FINAL

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—M-mierda, Less...— El peliazul miraba a su pequeña niña frente a él, con un maldito dolor en su pecho.

Siente su corazón hincharse ante el dolor de ver a la pelirosa en ese estado. La chica se había roto dos costillas, y su brazo izquierdo. Su ceja estaba rota y rastros de sangre seca aún se podían apreciar. Sus cabellos estaban dispersados por todo su rostro, y su labio inferior sostenido entre sus dientes.

—Ay, princesa...— Sigue lamentándose el peliazul. Sorbe la nariz, y más lágrimas salen de sus orbes oscuros. Con mucho cuidado acerca sus largos dedos a la frente de la menor, y aparta un mechón rebelde que se cola entre su ojo. Acaricia suavemente su lechosa piel sobre el la cicatriz de las cuatro puntadas que le dieron en su frente.

Hipa con tristeza y coraje. Había sido su culpa, antes de que Lesslie saliera de casa le había mandado un mensaje diciéndole que iba a buscarlo. Si él la hubiera detenido, nada de aquello hubiera pasado.

Sus ojos se encuentran rojos por el notable llanto, y no deja de llevarse su mano a su nariz tratando de quitar el líquido que sale de ella. Dolía como el maldito infierno.

Toca ligeramente la mano de su pequeña niña, se encuentra fría y su lechosa piel ahora está pálida y sin color. De su muñeca sale un catéter, y en su del índice derecho igual. La boca de la pelirosa está sujetada por un tubo de oxígeno, y el típico y molesto sonido de "bip" sale de la máquina cada dos segundos.

Recuerda la llamada que la habían mandado a la perfección.

—¿Usted es familiar de Lesslie Velázquez? Ha tenido un accidente....

No soporta más ver su cara, sus brazos, su cuerpo entero así, y con un jodido dolor insoportable en el pecho sale d ela habitación.

(...)

Décima quinta noche.

Te he traído más suero, mi amor— Murmura el peliazul entrando a la habitación. La luz del astro rey le cegó por unos instantes, pegando con descaro en su rostro. Las blancas paredes le recibieron, y su pequeña se encontraba como todos los días acostada, inconsciente.

—¿Sabes? Sé que es horrible que te estén alimentando por una aguja, ¡por eso tienes que recuperarte, chiquita!— Aún así, el dolor en la voz del mayor no se iba. Se sentía un poco estúpido ya que Lesslie no le escuchaba ni mucho menos se movía, pero él de todos modos le seguía hablando, como si la menor le fuera a responder de todos modos.

Se sienta frente a la incómoda silla que ha sido su compañera desde hace unos días, era en la que se sentaba y pasaba horas en aquella fría habitación, sólo hablándole a su amada.

—Iré a tomar agua, vengo en un rato— Vuelve a hablarle a la pequeña, sonríendole mientras abandona la habitación.

(...)

Sesenta y un días después.

—Hoy es San Valentín, mi amor. ¿Y sabes qué siento?— Una de las típicas pláticas que Rafael había estado teniendo con la pequeña se vuelve a repetir. Llevaban dos meses así, simplemente el peliazul hablando con la pelirosa, y ésta sumergida en su mundo, sin hablar.

La situación con Lesslie era crítica, los médicos le habían informado al mayor que en ese dos meses y medio no había tenido mejorías. La pequeña estaba en un trance del cual no salía; no hablaba, no abría los ojos, no se movía. Estaba simplemente conectada a una máquina que la mantenía con vida. Eso comenzó a preocupar a Rafael, invirtiendo entonces todo su dinero en la chica. Pagó los mejores médicos y medicamentos que pudiera haber encontrado, visitó a más de nueve hospitales, clínicas, consultorios, pero ninguno le tenía mejorías sobre Lesslie, todos los doctores le diagnosticaban lo mismo:

Nuestro mejor error; [Rasslie]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora