? -negó con la cabeza.

- Respuesta equivocada. -dejó un muy fuerte azote en uno de mis glúteos, ahogué un grito de dolor, aferrándome a las sabanas. - Sigue intentando... -acarició la zona enrojecida preparándose para golpearla nuevamente.

- N-No lo sé... -se escapó de mis labios y él soltó una muy leve sonrisa dejando una nalgada más en el otro glúteo. - ¡Ahh! -sentí lagrimas en mis ojos. 

- Sabes, tendré compasión de ti... -se apegó a mi cuerpo jadeando levemente sobre mi oído. - Llámame ''Amo'' ... -sus caderas se movían involuntariamente restregando su erección en mi trasero, el roce de la ropa me ardía en la piel. - Dilo... -jadeé ansiosa. - Pídeme que te folle... - no dudé ni un segundo en hacerlo.

- P-Por favor... F-Fólleme amo... -este sonrió ladino desabrochando rápidamente su correa y pantalón con su mano libre, luego sin soltar mi cabello se separó un poco para elegir en cual orificio entrará. 

- Voy a cogerte ese culo... -me tensé al sentir su pene en dicha entrada. 

- ¿¡A-Ah!? -escondí mi rostro entre las sabanas casi desordenadas al punzante dolor de su miembro entrando sin permiso. - ¡Ahh! ¡M-Me duele! -al decir eso este se detuvo por un momento, sin decir nada, empezó a moverse ligeramente más lento de lo que lo haría, jadeé intentando acostumbrarme lo más rápido que pueda, al parecer funciona, el dolor disminuyó bastante.

- ¿Te gusta?... -intentó meterla más de la mitad sacándome un chillido placentero.

- ¡S-Sí amo!... -respiraba agitada ante el creciente placer que sentía. - ¡Oh dios!... -exclamé ante sus embestidas certeras ahogándome los gritos placenteros mordiendo las sabanas. Me agarró nuevamente del cabello levantándome hasta pegar sus labios en mi oído sin detener sus caderas ansiosas. 

- Mírate... -jadeó y miré al frente con los ojos entrecerrados, había un espejo cuerpo completo que reflejaba todo lo que hacíamos. - No quiero que mires a otro lado. -ordenó soltándome, me sostuve con mis manos obedeciendo, esto me ponía más caliente, no podía dejar de mirar la mueca de su rostro, ese fino y pálido rostro, tenía el ceño fruncido y los labios entreabiertos a lo que podía oír claramente sus jadeos de satisfacción. 

Su mirada se cruzó con la mía y no pude evitar bajar mi rostro al sentir que iba a correrme.

- ¿¡Qué te dije!? -me dejó otra nalgada de escarmiento a lo que chillé para luego mirar al frente sus ojos negros posados fijamente sobre mi.

- ¡P-Perdón amo! -este cogió mis caderas con ambas manos hundiéndose con más libertad al estar completamente dilatada. 

- Joder... -gruñó, yo no podía aguantar más y dejé que la oleada de placer me recorriera, mis brazos flaquearon y dejé mi torso caer sobre la cama, este no tardó mucho en empezar a soltar pequeños gemidos roncos entrecortados para sentir como llenaba mi interior de algo tibio. 

Nos quedamos unos segundos en esa posición jadeantes. Salió de mí repentinamente sacándome un gemido.

- No te muevas. -ordenó a lo que me tensé dejando la mitad de mi cuerpo alzado, los glúteos me ardían y mi trasero estaba caliente, sinceramente es más de lo que podía soportar. Sentí sus dedos rozar mi clítoris a lo que ahogué un gemido aferrándome a las sabanas cuando empezó a hacer movimientos circulares en este. - Joder... -dejó ese órgano sensible y puso una mano en uno de mis muslos para luego sentir sus labios en el otro, intenté mirar en el espejo que hacía pero fue inútil.

- ¡A-Ah! -sentí una mordida dolorosa sobre este. Él se separó para mirarme a los ojos por el espejo.

- Sólo tengo deseos de hacerte daño... -me revolví ante sus palabras. Volvió a nalguear mi rojizo trasero para luego arreglar su ropa. - Dúchate y vístete para que desayunes. -comentó sereno para luego echarme un ultimo vistazo antes de salir de la habitación.


Levi Ackerman x Reader // Dolorosamente //Donde viven las historias. Descúbrelo ahora