39.-Desesperación

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- Dean, ya regresamos- Gritó Sam al entrar a la mansión -. ¿Dean?- Volvió a intentar, pero nadie respondía, por lo que se dirigió a la cocina donde la señora Riggs preparaba la cena, seguido por la pequeña Doreen -. Señora Riggs, ¿Ha visto a mi hermano?- La mujer se giró hacia el hombre y la niña que lo miraban expectantes.

- No señor- Respondió la mujer -. Pensé que estaban juntos. -

- Doreen, espera aquí con la señora Riggs, iré a revisar las habitaciones; la niña asintió obedientemente.

Sam subió la escalera hacia las habitaciones de su hermano y Cas, llamándolo en voz alta. Abrió cada una de las puertas, pero no había señales de su hermano; en ese momento su teléfono vibró en su bolsillo, lo sacó rápidamente pensando que sería Dean avisándole dónde se encontraba, pero la llamada era de Gabriel, contestó aún pensando dónde podría haber ido Dean.

- ¿Hola, Gabe?-

- Sam, ¿Está Cas en la mansión?- Preguntó angustiado

- Pensé que estaba con ustedes- Respondió Sam.

- Lo estaba, pero de un momento a otro desapareció, lo más extraño es que su auto sigue en el estacionamiento de la editorial- Gabriel se oía preocupado -. Pásame a Dean. -

- Dean no está en la casa. - Sam sintió una extraña presión en su pecho -. Fuimos por un helado con Doreen, y al volver no lo encontramos. -Sam se vio contagiado por la angustia de su amigo -. ¿Crees que puedan estar juntos?-

- Si es así, los mataré por no avisarnos. He intentado llamar a Cas a su teléfono pero está apagado, ¿Qué tal el de Dean?-

- Aún ni siquiera lo intento, estaba buscando en las habitaciones cuando me llamaste. Dame un minuto. - Sam puso a Gabriel en espera y marcó el número de su hermano, llamada que se fue enseguida al buzón de voz, por lo que colgó y volvió a la llamada con Gabriel -. Está apagado Gabe... tengo un mal presentimiento amigo. -

- Tranquilo Sammy, Jack y yo estamos llegando a la mansión; apuesto que es alguna clase de broma. - Gabriel intentó que su voz sonara más tranquila, pero también se sentía intranquilo -. Los voy a matar... en serio lo haré. -

- Cálmate amigo, los espero para que podamos buscarlos juntos- Con esa última frase, Sam colgó la llamada, pasó las manos por su rostro intentando calmarse.

- ¿Sam?- Doreen estaba de pie junto a su "tío gigante", quien se giró a ver a la niña intentando componer su rostro.

- Dime pequeña- Dijo Sam agachándose frente a la niña.

-Algo no está bien- Dijo la nena con su característico tono adulto -. ¿Dónde está Dean?-

- ¿Qué es lo que no está bien?- Preguntó Sam mirándola con la cabeza ladeada.

- Necesito a Dean, tío Sam... ¿Dónde está? Algo no está bien con él... y con Castiel. Debemos estar con ellos... es muy importante. - La pequeña abrazó a Sam y comenzó a llorar desconsoladamente. En ese momento, se escuchó la voz de Gabriel llamándolo desde el primer piso.

- Arriba- Gritó Sam, aún abrazando a la niña que no paraba de llorar.

Gabriel y Jack llegaron corriendo al segundo piso, al ver que Sam abrazaba a Doreen, se quedaron quietos a su lado.

- ¿Qué ha pasado?- Preguntó Jack.

- Creo que los muchachos podrían estar en peligro- Dijo Sam con los ojos muy abiertos.

Luego que Sam lograra calmar a Doreen, esta cayó en un profundo sueño, los hombres la recostaron en la habitación de Castiel, y bajaron a conversar a la sala. Sam les contó a Gabriel y Jack lo que la niña le había dicho, por lo que los tres estuvieron de acuerdo en llamar a la policía para reportar a los hombres como desaparecidos; algo que resultó inútil, ya que se necesitaban cuarenta y ocho horas desde el momento de desaparición, para comenzar una búsqueda. Sin dejarse abatir, los tres comenzaron con su propia búsqueda; Gabriel llamó a Balthazar, Jack a su tía Anna para que revisara las cámaras del estacionamiento de la editorial y le avisara si su padre se aparecía por allá. Sam comenzó a revisar exhaustivamente la mansión, cada habitación fue examinada por el hombre quien al llegar a la última respiraba cansado de tanto subir y bajar escaleras. Fue entonces cuando decidió revisar el jardín donde habían estado jugando con Doreen unas horas antes, recorrió las inmediaciones mirando exhaustivamente, sin saber realmente qué era lo que buscaba, mientras se repetía a sí mismo que todo era un malentendido, y que de un momento a otro su hermano y su pareja aparecerían riendo por la entrada de la mansión. Al mirar hacia la reja que daba la bienvenida a la mansión, notó que algo brillaba en medio de los rosales que flanqueaban el portón, caminó a pasos largos hasta donde provenía el fulgor, el corazón martillándole en los oídos; al llegar se dio cuenta que era el teléfono de su hermano, con la pantalla hecha trizas. Tomó su propio teléfono y le marcó a su amigo que estaba dentro de la casa, quien respondió al segundo timbre.

A través de las nubesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora