El primer festival de la primavera prometÃa ser una delicia para todos sus asistentes. Los distintos puntos de atención estaban bien equipados para hacerle pasar a los visitantes un momento inolvidable; el ambiente era propicio para la integración familiar, fraternal y, claro está, para el romance. Muchas parejas, y grupos de amigos se habÃan dado cita en el esperado festival e incluso, citas de primera vez estaban a la orden de la noche, esperando culminar con éxito.
Muchas estudiantes de la Academia Aihara pululaban en las diferentes atracciones que brindaba la feria: tiro al blanco, atrapar a los pececillos, ventas de helados, danzas tradicionales, altares... hasta adivinas y actos de magia blanca, los cuales eran la delicia de los más chicos. Sin embargo, lo más llamativo y colorido de todo era el hermoso desfile de yukatas de las asistentes femeninas. Estas tÃpicas prendas de vestir, frescas y propicias a la estación de las flores, venÃan ese dÃa en todos los colores y variantes pequeñas del diseño original, convirtiendo a quienes las usaban en exóticas y clásicas bellezas orientales.
Ya eran las siete, y la celebración estaba en pleno auge. Matsuri deambulaba entre la multitud, mirando a un lado y otro. Buscaba a Harumin, quien debÃa de estar con Yuzu y Maruta, pero entre tanta gente, unido a su baja estatura, la tarea no era fácil. Decidió subir a un muro, desde el cual podÃa tener una vista panorámica que le permitiera encontrar su objetivo. Hubiera dado cualquier cosa por haber estado desde el principio con Harumin...
El poco resentimiento que le habÃa quedado a causa de su tonta pelea con ella se habÃa disipado por completo después del apasionado encuentro en el baño del karaoke, aunque el aguerrido orgullo Taniguchi se habÃa interpuesto en su anhelada reconciliación. Le habÃa dolido lo que Haru afirmó esa vez: que sólo se habÃa tratado de sexo. Sin embargo, comprendió que ella también se habÃa equivocado al lanzar con tanto desprecio el precioso anillo que su Haru le habÃa regalado, impulsada por el amor. Asà que iba a luchar para arreglar todo esa misma noche.
Era algo incómodo estar subida en aquel muro, y más con la yukata, pero su esfuerzo se vio recompensado al divisar entre la multitud a Yuzu y Harumin. Se bajó rápidamente, y en un instante ya estaba junto a ellas.
-¡Hola, Yuzu!-exclamó alegremente, mirando de reojo a Haru, quien al verla con la yukata a dura penas logró disimular la admiración que le causó el efecto que producÃa ese atuendo en su pequeña. De color violeta claro, salpicado con un estampado de copos de nieve blancos, realzaba su prometedora figura, dándole a sus ojos azules preciosos destellos de amatista. Le dieron ganas de abrazarla y darle mil besos en su rostro de muñeca, pero se contuvo, pues pensó que no serÃa bien recibida. Recordó su impenetrable expresión esa tarde, cuando, como un fantasma, se apareció frente a ella, y asà mismo desaparecer. Se alegró internamente de verla allÃ.
-¡Pero, Matsuri!-respondió Yuzu-¡Te ves preciosa!- Yuzu la tomó de la mano y le hizo dar un par de vueltas, haciendo que la sonrisa de Matsuri iluminara su rostro de manera agradable. El corazón de Harumin se aceleró de amor por ella. TendrÃa que hacer grandes esfuerzos para no correr a sus brazos.
-Tú también te ves linda, Yuzu. Esa yukata azul te queda de maravilla.
Matsuri miró a Haru directamente. Por un momento sus miradas anhelantes se congelaron, ansiosas. Yuzu, a pesar de que estaba inmensamente triste, sonrió al ver cuán enamoradas estaban sus amigas. Esto la hizo pensar en Mei; pero pensar en ella era demasiado doloroso, asà que trató de relegar por un rato su recuerdo, si lograrlo. Las lágrimas s e agolparon en sus ojos, y tuvo que hacer un rápido movimiento para evitar ser descubierta, aunque no fue muy sutil, ya que Matsuri la descubrió.
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CITRUS-UNA CONFESION INESPERADA
FanfictionEstamos tan acostumbrados a que el sol salga cada día y nos de vida y luz con su calor, que nuestra conciencia no alcanza a meditar en lo que ocurriría si ese sol, un día, se negara a salir para nosotros. En esta historia veremos que la grandiosidad...