Cayendo en el hueco más profundo

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Por su parte, David se fue a Nob, donde vivía el sacerdote Ahimélec. Cuando Ahimélec vio a David, se puso nervioso y le preguntó: —¿Por qué vienes solo?  —Porque el rey me mandó a una misión especial y me pidió guardar el secreto —le contestó David—. Por eso es que ni mis hombres vienen conmigo. Con ellos debo encontrarme en otro lugar. Por cierto, tengo mucha hambre. ¿Podrías darme unas cinco piezas de pan, o lo que tengas?  —Sólo tengo el pan que usamos en el santuario —le contestó el sacerdote—. Te lo puedo dar, siempre y cuando ni tú ni tus hombres hayan tenido relaciones sexuales.  —No te preocupes —respondió David—, que ni siquiera cuando salimos a un viaje de rutina tenemos relaciones sexuales con nuestras esposas, mucho menos ahora.  Como el sacerdote no tenía ninguna otra clase de pan, le dio a David el que se ofrendaba a Dios. Era el pan que acababan de quitar del altar para poner uno nuevo y caliente. David le dijo a Ahimélec: —¿Podrías prestarme alguna lanza o espada? Fue tan urgente la orden del rey, que no alcancé a traer ningún arma conmigo. —No tengo más que la espada de Goliat —contestó el sacerdote—. Es la espada del filisteo que mataste en el valle de Elá. Está allí, envuelta en tela, detrás de mi chaleco sacerdotal. Puedes llevártela, si quieres. —Está muy bien —aceptó David—. Dámela. Ese día estaba en el santuario un edomita llamado Doeg, que era el jefe de los pastores de Saúl.  David siguió huyendo de Saúl, y de allí se fue a Gat, que era una ciudad filistea. Cuando llegó allá, lo llevaron ante el rey Aquís, a quien sus consejeros le dijeron: «Éste es David, el rey de esta tierra, de quien habla la canción: “Saúl mató a mil soldados, pero David mató a diez mil”».  Cuando David supo esto, tuvo mucho miedo de que el rey Aquís fuera a hacerle daño. Entonces empezó a rasguñar los portones de la ciudad y a babear, como si estuviera loco. Aquís les reclamó a sus consejeros: «¿Para qué me trajeron a este loco? ¡Ya tengo en mi palacio suficientes locos, como para que me traigan otro más!»
1 Samuel 21:1‭-‬15 TLA
( versión traducción lenguaje actual).

David había caído en una espiral profunda de acontecimientos,  que lo llevaron a perder todo en instantes : su cargo delante del rey,  el aprecio que Saúl pudo haber tenido en algún momento por El,  su hogar, su amigo,  y ahora,  perdería también su credibilidad y su estima propia.

David esta huyendo de Saúl,  y empezaría a esconderse de el en cualquier lugar que le fuera posible.  Llega a la ciudad de Nob,  donde se encontraba el sacerdote Ahimelec.  Parece que a Ahimelec le impresiono ver a David allí,  ya que le dice que porque nadie más estaba con el del palacio,  y David sabia la respuesta. 

Sin embargo,  David a lo mejor, por el miedo propio,  le dice una mentira a Ahimelec, lo cuál tendría terribles consecuencias más tarde.  La Palabra de Dios es clara y verdadera,  David mintió para protegerse,  pero esa mentira le costó la vida de 85 sacerdotes más adelante.  La Biblia es clara: todo pecado,  y mentir en este caso,  es grave ante los ojos de Dios.  Aún cuando sepamos que la razón esta de nuestra parte,  aún cuando las circunstancias a nuestro alrededor sean angustiosas,  debemos actuar con integridad delante de Dios. Además,  David a lo mejor no se había percatado de la presencia de Doeg Edomita, por cierto.

Después, le pide algo de comer a Ahimelec,  más este le dijo que solo contaba con los panes de la proposición.  Ahimelec tuvo que ir en contra de La Ley para dar el pan sagrado a David,  ya que se suponía que solo era para los Sacerdotes ( Levíticos 24: 5-9).  El supo colocar la necesidad de David antes que la ceremonia religiosa y lo alimento con el pan sagrado. 

Una vez a la semana en el Sabat,  un sacerdote entraba al lugar Santo del Tabernáculo y colocaba doce panes frescos.  Estos panes simbolizaban la presencia de Dios entre su pueblo así como su amorosa providencia. El pan que se reemplazaba solo los sacerdotes a cargo podían comerlo.

Pues bien,  luego de haberle preguntado si el estaba limpio,  en este caso, no habían tenido relaciones sexuales,  podría comer de esos panes.  Por ultimo,  David, le pregunta si no tenia algún arma consigo, y Ahimelec le entrega la espada de Goliat.

David se encontraba en serias dificultades : tenía todo un ejército detrás suyo,  listo para matarlo.  David quería actuar con sus propias fuerzas,  y estaba cometiendo muchos errores en el camino.  De la misma manera, somos nosotros: al final del problema, cuando estamos a punto de ahogarnos, levantamos la vista al cielo, cosa que David, no había hecho aun.

CUANDO YA NO NOS QUEDA NADA.

En estos versículos que siguen, vemos como David perdió lo que aún le quedaba: su Dignidad como persona. Huyó hacia la tierra de los enemigos.

Fue tanto el desprecio y la humillación del rey Aquis hacia el,  que lo consideró un loco.  A modo de sarcasmo,  lo tuvo de menos " no era este del cuál las mujeres cantaron : Saúl mató a sus miles, y David a sus diez miles ",  parafraseando el versículo.

David perdió su estima,  tuvo mucho miedo y empezó a comportarse como loco,  ya que en esa época, era costumbre no hacer daño a los enfermos mentales.

La vida de David estaba en un profundo hueco oscuro hasta este momento.  Perdió su dignidad como persona, y fue degradado hasta lo más bajo.  Muchas veces estamos en serios problemas que nos roban cada día la paz que solo Dios da.   Cuando estamos en apuros,  tendemos a tomar muchas desciciones descabelladas, hasta sin sentido. La prueba es dura,  el fuego nos esta quemando, las personas quieren que caigamos y nos desplomemos en el suelo.

Los extraños métodos de Dios que ocupó para capacitar personalmente a David.

Este es uno de los pasajes más oscuros de la vida de David, sin duda alguna. Que podríamos extraer de el :

1. A pesar de los malos momentos que podamos atravesar,  debemos recordar que Dios esta de nuestra parte siempre, listo en algún momento a socorrernos.

2. Debemos tener misericordia de los que sufren,  en este caso, tal como lo hizo Ahimelec con David,  sustentándose en una alta Ley de Caridad ( Levíticos 19:18).  La ley más grande de Dios es hacer el bien y salvar vidas ( Mateo 12: 1-8 ; Lucas 6:1-5).

3. Debemos recurrir antes a la ayuda del Señor,  que confiar en nuestros propios recursos, porque eso puede a veces salir mal.

Conforme al corazón de Dios _ Volumén 1( el origen) ®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora