Ninguna de las dos decía nada. Yuzu, con su sistema nervioso despedazado, era víctima de un temblor que le afectaba las manos; Mei lo pudo sentir en el rudo contacto de esas manos que ahora se le antojaban tan amadas y necesitadas y que parecían arder de fiebre. ¿Qué querría decirle Yuzu? La noche anterior, después de que ella se fue, se sintió tan sola, tan abandonada, que sólo su almohada fue testigo de lo mucho que lloró. Lloró por todas las palabras crueles que le había dicho Yuzu ese día; pero en sus más íntimos pensamientos sentía merecer todo aquello. Yuzu la había amado tan tierna e incondicionalmente, paciente, y dulce como la poesía del cielo, y ella, Mei, muchas veces la azotó con el látigo de la indiferencia, y la gota que rebosó el vaso fue lo acaecido en la Dirección. Al recordarlo, las lágrimas empezaron a caer nuevamente. Tenía miedo: miedo a perderla, y miedo a que ella se esfumara entre los vientos tristes de la ausencia.
Yuzu pudo sentir a través de las vibraciones de la mano que sostenía, y también las de su corazón, enamorado aún, la dura amargura que aprisionaba a su hermanastra.
-Mei- dijo, tratando de no mirarla; sabía que lloraba y eso la lastimaba a ella también, a pesar de las ofensas que le dijo la noche anterior- busquemos un lugar tranquilo donde podamos hablar. Himeko no tardará en aparecer a dar lata y, además, hay muchas estudiantes por aquí.
Mei, tratando de no llorar, la miró con ojos que desbordaban un amor que iba más allá de los límites de lo que hubiera podido soñar sentir por alguien; Amaba a Yuzu con locura pero, para su desgracia, sólo lo descubrió ahora que estaba a punto de perderla. Y el pensar que ella podía irse de su vida no la dejaba ni respirar; Yuzu era su aire, el sueño más dulce que hubiera podido llegar a una chica solitaria como lo había sido ella. Sin embargo, no pudo atinar a lo que debía decir en ese momento. Era como si la suerte se negara a echarle una mano. Casi sin pensar, le dijo:
-Vayamos a la Dirección. Allí podremos hablar tranquilamente.
Al decir eso, la mano de Yuzu se convirtió en una tenaza de hierro que amenazaba con partirle los huesos de la mano. Mei se estremeció.
-¡Urkhh! Yuzu, me duele, no me aprietes así, me vas a dislocar los dedos.-Mei se atemorizó al vislumbrar el rostro de Yuzu, que se puso más pálido de lo que ya estaba. El ánimo de Yuzu era como una veleta que giraba descontroladamente por los vientos del resentimiento. Intentó zafarse de lo que parecía una garra, cuando Yuzu se volteó, mirándola con una expresión que le paralizó el corazón. Esta última, con voz que temblaba de ira contenida, le espetó, estrujándole los dedos sin piedad:
-¡¿Otra vez con la misma mierda?! ¿Acaso eres estúpida? Parece como si te deleitaras en añadirle más sal a la herida. ¿Esa es la inteligencia de la que tanto presumes? Más sentido común tiene un gusano que tú. El despacho de Director. Como si me gustara esa maldita mierda.
Yuzu sabía que estaba siendo cruel, pero últimamente le era imposible detenerse cuando de ofender a Mei se trataba. Esta no pudo soportar un segundo más la tristeza que la agobiaba y, liberando su mano dolorida, le gritó apasionadamente, llorando vivamente y olvidando que alguien podía escucharlas:
-¡Ya basta! Por favor...-cayó de rodillas-¡Si tanto me odias, sólo dilo! No tienes que forzarte a estar conmigo cuando es evidente que preferirías estar con un gusano que conmigo. ¿No lo acabas de decir? ¿Crees que esas palabras no me hieren, que porque mi carácter sea poco expresivo, no tengo un corazón al cual puedes lastimar?-Se cubrió el otro con las manos-Todo lo que digo o hago te molesta. Ya no me quieres ¿Verdad?
Mei miró a Yuzu con expresión tan dolorida, que ésta empezó a respirar agitadamente; hubiera querido abrazarla y secarle sus lágrimas, pero su rencor pudo más.
-Deja de arrastraste como un insecto.- sus ojos tenían una expresión un poco malvada- Eres patética, me asquean las personas que lloran para conseguir lo que quieren.
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CITRUS-UNA CONFESION INESPERADA
FanfictionEstamos tan acostumbrados a que el sol salga cada día y nos de vida y luz con su calor, que nuestra conciencia no alcanza a meditar en lo que ocurriría si ese sol, un día, se negara a salir para nosotros. En esta historia veremos que la grandiosidad...