Capítulo 12
Secondhand Rose's, una tienda de ropa antigua muy sofisticada, fue el primer lugar al que ________ lo llevó. Justin miraba asombrado los extraños vendedores y la ropa aún más rara.
—________, esta es ropa usada —dijo.
—No, no lo es. Es ropa de época —le respondió, y comenzó a revisar el primer colgador.
________ podía conseguirle a Justin camisas, jerséis y hasta téjanos nuevos, pero para reemplazar aquella imposible chaqueta Micro se necesitaba algo que no pareciera recién salido de Gap. La joven opinaba que la clave para vestir de forma interesante era no ser muy diferente de todos los demás y limitarse a usar una sola prenda realmente excepcional: había que tener, por ejemplo, una chaqueta fabulosa o unas botas absolutamente espléndidas. Y no tenía que ser ropa que pudiera comprarse en una boutique, por cara que fuera, porque eso no demostraba originalidad. Una chaqueta de Prada costaba una pequeña fortuna, pero cualquier ******* con una tarjeta de crédito de platino podía comprársela. ________ buscaba algo insólito, fascinante.
Quizá por eso era tan difícil encontrar algo que ya hubiera sido usado antes y aun así fuera único y apropiado. En cierta forma, era como ser un anuncio andante, solo que en lugar de hacerle publicidad a Bill Gates o a Micro/Con, uno se anunciaba a sí mismo, publicitaba su personalidad: «Yo soy esta clase de tío. Soy aquel que compró hace veinte años esta chaqueta de piel y la usó hasta que adquirió la textura y la suavidad de un pergamino. Y le encanta».
________, pensativa, estudió a Justin. Y luego volvió a revisar la ropa de las perchas. ¿Qué tipo de chaqueta le dirá a la gente quién es Justin, o más exactamente, quién quiere ser? Las perchas chirriaban cuando ________ las deslizaba por la barra, descartando chaquetas de bowling, deportivas de poliéster y conjuntos tipo chándal. Nada, nada. Y de repente se detuvo. Aquí había una posibilidad, una levita de solapas angostas. Le dijo a Justin que la cogiera, y vio su cara de susto.
—¿Esto? —preguntó con una voz casi tan aguda como el chirrido de las perchas—. ¿Quieres que me pruebe esto?
—Es un comienzo —respondió ella con ceño, y siguió pasando perchas.
Un poco más allá un hombre hacía lo mismo y daba la impresión de que sabía lo que buscaba. Iba bien vestido y probablemente era rico. Seguro que iba a llevarse las mejores cosas.
________, nerviosa, se dio prisa y estuvo a punto de no ver una perla: una camisa ajustada de cuero negro que habían colgado del revés. La miró, y luego miró a Justin, que seguía a su lado, prácticamente inmóvil. La miraba como si ella de repente estuviera perdiendo líquido o le pasara algo igualmente extraño y horrible.
________ buscó y buscó. Y finalmente, y a pesar del hombre que iba por delante de ellos y de la escasez de material decente en las perchas, acumuló un pequeño montón de posibilidades que Justin sostenía como si temiera que le contagiaran una enfermedad. ________ incluso encontró unos pantalones de un traje que no estaban nada mal. Acompañó a Justin hasta los probadores y se los señaló.
—Adelante. Pruébate todo esto —le dijo.
El no se movió.
—¿Esta ropa era de gente que ha muerto?
—Qué sé yo. Tú, pruébatela. Primero los pantalones y la levita.
—¿Sabías que la peste bubónica se originó en las pulgas que había en la ropa de la gente? —le preguntó Justin.
________ no le hizo caso y lo empujó dentro de un cubículo.
—Vamos, pontéela —insistió. Y esperó. Y siguió esperando—. ¿Por qué tardas tanto? —preguntó por fin.