Capítulo 17: Engañada.

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uego de llorar en el baño, me metí bajo la ducha. Si Caleb veía mi rostro  sabría que estuve llorando y si me pregunta no podré mentirle.

Esa noche la cena fue sumamente incómoda. Mateo y yo estuvimos callados todo el tiempo mientras los demás conversaban, contaban anécdotas y reían. Camila parecía sentirse a gusto con mi familia y mi familia con ella.

Aunque no me caía bien, tarde o temprano debía aceptarla. Tenía que superar mis sentimientos. Otra vez me sentía entre la espada y la pared con Mateo y Caleb. Y empezaba a sospechar que Mateo aún sentía algo por mi.
¿Pero cómo puedo hacerle esto a Caleb? El ha sido increíble conmigo. No me lo merezco, soy una tonta.
Empiezo a cuestionarme si mi amor por el es tan grande como yo creía. Porque si realmente lo amara no sentiría cosas por Mateo.

¿Por qué todo es tan complicado?¿Por qué Mateo quiso alejarse de mí? No debería haberlo dejado ir. Debería haber luchado por lo que sentía por el en ese entonces, sentimientos que guardé en mi corazón bajo llave y hoy deciden volver a salir, sin mi permiso.

Camila, Mateo y Santi salieron a caminar esa noche. Yo preferí quedarme y Caleb se quedó conmigo.

Nos acostamos a ver una película y cuando quiso hacer el amor tuve que fingir que me dolía la cabeza para no hacerlo. Mi cabeza era un lío.
Me sentía cada vez más lejos de él, me sentía una extraña en mi propio hogar. Como si este último tiempo hubiera vivido en una mentira, en una farsa.

Me desperté temprano al otro día. Caleb y los demás aún dormían. Excepto nuestras madres que desayunaban juntas y conversaban abajo.
Rápidamente me uní a ellas. Siempre me hacían reír con sus locas historias y las anécdotas de sus clientas en la peluquería.
Pero ese día Estela tenía una historia diferente. Esa mañana me contó algo que las dos tenían bien guardado.

—Cuando tu padre murió, sabía que tu madre estaría destrozada. Así que dejé una nota, tomé algo de dinero y me fui a Buenos Aires un tiempo. Dejando a mi marido, dejándo a los niños, aún pequeños. Pero nada me importaba más que tu madre. Quería estar ahí para ella. Cuidarla, protegerla, ayudarla a superar lo de tu padre. Tu y Santi eran pequeños, pero se que algo recuerdas de aquella vez. Ahí fue cuando me conociste Ali.

Ella tenía razón. Nunca había visto a Estela hasta el día en que mi padre murió. Yo tenía cinco años, pero aún puedo recordarlo, ya que la amé desde el primer día. Ella nos cuidó y nos ayudó a superar lo de mi padre a los tres.

—Pasé un tiempo con tu madre, hasta que ella estuvo mejor y volví a ver a mis niños. Pero cuando llegué aquí me di cuenta que no era feliz, no importaba si estaba en Córdoba o en Buenos Aires, la que me hacía feliz era tu madre. Yo la amaba, la amé desde el primer día que la conocí. Por eso me divorcié Ali. Los niños nunca lo supieron, pero mi marido si, a él le debía la verdad. Le dije que amaba a tu madre y que quería ser feliz junto a ella. Nos divorciamos y el se fue a vivir a Buenos Aires, al mismo tiempo yo decidí a buscar a tu madre para que vengan a vivir con nosotros. Para tenerla cerca, para hacerla feliz y cuidar de ustedes también.

Mi Plan B © (Completa, En Edición) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora