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Narrador Povs


Una sombra corria a gran velocidad entre los grandes arboles de un inmenso bosque sumido en la mas inhóspita oscuridad. Para finalmente llegar a un claro donde se alzaba un majestuoso castillo imperial.
La sombra tomó la silueta de un hombre vestido con una extraña túnica que lo cubría casi por completo, dejando solo a la vista sus rojos ojos llenos de odio.

-Te encontré. Habló, lo que parecia un hombre para luego desaparecer de nuevo entre las penumbras del bosque.

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Dentro del castillo, ignorando los sucesos del exterior, un hombre corpulento miraba atento a la persona que se encontraba frente suyo.

-Lo hemos sentido. Habló un viejo canoso mirando a su señor.

-¡Lo sé! Le gritó este en respuesta. Mientras seguía caminando de un lado a otro.

-Es increíble, a pesar de estar del otro lado del mundo su energía se sintió en todo el planeta. Seguía comentando el viejo ignorando la mirada cargada de odio que le brindaba su acompañante.

-Debí haberlo matado apenas nació. Rugió furioso.

-El destino ya esta escrito, por más que te lamentes no cambiara en absoluto. Seguía hablando mientras pasaba sus manos por sus sedosos cabellos balnco con una calma abrumadora.

-¡Callate maldito mal nacido o te mataré!

-Tyrone, matame de una vez, no cambiara en nada que tu propio hijo sea quien tenga el Don Absoluto. Sonrió cin sorna.

-¡Estas equivocado Vidente! ¡Lo mataré me cueste lo que me cueste! Bramó mientras salia de aquella habitación-prisión donde el vidente, desde hace ya años vivía retenido por Tyrone.

El viejo vidente miro por donde se habia ido y sonrió.

-Tyrone, ya ganó hagas lo que hagas. Dijo él para luego acercarce lo máximo que le permitia las cadenas que lo sujetaban del tobillo para poder mira a través de la ventana.

Suspiró viendo como la noche se cernia sobre el castillo donde era prisionero y lo dejaba mucho mas siniestro y a oscuras. Años habian pasado de la muerte de su hermana y la huida de su sobrino. Él, un viejo ya vidente que no tenía poder suficiente como para huir o morir siquiera era presa del ser mas despiadado del mundo.

-Espero poder remediar todo el daño que te cause. Susurró para luego caer de rodillas mientras miraba a la nada.


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Thomas


Estoy de nuevo en mi habitación de la casa que me había dejado la abuela. Tenía muchas cosas en las cuales pensar, en Max, en mis nuevos amigos y mi familia.
No podía contarles lo que hice ni mucho menos dejar que lo descubran, era un tanto decepcionante y frustrante saber la fecha de tu muerte y qué, a cada minuto que pasaba solamente te acercabas mas a ello.
Pero no me lamentaria, era esa la mejor desicion que pude haber tomado. Sentí mi energía y la energía de la joya y calculé el tiempo que me quedaba, suspire con un sabor amargo al saber que solo serán once meses, de los cuales no desperdiciaria un día.

Mañana sería lunes, tendría que ir al instituto junto con Ariel. Hace dos semanas había llegado y ya su mundo estaba de cabezas.
-¿Estás bien? Me preguntó Arturo entrando a la habitación con cautela mientras me examinaba con la mirada.

-Si, ¿por qué estaría mal? Le dije un poco nervioso ya que nunca había mentido y Arturo sabía leerme a la perfección.

-Por eso te lo pregunto. Dime la razón que te robo una lágrima. Dijo serio mientras me miraba. Dirigí mi mano a mi mejilla donde claramente había caído una lágrima.

No podía mentirle, él siempre estuvo conmigo desde que era un niño y fue la figura mas paternal que pudiera haber deseado, me sentí tonto por tratar de ocultarle algo a él.

Más lágrimas cayeron de mis ojos y de repente sentí los cálidos brazos de mi padre rodearme.

-Ya, ya, llorá todo lo que necesites y luego dime. Dijo tranquilamente mientras trataba de parecer fuerte y calmado para darme apoyo.

Lloré, aferrado a él. Lloré por saber que ya no podría verlos ni a él ni a Ariel, que no tendría esas amenas pláticas con Mike ni muchos menos burlarme de Lucio junto a su hermana, que Paulina ya no me cocinaria sus deliciosas comidas exclusivamente para mí, que ya no podre jugar con Matheo, verlo crecer y sonreír, y mucho menos ser el compañero de Max.

-Voy a morir. Solté de golpe provocando que Arturo se separara de mi y me tomara de los hombros para mirarme incrédulo.

-Estás bromeando, ¿verdad? Me dijo con una voz angustiosa.

Yo solo negué y bajé la cabeza, de nuevo sentí sus brazos rodearme y tratar de que su energia hiciera contacto con la mía, pero esta fue rechazada muy débilmente.
De pronto otra persona se sumó al abrazo, alce la cabeza y ví a Ariel también abrazarme con lágrimas en sus ojos al igual que su padre.

-¿Por qué? ¿Cómo?. Me cuestionó el menor de los Van Garrett soltandome apenas para poder respirar.

-Max iba a morir y traté de curarlo con el collar pero no funcionó, su vida estaba acabada. Pero no quizé, por eso hice el hechizo para darle mi vida a cambio de la suya.

Apenas lo relate ví a mi mejor amigo apretar las manos en un puño y ira pura reflejada en su mirada.

-Ari, fué mi desición y quiero que me apoyes, lo salvé porqué lo quiero, y no me arrepiento de nada. Lloré porqué temí decepcionarlos, que me odiaran o que se enojaran conmigo, yo los quiero más que a nada y si a ustedes le hubiera pasado lo mismo yo no hubiera dudado en hacerlo.

La habitación se sumió de repente en un silencio sepulcral mientras miraba a Ariel. Él, rendido, relajó cada músculo de su cuerpo como la expresión y regresó a abrazarme.

-¿Cuánto tiempo? Me preguntó Arturo, tratando de sonar tranquilo.

-Once meses. Volví a sentir como sus dos cuerpos se tensaban y como gimoteaban más fuerte aferrándose más a mí.

Forever© (Edición Y Redacción)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora