15. ENTRE TRISTEZAS Y CANCIONES

3.1K 170 145
                                    



Yuzu, con el pecho henchido de amargura, salió por la parte de atrás de la escuela. Mitsuko, desesperada, la seguía, tratando de no llamar demasiado la atención de las estudiantes. Cuando estuvo fuera, gritó, en un supremo paroxismo de miedo por lo que Yuzu estaría pensando:

-¡Yuzuko, princesa, espera!

Pero Yuzu corría, mientras las lágrimas surcaban su cara. Tropezó, se levantó, volvió a tropezar; Mitsuko llegó al lado de ella, e intentó abrazarla, a lo que Yuzu respondió, empujándola débilmente:

-Déjame sola...no quiero hablar contigo. ¡TE DIJE QUE NO HABLARAS CON ELLA! ¿Por qué lo hiciste?

-Mi amor- respondió Mitsuko con el rostro desencajado por el terror-ella me estaba esperando en el parqueadero y...

-No tengo ánimos para escucharte ahora- Yuzu adquirió un tono lejano y frío, a pesar de que lloraba-Me voy a casa.-Se levantó, dándole la espalda a Mitsuko.

-¡Espera, déjame contarte lo que ocurrió! No puedes irte, y dejar trabajar tu mente con falsas especulaciones. Yo te amo, Yuzuko, para mí no hay nadie más aparte de ti; no me dejes así. Hablemos.-Intentó tomar su mano, pero Yuzu no se lo permitió.

-¡Te dije que que no quiero hablar ahora! ¿No lo entiendes?-De la tristeza, Yuzu pasó al enojo. Miraba a Mitsuko con ojos vidriosos, fríos.-De todas las perras que habitan este mundo, tuviste que dejarte engatusar de la más hija de puta.

Mitsuko no podía creer que su amada la estuviera tratando con tanta frialdad. No era muy dada a llorar, pero eso le dolió tanto, que sus ojos se humedecieron de pena.

-Princesa, yo te amo más que a mi vida. No pienses mal de mí; no te imaginas cuánto me hiere que me hables así.

-Ya basta- Yuzu se había enfadado- Me recuerdas a Mei cuando trataba de dar excusas baratas a su comportamiento, actuando como santa, como si yo fuera una idiota que se come el primer cuento que le dicen.

Mitsuko abrazó a Yuzu, tratando de retenerla. Empezaron forcejear, la una para soltarse, y la otra para detenerla.

-¡Déjame!

-¡No, Yuzu, no quiero una repetición de lo que viviste con Mei! Mi vida-la voz de Mitsuko se quebró-vamos a hablar, te lo ruego.

Yuzu sintió que algo humedecía su hombro. Eran lágrimas. Su corazón se contristó, porque Mitsuko no era de las que lloraban, por muy mal que las cosas fuesen. Ella era como un baluarte al que uno podía sujetarse sin miedo a caer, por muy fuerte que fuera el viento. Pero, como le pasó una vez con Mei, recordarla con Misaki la endureció de nuevo. Hizo acopio de fuerzas, y la empujó, logrando soltarse.

-¡Basta! No hagas que te diga cosas crueles. No tienes idea de lo hiriente que puedo llegar a ser.- después, emprendió la carrera nuevamente, sin mirar atrás.

Mitsuko se quedó allí, con la mano extendida, sujetando el aire. Empezó a estremecerse, llevándose las manos a la cabeza. Se sentó en una banca que había por allí, sin saber qué hacer. La idea de perder a Yuzu la llenaba de pavor, tristeza y desolación. Sabía perfectamente que Yuzu, por mucho que la quisiera, si estaba convencida de que la había engañado deliberadamente, nunca volvería con ella. Y ahí estaba Mei como prueba. Silenciosas lágrimas corrían por sus mejillas, mientras mecía su cuerpo, que tiritaba de frío, un frío espiritual y físico.

-Yuzu, mi amor, apenas estábamos empezando . ¿Ya el sueño llegó a su fin?-murmuró, angustiada.

Una mano de puso sobre su hombro. Creyendo que era Yuzu, se levantó de un brinco.

CITRUS-UNA CONFESION INESPERADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora