Capítulo 20

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A esa misma hora, en la casa de los Rolvsson se encontraba Mai, lista y preparada para salir de nuevo a contemplar el paraje que la había acogido desde hacía una década.
Era un "trozo de calle" viejo y descuidado, sin embargo, para Mai nunca dejó de ser ese lugar inolvidable, que guardaba secretos mágicos que iban más allá del ocultismo para basarse en los recuerdos más perfectos que ella misma los habría considerado como la parte derecha de su corazón.
Salió hasta el final de la calle estrecha, y entró al solar.
—Vaya, nada ha cambiado— Pensó con sarcasmo.
Ni siquiera esa roca gigante e inmovible que atravesaba la tierra en medio de dos árboles; ahí solía sentarse para pasar la tarde, no para leer, ni para escribir; ni ninguna otra cosa que sea consecuente de la soledad, ni aún así, siquiera para pensar. Simplemente, para pasar el tiempo, en cuanto su mirada se proyectaba hacia el cielo, despidiéndose del sol que la había acompañado por horas. Al momento de su despedida para regresar a casa, solía quitarse su calzado, y caminar por la tierra que al sentir la huella de los pies, se esparcía al rededor de ellos.
Mai vivía en el pasado, y tan solo en el presente podía ver como la tierra que era espesa, se había convertido en piedras diminutas que estaban junto a semillas que caían de los árboles... Árboles que a través de las temporadas y al pasar de los años, habían sufrido transformaciones, y por consecuencia, causaría que ellos decayeran, al igual como decaían los recuerdos en Mai.

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