| Noviazgo de cuento |

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Enamorada del profesor
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Increíble ver cómo el amor supera la ficción
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Cuando llegué a la entrada del polideportivo donde quedaba el campo de fútbol, me detuve en seco, jadeando ante el largo camino que había corrido con Momo. En el camino, en los semáforos que pillaba en rojo, aproveché para enviar a mi madre un mensaje donde la avisaba que llegaría un poco tarde. Ella me contestó al segundo, diciéndome que todavía seguían en el centro, que llegarían cerca de las nueve de la noche, pero que me querían ahí antes de esa hora.

Miré a Momo, quien sacaba la lengua y jadeaba también. Vaya, no era la única que estaba a punto de morir por deshidratación. Le sonreí antes de entrar al recinto y caminar hacia una fuente que quedaba a pocos pasos de la entrada. Abrí el grifo de donde salió agua a presión. Mi perra no tardó en adelantarse a mí y beber con su larga lengua. Esperé a que terminara para inclinarme y beber también.

Cuando terminé llevé a Momo de nuevo hacia fuera y até su correa hacia uno de los postes que recordaba a los conductores que había un paso de cebra. Acaricié su cabeza con cariño antes de susurrarle que me esperara, que no tardaría. Ella me entendió y se tumbó en la acera. Momo era como pocas perras y se podía apreciar todo el cariño que le había dado mi tía para educarla.

No tardé en alzarme y adentrarme de nuevo hacia el polideportivo. Habían sido muchas las veces en que había ido para ver a Mikuo y su equipo, por lo que me sabía de memoria dónde quedaban las instalaciones. Siendo la hora que era, lo más seguro es que todos estuvieran ya vistiéndose y listos para salir.

Procurando que nadie me viera, me acerqué a los vestuarios, aunque cuando estuve con la mano en el pomo, me detuve, tragando saliva. ¿Estaba dispuesta a entrar en un recinto plagado de tíos semidesnudos solo por Mikuo? Alejé la mano de la puerta. ¿Y si le espero fuera con Momo?, pensé, queriendo dar media vuelta para volver. Pero, ¿y si se ha ido ya? ¿y si no ha venido? ¿y si se escapa sin que me de cuenta cuando me vea fuera? ¡Mira, a tomar por culo! Respiré profundamente, girándome de nuevo hacia la puerta y aquella vez, sin pensármelo, abrirla y entrar, siendo abofeteada por el calor y el olor a sudor y masculinidad del ambiente; por no hablar de que había acabado con el griterio de un plumazo, dejando el vestuario en puro silencio.

Santa mierda, casi podía oír los frenéticos latidos de mi corazón.

Me sentí en ese momento como una coneja frente una manada de hambrientos zorros. No des marcha atrás, no des marcha atrás... Vas a salvar una amistad de 13 años, no te sientas intimidada.

Intentando no tener contacto visual con ninguno de ellos me fui adentrando cada vez más, buscando con la mirada aquella cabellera color aqua.

— ¿Rin Kagamine?

Me cago en Satán.

Me detuve cuando oí su burlona voz detrás de mí y, lentamente, me di la vuelta, encontrándome con un joven rubio, atabiado únicamente con sus bóxers. Que no se te ocurra pasar de su mentón, no.se.te.ocurra. Intenté mantener la postura, notando ya el calor acumulándose en mi cara.

— ¿Qué? —Respondí intentando sonar firme. Él alzó una de sus cejas, esbozando una sonrisa juguetona.

— Hace mucho que no nos vemos, rubia, ¿tantas ganas tenías? —Preguntó, inclinándose hacia mí con un particular brillo en su mirada.

Respiré profundamente, contando mentalmente hasta 10. Aunque ya iba por 9 y medio y las ganas de golpearle iban en aumento.

Él era Rinto Yagami, compañero de equipo de Mikuo y Yuma y un experto en joder. Desde que nos presentaron y él vio la facilidad con la que me picaba, no había día en que no hiciera uso de sus múltiples idioteces para fastidiarme. Aunque últimamente parecía más tranquilo, me negaba a bajar la guardia.

Enamorada del profesor | RiLenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora