Semana 3

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Hoy empieza una nueva semana y lo hago de forma tranquilo, hasta que el director del colegio me llama a su despacho.

―Stiles, necesito que me hagas un pequeño favor personal. Tendrías que pasar a recogerme un par de paquetitos en la oficina de mensajería que hay en la Rambla. ― me dice.

― ¿En la Rambla? ―consigo decir únicamente.

No me puedo creer que me esté pidiendo que haga del chico de los recados, y encima me pida que me dirija a la Rambla, donde mis principios de la última semana me prohíben ir.

―Sí, a la Rambla de Sarriá. Eres el único de la escuela al que le puedo pedir este favor personal, confío tanto en ti... ―dice con voz zalamera.

Y ya no quiero ―ni puedo― decir más. Salgo en mi hora de trabajo personal en dirección a la Rambla. Intento ir con mil ojos porque creo ver a ese chico serio en todos lados, pero consigo llegar a la oficina de mensajería sin peligro.

La chica de la oficina me hace esperar un muchísimo rato y me va haciendo firmar distintos papeles por cada paquetito que me va entregando a cuentagotas. Yo no entiendo nada, pero como no sé qué decir, aguanto hasta que, según ella, ya está todo y me puedo ir con mi cara de tonto y mis diez paquetes en las manos.
Por suerte, los paquetes me tapan la cara y me alegro porque así pasaré desapercibido. Qué iluso, como si yo fuera una persona importante para alguien.

Pero es tal la obsesión de solo querer llegar a la escuela y tirarle todos los paquetes al chiflado del director, que debería haber mencionado que eran diez en vez de un par de paquetes.
Salgo por la primera calle que veo y de repente, cuando llego a la esquina ―y siguiendo mi mala suerte habitual―, choco bruscamente contra alguien.

Todos los paquetes caen al suelo. No sé si son frágiles o no, pero me importa un pepino. Al final, pierdo el equilibrio al intentar salvar alguno y yo también caigo; pongo mi mano y qué dolor, me he hecho mucho daño.
Estoy cabreado conmigo, con la bruja de la oficina de mensajería, con el idiota del director y con quien sea que me haya cortado el paso.
Me duele tanto la mano como el corazón, que hasta se me cae una lágrima. La persona con la que choco se agacha rápidamente y me habla a poca distancia de mi cara.

―¡Eh! No llores, ¿te has hecho mucho daño? Déjame que te ayude a levantarte... Te llevo a que te miren esa mano, se está empezando a hinchar.― me dice el hombre con el que choque.

Escucho una voz grave de hombre que no quiero ni mirar de lo enfadado que estoy. Tengo claro que no quiero que me toque ningún tío, así que abro los ojos con la intención de levantarme e irme, pero mi gran sorpresa es que es otra vez él... el chico serio, y vuelve a hablarme y a mirarme, aunque ahora lo hace de una forma diferente a las anteriores.

―Hacía días que no te veía. ¿Me estás evitando? ―dice con una media sonrisa.

No puedo creérmelo y soy incapaz de pronunciar ni una sola sílaba. Creo que incluso empiezaa asustarse con mi reacción. Entonces, se dirige ahora a la persona que va con él.

―Ve hacia la oficina, lo acompañaré para que le miren la mano. Volveré lo antes posible.―Escucho cómo la otra persona le dice algo como que no tarde ya que hoy viene no sé quién de no sé dónde, y que es muy importante que esté en esa reunión.

Entonces, él recoge todos mis absurdos paquetes y con la otra mano me coge del brazo... y ese contacto me dejo cao. Hacía mucho tiempo que no sentía el roce de un hombre, y no sé qué sensación estoy sintiendo ahora mismo.

Algo dentro de mí me dice que salga corriendo pero, por otro lado, estoy como hipnotizado y me dejo llevar por él... el chico serio que toma las riendas de mi absurda mañana.
Saca su teléfono y le escucho hablar con alguien, a quien pide el favor de que me atienda urgentemente.
Durante el camino, ninguno de los dos décimos nada.

Cogetelo ||Sterek|| ~Terminada~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora