Capítulo 40
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Justin paseaba con Lucky por el Pike Place Market. Era el primer día primaveral. La gente había salido de sus casas, y Lucky olfateaba el aire como si hubiera en él algo nuevo. Justin no se fijaba en las mujeres que se volvían a mirarlo. Su última noche con Caitlin había sido su última noche acompañado. No había devuelto las llamadas de Cloe ni de Ruth. Y hasta Demi se había cansado de llamarlo. Se había volcado por completo en su trabajo, pero ya era demasiado tarde para salvar Parsifal, y aguantó solo su primer fracaso profesional. Ató la correa de Lucky a una verja junto a la terraza de una cafetería, aunque no era necesario: el perro lo iba a esperar todo el día y toda la noche, atado o suelto. Justin entró a pedir un café.
Mientras hacía cola, observó que las etiquetas detrás de los bollos y las galletas estaban escritas en hojas amarillas de post–its. Acarició una con el dedo y sacudió la cabeza. Nunca se permitía pensar en ________. Ahora era lo bastante disciplinado como para cumplir con esta regla. Al principio la soledad lo había aplastado, densa como la niebla que se levantaba en Puget Sound. No quería ni pensar en cuántas noches había pasado en casa de su madre intentando superar la crisis. Ella nunca le había preguntado nada, y siempre lo había recibido con una sonrisa. Solo le había hecho una sugerencia: «¿Por qué no te das una vuelta por la perrera?». Justin nunca se había considerado un aficionado a los animales, pero, al mismo tiempo, se sentía como un perro en la perrera: solitario, encerrado —al menos emocionalmente— y buscando compañía. Y había mirado en las jaulas, donde estaban todos los perdedores caninos en el juego del amor: cachorros demasiado inquietos, perros que habían crecido demasiado, o no eran lo bastante bonitos, inteligentes o afortunados.
Justin regresó con su café y un bollo que compartió con Lucky. El perro lo saludó meneando la cola y con gestos exagerados de alegría. Cuando desató la correa, Justin vio a Demi sentada sola a una mesa. Podría haberla evitado, pero en ese momento, y a pesar de la compañía de Lucky, su soledad era tan grande que se dirigió a la mujer.
—¿Puedo sentarme? —le preguntó.
Ella lo miró.
—¡Claro que sí! ¿Cómo estás,Just?
—Justin. Solo Justin —dijo él—. Y este es Lucky.
—No sabía que tenías perro.
—Lo tengo desde hace poco tiempo. Yo estoy bien, gracias. ¿Y tú, qué tal?
—Oh, igual que siempre —respondió Demi, y bebió un sorbo de café. También estaba comiendo una tableta de chocolate blanco—. Nos aburrimos mucho en el periódico. Caitlin le ha puesto una demanda por acoso a Marcus, y ahora que no está ________…
—¿________ no trabaja ya en el periódico? —Justin hacía tiempo que no leía las secciones donde publicaba la joven, para no encontrarse con su nombre.
—¿No sabías que había dejado el trabajo?
—No. —Hizo un esfuerzo por no preguntar nada más; puso en juego toda su fuerza de voluntad, y fracasó—. ¿Cuándo se casa? —le preguntó a Demi, avergonzado, pero también asustado por su falta de control. No podía permitirse volver a sufrir como en los meses pasados.
—¿Quién? ¿Caitlin?
—No, ________. —Justin no había pronunciado su nombre desde la última vez que la había visto, y se había prometido que no lo diría nunca más. Su madre había dejado de preguntarle cómo estaba su amiga, y tampoco había intentado averiguar qué había pasado entre ellos—. Me habían dicho que ________ y Ryan se habían prometido.
—Sí, pero duró un minuto —dijo Demi con una mueca—. Todo ha terminado entre ellos.
Él trató de mantenerse impasible, pero la cabeza le daba vueltas y se perdió las siguientes palabras de Demi.
—…y ________ está trabajando en el Java, The Hut. O al menos allí estaba la última vez que la vi —oyó luego.
Era demasiada información para una sola vez. Pensó que había oído mal.
—¿Y qué hace allí? —preguntó. Tal vez se trataba de un mal chiste.
—No lo sé. Pero creo que deberías ir a comprobarlo por ti mismo. Sé lo que ella siente por ti.
—¿Y qué es lo que sabes?
—Vamos, Justin , ella está enamorada de ti desde hace años. Solo que no lo sabía. Ya sabes, para algunas cosas no soy tan estúpida.
—¿________ me quiere?
—No te ves con un tío durante siete años si no lo quieres. Y tú todavía la quieres a ella. ¿No te parece que ya es hora de acabar con la pelea y de anudar lazos definitivos?
—Sí, de anudarlos para ahorcarme —respondió Justin.