Alana ha estado enamorada de Caleb desde pequeña. El y Mateo, son hijos de la mejor amiga de su madre. Pero Mateo, aunque sea igual de guapo que Caleb, es un fastidio. Es todo lo que ella no busca en un chico, su plan B.
Ali ha pasado los veranos c...
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A
l día siguiente me levanté renovada y dispuesta a olvidarme de Caleb. Todavía tenía que pasar por el mal momento de conocer a su novia. Sabía que eso iba a destruirme, pero no podía escapar de eso.
Me puse mi bikini, y un vestido de tiras, recogí mi cabello en una trenza y bajé a desayunar.
-Mírate mi niña, que bella estas-dijo Estela. Le sonreí a modo de agradecimiento y me senté junto a ella.
-¿Dónde están los chicos?
-Aún duermen Ali-respondió mi madre.
Tomé una olla y un cucharón y subí las escaleras nuevamente. Una vez en el pasillo comencé a golpearla.
-Ya despierten dormilones-grité. Y luego entré a la habitación donde los chicos dormían.
-Te mataré Alana-bufó mi hermano y se tapó la cabeza con la almohada.
Caleb negó con la cabeza y empezó a reír.
-Echaba de menos tu forma de despertarnos-el sonrío, y mi corazón dió un brinco.
Ya cálmate Alana.
De pronto sentí como una almohada golpeaba mi rostro y luego alguien me tomaba por detrás y comenzaba a hacerme cosquillas.
-Ya basta-reí-detente, basta.
-Eres una Enana malvada.
Mateo estaba parado frente a mi con solo sus boxers separandolo de la desnudez. Me pregunté desde cuando era tan fornido. El bóxer parecía haber sido diseñado para su cuerpo. Le quedaba muy sexy.
-¿Puedes vestirte?-tapé mis ojos con mis manos.
-¿Por qué? ¿Te pone nerviosa mi ardiente cuerpo?
-Eres un idiota egocéntrico.
-Y tu eres una pervertida que quiere verme desnudo.
Idiota.
-Ya quisieras.
-Ya basta ustedes dos-dijo Caleb, mientras terminaba de vestirse.
-Aguafiestas.
-¿Iremos al arroyo hoy?-pregunté, entusiasmada.
-Claro que sí. Daniela nos verá allí.
Había olvidado a su estúpida novia.
-Ahh... Genial-menti.
Bajé con los chicos a desayunar y mi madre se limpió las lágrimas al vernos, como si quisiera ocultar que estaba llorando. Estela tomaba su mano con dulzura.
-¿Sucede algo?
-No mi niña. Todo está bien.
Contamos a nuestras madres que iríamos al arroyo y ellas quisieron acompañarnos.
