26. LA VIDA SIGUE...Y TAMBIÉN TERMINA

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La luna era el testigo más sereno de la tragedia que tocaba a la puerta, en esa noche de inicios de primavera, de la tranquila ciudad de Tokio. El fuerte choque había sido tan brutal, que los ecos de su estridencia llegaron hasta el lugar donde se celebraba el festival. Debido a lo avanzado de la hora, muchos de los asistentes ya se habían marchado; pero los que aún estaban, se acercaron, atraídos por la curiosidad. Una niña que se había escapado de la mano de su madre, dio un gritito al ver el cuadro tristemente grotesco de aquella joven tirada en medio de la carretera, con un brazo quebrado cruzado debajo de la espalda. Alguien llamó una ambulancia.

Sin embargo, lo que hacía a más de uno girar la cabeza, incapaz de soportar por mucho tiempo la desgarradora escena era el indescriptible dolor que emanaba de la chica de cabello corto y yukata azul que estaba arrodillada junto a la accidentada. Eran tan intensas las vibraciones de su tristeza, que algunas chicas lloraban en silencio.

Maruta temblaba; su ser era  un cúmulo de partículas que poco a poco se iban diseminando, dejándola casi sin alma

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Maruta temblaba; su ser era un cúmulo de partículas que poco a poco se iban diseminando, dejándola casi sin alma. Harumin estaba sentada en el piso, y su mirada se había cristalizado, perdida en su propia incredulidad. ¿Su única hermana, muerta? No, dentro de un rato se encontrarían en casa, y las dos se reirían de ese absurdo sueño. Matsuri, sin saber qué hacer, la abrazaba estrechamente.

-Esto en un loco sueño ¿verdad, Matsu?- en respuesta, ésta la estrechó con más fuerza aún.

Harumin miró una vez más el centro de su pesadilla. Era demasiado real. Su mirada se nubló, y sin poder resistir más la aterradora sospecha de que aquello no era un horrible sueño, se desvaneció en brazos de Matsuri.

Yuzu se arrodilló para tratar de decirle algo a Maruta, pero ésta no sentía nada. Sólo percibía vagamente su propia respiración, y le lento latir de su corazón. Con los ojos secos y apagados, parecidos a los de un cadáver, miró a Yuzu.

-Está muerta Yuzu. Yo la maté. Yo la maté, yo la maté...

-No...-Yuzu trató de persuadir a Maruta de que se equivocaba, pero su voz se quebró en el intento. No quería mirar a Mitsuko; sin embargo, no pudo evitarlo; y contemplar ese rostro exangüe, con la tonalidad de la muerte adherida a su piel, acabó con el poco dominio de que disponía. Hizo un gran esfuerzo para contener los espasmos de su pecho, sin lograrlo. Las lágrimas se desbordaron, y empezó a sollozar. Ahora fue Mei quien se arrodilló junto a Yuzu, pasando su mano por la rubia cabeza.

Entonces, la dimensión de los hechos azotó el corazón de Maruta con la fuerza de un terremoto. Tomó entre sus manos la de Mitsuko, y la llevó a su cara. El temblor de su cuerpo se intensificó y, ya sin poder contener más el agudo dolor de la pérdida, gritó con voz desgarradora:

-¡¡MITSUKOOOO!¡Noooo, Mitsukooo! - El llanto acudió con tan amargo pesar, que los que aún no lloraban sintieron cómo el dolor de la muerte parecía tomar forma y los tocaba con sus dedos neblinosos, enfriando cuanto estaba a su alcance.

CITRUS-UNA CONFESION INESPERADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora