Capitulo treinta y ocho

1.1K 52 9
                                    

Penúltimo capítulo.

Dos semanas después.

Termina de rizar su último mechón rosado con el pequeño artefacto artificial de temperaturas elevadas. Lo pasa lentamente por el pedazo y lo enrolla en la rizadora. Cuando termina, lo deja caer y se mira ante el espejo.

Sonríe ante el resultado.

Acomoda su blusa jalándola un poco hacia la derecha. No, así no, se veía mejor hacia la izquierda. No, peor. La vuelve a tironear por los extremos de la linda blusa color verde pasto y suspira con pesadez.

Debía tranquilizarse, no ayudaba en nada estar nerviosa.

Ese sería el día en el que por fin hablaría con Rafael. El día en el que le pediría a su amado aquello que anhelaba tanto desde hace días le atormentaba. Era arriesgar mucho, pero estaba segura de su decisión.

Mira el reloj de pared por ultima vez y se da cuenta que por milésima vez va tarde. Toma con agilidad y rapidez su pequeño bolsa que reposa en el mueble igualmente rosado.

Maldice internamente cuando el arete su oreja izquierda se cae por un lado de su cama. Mete la mano por la pequeña abridura de ésta y rebusca inútilmente aquel objeto. No logra encontrarlo con su mano, pero sí siente el tacto de una tela en sus manos.

Extrañada, la saca de allí.
Podría apostar miles de pesos diciendo que en esos momentos su cara parece una maldita manzana en su punto de madurez, y el típico color carmesí se encuentra en sus mejillas invadiendo su rostro.

Aquella playera licra y color naranja fousforescente que está en sus manos pertenece a su hermano. Hace un pequeño flashback rápidamente, y sonríe como idiota.

Rafael. Ellos dos. Cama. Noche.

Suelta una risita nerviosa aunque aunque esté sola en su habitación, sin nadie viendo u observando lo que hace. En un acto inconsciente y que Lesslie desconoce el porqué lo hace, acerca la playera a su nariz  e inhala el olor que desprende. Ama con toda su alma la loción y aroma que utiliza el peliazul.

Ve a Aria mover su cola de un lado a otro acercarsele feliz, y ella se agacha a la altura de la pequeña canina y acaricia alegremente su cabecita, logrando que la perra salchicha cierra sus ojos unos segundos disfrutando del tacto de su dueña.

Recuerda que es tarde, así que vuelve a tomar el bolso y cierra la puerta de su habitación con sus ánimos altos.

Sale de casa, pero sin quitar esa gran sonrisa de su rostro.

(...)

—¿Conseguiste las cartulinas, Rafa?— Karen pregunta mientras observa los distintos tipos de plumones de colores frente a ella.

Rafael y Karen se encontraban en el Super Mercado, necesitaban algunos materiales para el turorial de Musas que harían, y la morena le había dado de encargo al peliazul conseguir cartulinas.

El nombrado ríe mientras niega con su cabeza, mirando a la pelimorada frente a él.

—¿De qué te ríes?— Pregunta la chica, extrñada de las carcajadas de su hermano.

—Ana, pareces señora compulsiva compras. Miras los plumones como si fueran algo hermoso o digno de admirarse—. Aun así, la nombrada no aparta la vista de los plumones, pero le responde.

—Ésto es digno de admirar, Rafael— Dice intentando sonar ofendida, llevando su mano derecha a la altura de su pecho. Pero lo único que logra que las risas de peliazul aumenten— ¡Mira nadamás éstos tipos de rosa! ¡Dios, voy a morir!—. Suelta un gritito haciendo su voz lo más chillona posible.

Rafael ríe mientras vuelve a negar con su cabeza, esa niña estaba loca.

—Sí conseguí las cartulinas, escoge uno de esos colores, porque debemos irnos.

—Agh, amargado— La pelimorada suelta rodando los ojos. Vuelve a centrar su vista en los plumones y finalmente se decide por un rosa pastel, simplemente porque le recuerda a su hermana menor.

—Ya, vámonos, éste está bien.

Ambos chicos se dirigen a las cajas, listos para pagar e irse.

(...)

Never be like you...—. La voz de la pelirosa era lo que se lograba escuchar en aquel pequeño auto en el que iba. Taratea la canción mientras mueve su cabeza de un lado a otro.

Sus pálidos y largos dedos chocan sobre los extremos del volante, haciendo un pequeño ruidito seco. La metrópoli en la ciudad de México era mucha, sin hablar del malditon tráfico, en el que ya llevaba media hora sin poder salir de ahí.

Suspira con pesadez al ver que, de nuevo, el semáforo cambia de color, poniéndose ahora rojo, pero ella sigue sin avanzar de la extensa fila.

Una nueva canción se reproduce en el estéreo del auto, y comienza a cantarla en murmullos.

Por fin, el semáforo da la señal verde, y ahora sí logra salir de la larga fila. Pisa los pedales con fuerza queriendo salir rápidamente de allí, moría por llegar con su hermano de cabellos azules.

La velocidad en el auto aumenta, y éste se va para enfrente sin que ella pueda evitarlo.

Lo único que alcanza a ver es aquel camión de transporte estamparse en su auto, un ruido estruendoso, y todo volverse negro.

...

Holaaaa. Espero estén bien, no había subido cap because estaba preparado lo que les había contado, ¡y ya lo terminé!

Por cierto, éste es el penúltimo capítulo. Claro, aún falta el final y el epílogo.

¡Espero les haya gustado!

Besos y abrazos,

¡Nos leemos luego!





Nuestro mejor error; [Rasslie]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora