CAPÍTULO FINAL
La lluvia comenzó a caer, tenuemente primero, y luego más impetuosa. El cielo se expandió en un llanto fluido y violento que se unía en tristeza al corazón de Misaki. Ella, encerrada en la lujosa mansión, dueña de todo y de nada a la vez, ya no podía soportar la presión enorme que aplastaba su pecho. Intentaba revivir los momentos maravillosos de su infancia al lado de su hermano y luego de Yuzu, pero nada lograba darle la paz y el alivio que tanto necesitaba su alma atormentada. Se recostó en el diván que coronaba el centro de la sala, y trató de dormir para escapar un rato de su angustia; sin embargo, el dolor estaba tan arraigado en su corazón, que ya había echado profundas raíces y era casi imposible desenterrarlas y arrojarlas fuera. Su cuerpo empezó de pronto a convulsionar y ya no pudo controlar el llanto que hubiera querido contener. Fue un llanto amargo, que le doblegó el espíritu. Se sintió el ser más miserable del planeta.
"Quiero morir, ya no soporto esto"-dijo su mente trastornada.
Se revolvió un largo rato en el diván, luchando contra las sombras. Trataba de espantar el horrible pensamiento que se había fijado en su mente. Sin poder resistir más, decidió salir a la tormenta que azotaba su isla con furia y aire de juicio. Le pareció que era castigada por todas sus malas acciones. Pero ¿Tenía ella la culpa? ¿De qué otra forma pudo haber maniobrado?
Sordas respuestas le llegaron del viento huracanado, como psicofonías venidas de ultratumba. Trató de descifrar sus acentos espectrales, logrando sólo percibir la rabia que incluso los mismos elementos sentían contra ella en ese momento. Entró de nuevo en la casa y se dirigió al baño. Tomó varios sobres de pastillas cuyo nombre ni siquiera leyó, y se tragó una gran cantidad de ellas para ver si así lograba entrar al fin al umbral del sueño. Al cabo de media hora su respiración se tornó irregular, y un poco después, entró en un coma profundo.
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Desesperada, Kanbaru observaba la furiosa tormenta que se había desatado. Lloraba de impotencia porque quería buscar a Misaki, necesitaba estar con ella. Presentía que el abismo de depresión en que se encontraba hundida Misaki la podía conducir a una locura llamada suicidio. Trató de convencer a Kouhei de navegar en medio de la tormenta, pero aunque este deseaba más que nada ir a buscar a su ama, navegar en el mar ese día era como pretender caminar en medio de un tornado: el agua se los tragaría en un momento. Kanbaru pasó una de las peores noches de su vida. Quería estar con Misaki, quería abrazarla y decirle que a su lado todo iría mejor. Pero la noche corría, y el tiempo era cada vez más corto.
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Una mañana fría y gris precedió a la furiosa tempestad. Mei no había podido dormir bien. Negros presentimientos se mezclaban con confusos sueños donde veía a Misaki erigirse como una especie de gigante que tomaba a Yuzu en sus manos, mientras reía y lloraba al mismo tiempo, para luego apretujar en un puño negro la débil y pequeña figura. En esos momentos, la pesadilla pareció fundirse con la realidad, y despertó con un alarido de angustia.
Pasos rápidos se precipitaron por el pasillo. Sho y Ume entraron, alarmados por los gritos de Mei.
-¿Qué pasa, Mei?
Ojerosa, y perlada la frente de sudor, Mei sólo atinó a preguntar en un tono que reflejaba la más profunda desesperación:
-¿Dónde está Yuzu?
-Aquí estoy.-Yuzu había entrado en ese momento en la habitación. Su cara no era de sosiego precisamente, pero sus ojos brillaban con débil ansiedad.
Mei observó con alivio a Yuzu y rompió a llorar. Ume le acarició el cabello suavemente, mientras decía:
-Yuzu ha vuelto, Mei. Ya no tienes que temer. Los que querían hacernos daño ya no están.
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CITRUS-UNA CONFESION INESPERADA
Fiksi PenggemarEstamos tan acostumbrados a que el sol salga cada día y nos de vida y luz con su calor, que nuestra conciencia no alcanza a meditar en lo que ocurriría si ese sol, un día, se negara a salir para nosotros. En esta historia veremos que la grandiosidad...