Cap. 13

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Touristik Alliance International

Viernes, 2 de mayo de 2008

Arantxa

Las últimas semanas han pasado de prisa y sin grandes complicaciones que pudieran molestar a mi intranquila vida. Desde que regresé de Milán todo se ha puesto más en orden - claro que obviando a Cartavio-.

Los días de descanso que gané en la oficina me sirvieron para embellecer mi casa, ya que estoy segura de que falta muy poco para que mi pandita me levante ese extraño castigo de "cero besos en la boca". Sé que no se lo espera, sin embargo, una vez que me le declare -voy a parecer una chiquilla con su primer enamoramiento, pero no me interesa- le pediré que se venga a vivir conmigo.

¡Diossss! Hasta en mi cabeza esa idea suena demasiado loca. Mi corazón es el que ha tomado el control en mi cuerpo desde hace mucho y solo sueño con empezar a tener una vida al lado de Mila. Solo debo esperar un año más, solo uno...

Lo que más me gustan de los fines de semanas son que pasan muy rápido hasta que llega el día lunes en el que veo a mi rusita de ojos chocolate ocupado la mesa de la primera en el salón de clase. Ese par de horas los lunes y las tres horas de los jueves por la noche son eternos para mí.

Claro que no me paso las sesiones de clases con la mira perdida en la de Mila - cualquiera se daría cuenta de ello - sino que me encanta sentir su atención sobre mí. De vez en cuando doy un vistazo panorámico de todo el salón y por unos deliciosos segundos nuestros alegres ojitos se encuentran como un par de enamorados en un día de primavera. Ella siempre sostiene mi mirada por más tiempo de lo debido y tengo que hacer un gran esfuerzo para renunciar a seguir admirado tal enorme belleza de mujer.

Al acabar las clases es cuando un pequeño infierno personal se desata en mi interior: verla irse con sus amigas a la siguiente clase o quizás a tomar un café me irrita mucho. ¡Y no porque esté celosa! Sino por lo injusta que es la vida.

Mila tiene razón con que los besos sobran en una relación, ya que una caricia desde el corazón expresa mucho más. Los dedos como si estuviesen llenos de filosas espinas cada vez que debo resistirme a tomarla de la mano y acompañarla por el camino hacia la facultad. Nunca me había puesto a pensar en las tantas muestras de "afecto" que los estudiantes se dan en todos los alrededores de la universidad. Y lo peor de todo, es que les tengo una maldita envidia.

Yo tengo a una enamorada, la más hermosa del mundo, pero no puedo expresar todo lo que siento por las ¡malditas normas sociales! Me gustaría andar por los jardines de la universidad de la mano con Mila, rodearle la cintura y atraerla hacia mí hasta darnos un largo y apasionado beso sobre el caliente césped que arde bajo el inmaculado verano igual que mi amor hacia la rusa.

Y todo porque está mal visto que ¡¡¡una profesora sea la enamorada de su alumna!!! Hace dos años no tuve ese problema, ya que mi corazón estuvo prohibido de enamorarse de mi panda, pero ahora que me atrevo a dar ese paso es la sociedad la que me lo impide.

Mila se graduaría el próximo año. ¿Qué son doce meses a cambio de una vida juntas?

Una reluciente sonrisa que la mismísima luna llena podría sentir envidia, se dibuja en mis labios al pensar en esos años que nos esperan en alguna parte del mundo. Apenas me doy cuenta de que he sonreído inconscientemente al mirar las nerviosas y educadas sonrisa que me devuelven el par de chicos que ya se encontraban en el ascensor.

Susurré unas buenas noches e ingresé a la cabina metálica mientras se cerraban las puertas a mis espaldas. Quizás me puse un poco roja, pero no me interesa seguí igual de alegre que hace un minuto. Pensar en Mila me quita mil preocupaciones y me deja un millón de motivos por amar a la vida que me tocó descubrir.

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