6.CAMBIO DE CORAZÓN

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Harumin respondió al beso de Yuzu con la misma intensidad, hasta que, ya sin aliento, al fin separaron sus labios.

-¿Por qué me besaste?-preguntó Harumin, aferrada al cuerpo de Yuzu.

Yuzu unió su mejilla a la de ella, acariciándola con delicadeza. Por toda respuesta, la besó de nuevo, esta vez con mucha dulzura, sin prisas, saboreando cada detalle de su sensual boca. Harumin tuvo el impulso de empujarla y tirarla a la cama, pero se contuvo. Percibió en Yuzu no tanto el deseo sexual,como el querer sentirse amada y comprendida; por eso, depositó en sus caricias todo el amor que podía brindarle desde lo más profundo de su ser.

-Yuzu, te amo tanto. –Dijo suavemente a su oído-Quisiera quedarme así, contigo, por siempre.

Lo ojos verdes de Yuzu brillaban, cautivos bajo la sombra de un misterioso destello imposible de interpretar.

-Haru- susurró quedamente-he comprendido, de la forma más dura posible que, al entregar tu corazón tan ligeramente, pueden jugar con él hasta que, hastiados, lo arrojan a la basura, dejándote a ti el trabajo de recogerlo herido o hacer uno nuevo...y eso es tan injusto. Sobre todo cuando se ha amado tanto como yo lo he hecho. Por eso, he decidido no permitir, de ahora en adelante, que nadie vuelva a engañarme; actuaré de acuerdo a lo que me dicten mis impulsos, por muy primitivos que sean, diré lo que piense sin importar si mis palabras lastiman a alguien y haré lo que se me pegue en gana sin temor a las críticas. Tal vez tú también me dejes, pero....

-Ni lo pienses-dijo Harumin, poniendo un dedo en los labios de Yuzu- Siempre estaré contigo; entiendo lo que dices. Aunque te vistas con una piel distinta, tu verdadero color estará allí para mí. ¿No es así?

Yuzu sonrió ligeramente, despidiendo un suave fulgor de gratitud de sus pensativos ojos verdes.

-Vamos a la escuela, Harumin.

-Primero vamos a arreglar un poco esa palidez.

Mientras peinaba sus ondas doradas, Harumin sentía que se agigantaba en forma desmesurada el amor y deseo que albergaba hacia ella. La miraba con tal adoración, que Yuzu se conmovió ante tal despliegue de cariñosa solicitud. Cuando emprendieron el camino a la escuela, Yuzu tomó la mano de su Harumin, sintiendo a través de ese sencillo contacto una calidez parecida a la que sintió la primera vez que Mei la llevó a ella del mismo modo el día que le declaró sus sentimientos. Sin embargo, su corazón ya estaba tan agrietado y lastimado, que la luz que antes habitaba en él empezó a convertirse en densas tinieblas. Pasaría mucho tiempo antes de que volviera a sonreír con toda la profundidad y belleza que poseía su alma generosa.

En la Academia Aihara, Mei esperaba pacientemente en la entrada la llegada de Yuzu. La primera hora ya había empezado y ella no llegaba aún. Una angustia inexplicable le oprimía el pecho. Quería verla, abrazarla, y decirle, por fin, cuánto la amaba; pero, por una razón que era ajena a su entendimiento, sentía que algo se había perdido la tarde anterior cuando, en la oficina, se entregó a la lujuria. En efecto, algo irremplazable se había esfumado, pero ella no lo sabía.

Cuando la divisó, quiso correr a su encuentro, pero se detuvo en seco. Venía con Harumin y, al parecer, no la habían visto. Venían tomadas de la mano, sorprendiéndole la expresión que tenía Yuzu. A pesar del maquillaje, se veía terriblemente pálida, y una tormenta parecía nublar su gentil rostro. No obstante, se adelantó para saludarla, tratando de parecer lo más natural posible.

-Buenos días, Yu....

Ambas figuras pasaron de largo, dejando su saludo flotando en el aire. Sin dar crédito a lo que acababa de ocurrir, Mei alzó su voz.

CITRUS-UNA CONFESION INESPERADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora