Capítulo 32

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Al llegar a la puerta de la casa golpeó dos veces para que enseguida se abra la puerta y deje ver a una joven.

—Hola — le sonrió.

—Hola — me sonríe ella.

Se ve joven, debe tener unos dos años menos que yo.

—Necesitamos ayudas — le dice Alena.

—Claro, pasen — ella abre la puerta.

Entramos a la casa, ella nos hace tomar asiento.

—Llamaré al abuelo — dice ella para enseguida marcharse.

Alena y yo intercambiamos miradas.

Minutos después aparece un anciano de cabellera blanca y ojos azules como el mar.

—Hola — nos sonríe el.

—Buenas tardes — decimos yo y Alena.

—¿Que se les ofrece? — pregunta el tomando asiento frente a nosotras.

— Necesitamos su ayuda, tenga compasión de nosotras — digo mirándolo.

—Cuénteme — dice el apoyando sus manos en un bastón.

— Me llamo Irina y ella Alena...— digo, pero ella me interrumpe.

—¿Irina como la hija del nuestro fallecido rey?— pregunta su nieta sorprendida.

—Si, soy Irina Ivanok — respondo mirándola —Puede que no me crean.

—Te creo jovencita — dice el anciano.

—¿Enserio? — pregunto sorprendida.

—Si, porque se dice que Irina Ivanok es la mujer mas bella que se a visto en la tierra y tú lo eres — dice el hombre a lo que sonrió —Y Alena es la...

El no quiere decir la palabra.

—La sirvienta — completa ella la frase.

—Si, el último amor del rey. Usted tiene un hijo con el rey llamado Lev — dice y me sorprende que sepa tanto — Y la señorita Irina tiene un hermano. Fredek el cual ahora es nuestro rey junto con su esposa Angéle.

— Es genial que sepa tanto — digo sonriendo.

—Sígame contando su problema — dice el.

—Entonces... los turcos invadieron el castillo destruyendo todo y secuestrándonos porque ellos quieren que mi hermano les devuelva algo que nunca a sido suyo. Nos llevaron a un castillo en donde nos tenían, pero logramos escapar — le cuenta Alena.

—¿Ustedes y quienes más? — pregunta la joven.

—Alena, la reina, sus damas y yo, pero las demás tomaron delatenra— digo mirándola.

—Les brindaremos nuestro apoyo — dice el hombre para enseguida mirar a sus nieta que asiente con la cabeza.—Yo me llamo Lenin y ella se llama Anya. Anya les enseñara el cuarto en donde pasarán la noche.

—Gracias — decimos al mismo tiempo.

—Vamos— hace un gesto ella con la mano.

Caminamos por un largo pasillo para enseguida doblar y encontrar una puerta. Ella la abre y deja una habitación con una gran ventana fondea entra la luz del sol y una cama, es un cuarto bonito.

—Siéntanse cómodas — dice ella para enseguida salir del cuarto.

Me siento en la cama con Alena.

Ella toca mi mano.

—Vamos a estar aquí la noche y enseguida seguiremos nuestro camino para llegar al castillo —dice ella a lo que asiento con la cabeza.

Me levanto y voy hacia el baño que está afuera del cuarto.

Abro la puerta para enseguida entrar y cerrarla, enciendo la luz y me miro al espejo. A mí parecer me veo faltal.

Mi cara está más pálida de lo normal y se notan demasiado mis ojeras.

Abro el grifo de la llave y introduzco mis dos manos juntas para poder sacar un poco de agua para enseguida agachar mi cabeza y mojar mi cara.

Levanto mi cabeza para enseguida secármela con las mangas de mi vestido.

Arreglo un poco mi cabello, pero un pensamiento da vueltas en mi cabeza ¿que pasa si no puedo encontrarme otra vez con Lev?.

Al final me di cuenta de lo que sentía por Lev nunca desapareció solo lo escondí un tiempo mientras el no estaba, pero al volver a verlo volvieron a salir esos sentimientos. Lev es amor de mi vida.

Salgo del baño y voy hacia el comedor donde deben estar todos.

—Señorita Irina — dice la chica —Vamos a cenar. Tome asiento.

—No es necesario que me digas Señorita Irina solo dime Irina — digo sonriéndole a lo que ella asiente con la cabeza.

Camino hacia la mesa para enseguida sentarme junto a Alena.

La joven  deja pan y varias cosas para comer encima de la mesa.

Vemos que ellos agachan sus cabezas, pero no es como los católicos. Ellos son protestantes.

Alena y yo intercambiamos mirada ya que los protestantes no son muy aceptados.

—Ahora si podemos empezar a comer — dice el anciano.

Me llevo una cucharada de lo que parece carne con papas de cosecha.

—Está delicioso — le sonrió al anciano y la joven.

—¿Solo viven ustedes dos? — le pregunta Alena.

—Si, mis padres murieron por esa enfermedad que hubo hace poco — dice la joven con un tono triste.

— Tenemos algo en común, yo tampoco tengo padres. Mi madre murió cuando tenía nueve años y mi padre murió por la enfermedad hace poco — digo mirándola.

—¿Como puedes vivir sabiendo que no eres tan feliz como lo eras cuando estaban tus padres?— me pregunta ella. Es tan difícil esa pregunta.

—Porque también tengo a otras personas que me hacen igual de feliz —sonrió—  Tarde o temprano sabía que ellos se iban a ir y que tendría que dejar de comportarme como la niña que solía ser. No te mentiré, a veces extraño mucho a mis padres, pero que están en un mejor lugar.

Ella me sonríe.

De repente golpean la puerta fuertemente.

Alena y yo nos miramos.
    
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Protestantes: es utilizado para referirse tanto a los grupos cristianos que se separaron de la iglesia católica  con la reforma protestantes

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