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Capítulo 27

El silencio enigmático no pasaba desapercibido esa noche. Es poesía muerta en vida, el infierno que tallaba las cabezas de Thiago García junto a su esposa Jenny Augier. Una pareja de investigadores con una edad promedio; no muy jóvenes, pero tampoco muy viejos. Conservaron gran parte de su vida para explicar el arte misterioso de una muerte, profesionalmente hablando.
Vivían alejados de la sociedad. Al igual que no tenían un lugar estable donde vivir; eran como un par de gitanos junto a su hija Athalia, quién había sido testigo de la difícil profesión en la que se sumergían sus padres a través de los años. Athalia tenía dieciséis años. Y desde el principio, su llegada a la vida no había sido impedimento para que sus apasionados padres abandonaran su trabajo, o bajaran la intensidad.
Thiago creció junto a su madre, viuda. Su padre se había suicidado con un revolver moderno, patentado por Samuel Colt en el año 1835. Thiago en su infancia fue un chico muy curioso. Un día en el que entró al sótano antes de bajar por las escaleras que parecían ser infinitas, encendió una lámpara de luz amarilla. Y sólo bajó; al encontrarse solo y atemorizado, vio a su padre en un costado oscuro. Thiago iluminó la cara de su padre con la lámpara, y ahí estaba, con un revolver en su boca, y con lágrimas de vergüenza deslizándose por su rostro.
Thiago tuvo un sobresalto, y el intento por hablar y moverse era el mismo logro por guardar silencio por el miedo.
El disparo salió, y Thiago con su cara salpicada en sangre, vio a los ojos de su padre mientras caía al suelo.
Thiago había crecido odiando a su padre por la sangre color carmesí, que cada vez más se intensificaba en su memoria.
Amaba inmensamente a su madre, la que siempre, había estado junto a él.
Poco tiempo después conoció a Jenny Augier. Una mujer con  pechos pequeños, pero con sonrisa perfecta; esa misma sonrisa que sacaba de la rutina a Thiago, e iluminaba esos días grises y largos.

Jenny Augier cuando era una niña, era de bajos recursos. Vivía en una casa de madera que se encontraba en el medio del campo aislado de la ciudad, donde sus padres trabajaban cosechando trigo.

Después de que Thiago y Jenny unieran sus vidas aún siendo jóvenes, estudiaron la misma carrera profesional donde salieron adelante en la misma universidad.
Años después nació su hija Athalia; amante a la pintura y del arte costumbrista que se desarrolló junto a las estéticas del romanticismo en el siglo XIX. Su sangre española proveniente de su abuelo ya fallecido, le había traído con sigo, las tradiciones envueltas en el marco del arte literario.