Miradas.

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Logan.

Me encantaba la sensación de estar frente a una realidad que parece una que no estás acostumbrado a tener.

La noche llegó de repente, haciendo que la luz que nos alumbraba tiempo atrás haya quedado como un momento mágico de calma y paz. Fue en ese momento que entendí el por qué Emma quería subir allí y compartir eso conmigo.

Las cosas desde arriba se ven mas chicas, no se distinguen las caras de las personas, solo los edificios que sobresalen para ser más altos, allí no se escucha el murmullo de las personas hablando, ni las facciones características de las personas. Lo que ella quería que supiera era que ningún problema era demasiado grande y que viéndolo de otra perspectiva te dabas cuenta de ello.

Volteé para hablarle y decir algo, solo por el hecho de escuchar su voz respondiendo. Fué entonces que la ví, de otra manera, y no solo como la chica que me había salvado. Contemplé su cabello que caía alrededor de su cintura, sus manos agarradas a la baranda frente a ella, en un sostén fuerte. Su sonrisa relajada haciendo que sus labios se achicaran. Ví también sus ojos mirando hacia ningún lado en específico, y como su postura cambio cuando nuestras mirada se encontraron. Para ser sinceros, ella estaba hermosa, el cielo oscuro y gris contrastaba con su imagen haciéndola resaltar con la luz de algunas estrellas que recién comenzaban a salir.

De repente un fuerte viento comenzó, logrando que ambos nos estremeciéramos. Y considerando que estaba deseando una excusa para tenerla cerca mío, dí un pequeño paso con mis brazos abiertos, ella luego de meditarlo, decidió rendirse. Le rodeé la cintura y nos quedamos allí mirándonos. Luego al mismo tiempo empezamos a mirar nuestro entorno. Pero al menos yo, no estaba completamente concentrado, solo podía pensar en el contraste de nuestros cuerpos calientes contra el viento frío, en el movimiento de su cuerpo al respirar, en el aroma de su cabello, y en que al tenerla allí cerca mío, me sentía alguien diferente, sentía que nada podía salirme mal, y que estando a su lado todo era posible. Y como modo de agradecimiento, besé su coronilla e intenté retener el perfume de su cabello en mi nariz.

***

Habíamos decidido bajar de la terraza ya que el viento frío amenazaba con ser cada vez más fuerte. Estábamos sentados en unos bancos de la plaza enfrentados para poder charlar como últimamente estábamos haciendo. Sin embargo algo había cambiado en la atmósfera. En el aire se sentía una liviandad casi indescifrable. Nos rodeaba paz y calma, tranquilidad y compresión.

—¿En qué piensas tanto?—preguntó con una curiosidad típica de los niños.

Quería decirle que mis pensamientos estaban alrededor de ella, que estaba preciosa. Pero no, eso solo complicaría las cosas. Yo no era suficiente, merecía alguien mejor. Alguien mas simple, con menos pasado. Así que me concentré en inventar una excusa creíble.

—Solo pensaba en que las noches así me encantan, son frías pero no lo suficiente como para quedarse encerrado.

Me miró de forma calculadora, como si no me creyera. Finalmente hizo un gesto con la mano.

—Está bien... supongamos que te creo.

Suspiré aliviado, por un momento pensé que ella iba a pedirme explicaciones que yo no estaba dispuesto a dar. Tampoco sabía como explicarlas, en mi mente estaba todo confuso. Es como si mi mente fuera un conjunto de pensamientos todos mezclados entre sí, y ninguno estaba dispuesto a desenredarse.

—Es hora de volver, mi hermano me ha llamado unas cuatro veces, de seguro la directora llamó a mi casa.—dijo frustrada.

—Es cierto, debemos regresar.—tomé mi teléfono y ví que mi madre también había intentado comunicarse.

Le escribí un mensaje para que no se preocupara, y que le explicaría cuando llegué a casa. Aunque creo que la excusa "me escape del colegio con Emma" no le caería nada bien.

Tomamos nuestras cosas y emprendimos el viaje a nuestras casas. No hablamos en casi todo el trayecto de vuelta, efectivamente ambos teníamos las mentes ocupadas en otras cosas.

Caminábamos sin decir palabra y el silencio no tardó en llegar. Todo a nuestro alrededor parecía ser estático, mientras nosotros nos movíamos y escuchábamos el sonido de nuestras pisadas contra el pavimento. Cada tanto el viento soplaba y nos recordaba que el tiempo seguía su curso.

Luego del viaje en tren nos animamos a caminar charlando, la voz de Emma retumbaba en el eco de la noche, al igual que su risa.

Llegamos a su casa y nos despedimos, para darme cuenta que en realidad no quería estar solo, no quería estar sin ella. Me planteé tomarla del brazo y retenerla, pero al final de cuentas descarté esa idea y me fui caminando lento, con la soledad como mi única compañía. 





Sálvame De Mis Demonios.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora