3.-Invadido

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Castiel pasó su habitación y siguió caminando hasta el despacho. ¿Qué pasaba con él? No era la primera vez que realizaba esta entrevista. Cada cierto tiempo, alguna editorial extranjera se ponía en contacto con la suya para solicitar la publicación de sus libros. Castiel tenía claro que sus historias debían ser tratadas con respeto, y lo más importante, no debían ser modificadas. Por lo tanto, conocer a los agentes personalmente era lo que él necesitaba. Le costaba confiar en las personas, era unos de los rasgos más marcados de su personalidad. Por lo que entregar el trabajo de su vida, sus amores, sus libros, debía ser a alguien que lo valorara de la forma en que él lo hacía, como historias vivas.

Sentado tras su escritorio, con un vaso de coñac en la mano, no podía dejar de pensar en ese par de ojos verdes; tan verdes como los bosques que rodeaban su casa e igual de vivos. El pobre hombre estuvo a punto de caer por lo que su instinto fue asirlo por los hombros; pero no contaba con esa mirada, una mirada que había logrado traspasar todas sus protecciones, una mirada que había hecho que se sintiera invadido. Pero la sensación, al contrario de lo que él hubiese pensado, no había sido desagradable, había sido excitante. Era como si esos ojos pudieran traspasarle energía. Castiel jamás había sentido algo similar con nadie. 

Se encontró recordando a Flavia, la mujer con la que había estado casado, hace una eternidad. Recordó sus ojos, la forma en que lo miraba cuando estaban enamorados, cuando él sentía que la amaba. Pero la sensación era distinta. Luegoecordó a su hijo Jack, a quien amaba más que a su propia vida. El chico había heredado sus ojos azules. Pero los ojos de Jack tenían una pureza, suspicacia y energía distintas a las de Castiel. La mirada de Dean era similar, llena de vida; pero lo que había sentido no se comparaba. Era totalmente diferente y a Castiel lo volvía loco no poder catalogarlo o comprenderlo, como hacía con todo en su vida.

Al día siguiente a las 08:30, Castiel bajó al comedor para desayunar y Dean ya se encontraba ahí. Vestido de manera informal; Jeans, mocasines y una camisa le daban un aire de juventud. Castiel tenía conocimiento que Dean era casi de su misma edad, pero él con sus pantalones de tela, y su chaqueta se sentía mucho mayor.

Dean estaba absorto contemplando la colección de máscaras que Castiel había recolectado en sus viajes, específicamente en la máscara ceremonial. Aquella que le habían obsequiado miembros de una auténtica tribu amazónica, quienes le explicaron el significado en su intrincada lengua aborigen. Con ayuda del traductor, Castiel comprendió que la máscara permitía ver las verdaderas intenciones de las personas, y así saber si eran amigos o enemigos.

Castiel absorto en el recuerdo, no notó que Dean se había percatado de su presencia y se había movido a su lado hasta que sintió que tocaban su hombro diciendo:

-La máscara negra y rojo es un poco aterradora, ¿no crees?-

-Se supone que debe serlo ya que es una máscara de guerra- Respondió Castiel sin perder la compostura , a pesar que la mano de Dean seguía en su hombro, lo que le provocaba nuevamente esa sensación de invasión, de intimidad y desnudez que no sabía explicar.

Castiel se giró hacia el calor del toque de Dean y volvió a encontrarse con esos joviales pozos verdes, Castiel pensó en esmeraldas, turquesas y toda clase de joyas, pero ninguna tenía el color y la viveza. Dean le devolvió la mirada y ladeó la cabeza hacia un lado, mostrando una sonrisa torcida, aguantando el momento. ¿Sería posible que él también se sintiera así de conectado cuando lo miraba? Fue Dean quien rompió el silencio, al mismo tiempo que quitó la mano del hombro de Castiel. Ahí, la piel de su hombro se sintió fría. Como si el calor hubiese sido drenado de esa parte de su cuerpo.

-¿Cuál será el itinerario para hoy, Castiel? Debo admitir que siento mucha curiosidad y no sé qué esperar. No sé cuales habilidades son las que estás testeando, o qué defectos son los que debo esconder- Agregó Dean con una risa traviesa.

A través de las nubesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora