21. EN EL VALLE DE LAS SOMBRAS

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Media hora antes

Mientras preparaba la cena, Mei no cesaba de mirar la hora. Muchas preguntas la acuciaban sin descanso, llenándola de extrañas especulaciones, todas oscuras y sin forma determinada. Esa extraña cadena de eventos la habían llevado a un estado de ansiedad y zozobra tal, que el corazón se le quería salir del pecho: primero, aquel raro sueño; luego, las galletas y ahora, esa extraña sensación de vacío y pérdida que no lograba descifrar bien.

Esa misma inquietud la llevó a llamar a Yuzu para calmar las trepidaciones de su alma trémula. Marcó el número, deseando casi con desesperación escuchar la voz de su amada. No obstante, Yuzu no respondió. Intentó comunicarse con ella diez veces más, sin resultado alguno.

Mamá notó la enorme agitación de Mei, quien no dejaba de mirar el reloj, ni de revisar el celular.

-Mei- le preguntó cuando la inquietud de Mei alcanzó límites de estrés sofocante- ¿Por qué no vas a buscarla? Quizá se entretuvo tocando, y por eso no oye el teléfono. Ya sabes cómo se pone cuando toca. -Y luego añadió, guiñando un ojo- Así, pueden aprovechar y dar un lindo paseo antes de regresar a casa.

Mei miró a Mamá, convencida de que ésta sospechaba algo. Una sonrisa de infinita comprensión se había dibujado en su gentil rostro, y Mei leyó en sus ojos absoluta aceptación.

-Sí, Mamá. -Mei le devolvió una mirada de inmensa gratitud. Se puso una chaqueta y, antes de salir, le dijo con calidez: -Gracias, Mamá.

Como un rayo, Mei se dirigió a la escuela. Esa sensación de inseguridad crecía conforme se acercaba al Instituto. Cuando al fin llegó, tuvo que detenerse a recuperar un poco el aire que su afán le había arrebatado.

La escuela estaba vacía. Eso despertó en Mei más extrañeza aún. No era posible que Yuzu estuviese ensayando sola... Definitivamente, algo estaba sucediendo.

Fue a toda prisa a la sala de ensayo general del club de Música, pero estaba vacía. Mei estaba desconcertada. De pronto, recordó que Yuzu acostumbraba a encerrarse en una sala de ensayo individual. Pero el desconcierto fue peor al ver regados por el pasillo donde estaban dichos salones cientos de pétalos blancos, de los cuales, algunos danzaban entre el viento que se escurría por una ventana a medio cerrar.

La curiosidad y el temor abordaron su ánimo de modo asfixiante. Esos pétalos hacían una especie de camino hacia la Dirección. Un nudo se formó en su pecho, pues los presentimientos parecían volverse realidad. Llena de estupor y gran miedo, se dirigió al despacho de su abuelo, y que ahora pertenecía, de momento, a Misaki.

Se detuvo cuando llegó a la puerta. El frío empezó a tomar posesión de su cuerpo. Casi no se sintió capaz de abrir la puerta. En ese instante, recordó el evento que mandó su vida al abismo y que por poco acaba con su vida.

Ella en brazos de Misaki. Y su primera vez desperdiciada con una mujer a la que no amaba.

Aún no lograba entender cómo había caído tan fácilmente, amando a Yuzu. Yuzu. Imaginar lo que su amada sintió al verla en brazos de otra la entristecía profundamente. Le dolía recordar eso.

Iba a abrir la puerta, pero un miedo terrible la envolvió, y un escalofrío recorrió todo su ser. Empezó a temblar. Estaba casi segura que algo espantoso la esperaba al otro lado, y casi se desvanece allí mismo. No obstante, reunió fuerzas de donde no tenía y, lentamente, abrió la puerta.

No hay punto de comparación para describir lo que Mei sintió al presenciar la escena que se desarrollaba en el interior de la oficina. Sorpresa, rabia, miedo, ira...los sentimientos se mezclaban en su interior con violenta furia.

CITRUS-UNA CONFESION INESPERADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora