Busco en el neceser mis medicamentos, y bebo un poco de agua para tomarlos. Dejo todo en el pequeño casillero, para dirigirme al aula. Desde aquella noche en el bar, Stefan había procurado un poco más a Danna, incluso llegaba puntual en las mañanas para llevarla a la escuela. Sinceramente, no creía mucho en su cambio, sabía que pronto se olvidaría de ella nuevamente, y seria cruel para mi pequeña, pero por más que quisiera evitarlo, no tenía el derecho legal para hacerlo.
Las clases terminan, y voy directo a casa. Mi madre no ha llegado, y mucho menos Danna, cosa que me parece muy extraña. Solo espero que Stefan no salga con alguna sorpresa. Mi móvil suena, y el ver su nombre me aterra, suelto un suspiro, y contesto.
—¿Qué pasa? —Pregunto, inquieta.
—Danna me ha pedido que la lleve a comer, y he pensado que sería ideal si tu vinieras con nosotros. —Dice, y al momento que suelta lo último, no sé si reírme o mandarlo al carajo.
—Stefan...eres un...
—¡Abby! —La voz de Danna suena por el móvil. Trago saliva, y me guardo todo el par de palabras que iban dirigidas a Stefan. —Debes venir con nosotros, iremos a comer hamburguesas, y después a ver una película.
—Cariño no puedo —Respondo de inmediato.
—Vamos Abby. —Su vocecita dulzona, tiene algo que me imposibilita a decir que no. Pero, por otro lado, el simple hecho de conversar con Stefan me causa un mar de sensaciones extrañas, y sé que como siempre va a terminar en reclamos, y más reclamos.
—Podemos ir después...
—Abygail... —Mis pretextos se agotan, ante la insistencia de mi pequeña. Se que Stefan se ha de estar burlando, y eso me hace enfurecer. Danna continua en la línea, y yo me siento entre la espada y la pared. Segundos después, me encuentro aceptando. ¡Que demonios!
...
Dejo a un lado los panfletos llenos de información sobre mi problema que me ha llevado Ana. Debo admitir que a veces suele molestarme la exageración por querer mantenerse tan enfocada, de un problema del cual yo no quiero mantener enfocada. Se que tengo que cuidarme, pero no quiero hacer que mis días giren entorno a ello.
—No debes mantenerte tanto bajo presión, eso causa estrés y...
—Y no es bueno para mi...—Completo la frase. Ella asiente, me da una sonrisita, y continúa leyéndome parte de otro panfleto.
—Yo opino que deberías pensar un poco en cambiar de trabajo.
—Pensé que mi madre estaba en casa. —Respondo. —Mira Ana, eres mi amiga y te quiero, pero sé a dónde va esta conversación.
—Pues si, sabes a que me refiero —Deja el panfleto aun lado, rasca un poco su cuero cabelludo, manía que ha tenido desde pequeña. —Pero continuas con ese estúpido comportamiento, le das demasiada importancia a ¨eso¨
—Es que...
—Supéralo cariño. No puede vivir toda la vida así, y menos con Sebastian.
—Lo sé —Suspiro. Y en verdad soy consciente de que no puedo vivir toda mi vida culpándome de algo que en realidad no se pudo evitar. Tengo que hablar con el cómo dé lugar, tengo que confrontar toda esa vergüenza, toda esa maraña de inseguridades. —Lo hare. —Suelto, y mi amiga me mira sorprendida.
—¡Mierda, Abby! —Grita, de tal manera que algunos compañeros nos miran. Ana y su entusiasmo a veces me avergüenzan. Ruedo los ojos, y finalmente ambas nos carcajeamos.
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Ghost: Destructiva Adicción.
RomanceA veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante. Oscar Wilde (SIN CORREGIR) (SIN CORREGIR) (SIN CORREGIR) (SIN CORREGIR)