Una como él

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Sorprendentemente fue tal el temor o apatía de tolerar a Enjolras reclamándoles por no haber llegado, que incluso con resaca llegaron al homenaje de Lamarque a la hora acordada y tal como si hubieran nacido para ello, la misión de darse a conocer ante Lamarque fue excesivamente fácil

Desde su sitio Grantaire con ojos rojos de sueño y aun ebrio, se sintió depresivo al ver como Courfeyrac interrumpía la seriedad de la reunión al retirarse del grupo abruptamente al ver llegar a un hombre de cabello castaño, alto, delgado, con traje costoso, joyas puestas; el mismo revisaba todo con mirada severa hasta reconocer al ojiverde

Atento, Grantaire vio como la expresión del hombre cambiaba radicalmente, su mirada cobraba vida, brillaba y sonrió con orgullo al ver al abogado, le dolió ver el abrazo que se dieron padre e hijo y terminó desviando la mirada mientras soltaba una risa seca y dolida de la que nadie se percató, el hombre siguió a su hijo hasta llegar con el grupo de estudiantes, saludó con sobriedad a los dos que ya conocía y fijó la mirada en cada uno a medida que su hijo se los presentaba, para finalmente hacer un acentamiento con la cabeza a forma de saludo e indagar el porqué de su citación

Fue gracias a la influencia del hombre que acercarse a Lamarque fue tan fácil, pero ganarse el agrado del general fue causa propia de grupo, el militar casi se podía sentir halagado de saber que las nuevas generaciones no se limitaban a ver pasar los días en distracciones banales, sino que guardaban un deseo de cambio, porque tal como él lo creía, eran las nuevas generaciones las que podían causar cambios importantes.

Los demás no supieron en que momento, pero Grantaire tras hacerse una idea de lo importante que podía ser para ellos el dar una buena imagen, supo que sería mejor irse y dejar que los demás maravillaran al hombre con sus ideales compartidos. Donde él abriera la boca lo arruinaría, rascó su cabeza y abriéndose paso entre la multitud del lugar se fue de ahí. Ya les vería en el Musain, estaba ansioso por verles llegar orgullosos y escucharles hasta que no quedará más que aportar, de verdad esperaba que les fuera bien, volvió la vista antes de irse y sonrió con confianza al ver al hombre hablar con Enjolras y Combeferre a quienes se les notaba bajo la seriedad del tema, la emoción en pequeños tics propios de cada uno. Le deslumbrarían, lo supo perfectamente y optimista de las cosas que escucharía en el café, se fue a esperar que terminará la reunión

Le sobró tiempo para verse con el grupo, tanto como para beber, follar y volver a beber. Tras ir a los muelles y verse tentado por cuanta rubia viera comenzó a sentir que algo no iba muy bien, ¿rubias? Preguntaba su mente, siempre se había considerado de gustos exóticos, entre más difícil fuera encontrar una mujer con rasgos propios, más le deseaba, pero incluso rechazó a una voluptuosa joven que tenía un ojo de cada color por irse con una rubia de cabello ondulado y con menos curvas que su compañera, pero pese a que su mente le aseguraba que estaba bajando sus estándares, cuando la vio sin prenda, le pareció la más hermosas de todas las mujeres

Besó y mordió con desespero sus carnosos labios arrancándole gemidos intensos a la prostituta que parecía primeriza en la profesión, algo en ella aún se conservaba casi virginal y aquello solo logró lo que al parecer estaba buscando. Cuando por fin dejó en paz sus labios, se aferró a su cuello y segundos antes del clímax máximo, sus labios susurraron con devoción su nombre, terminó tendido en la cama con la prostituta a su lado que empezó a vestirse con el poco pudor que le podía quedar, ¿no podía ser más perfecta? No, no podía, le faltaba el descaro propio de la profesión, pobre alma condenada a aquella vida, pensó con pesar, aun intentaba ser digna. Le rozó el brazo y para su sorpresa ella le dedicó una mirada de lastima pese a que evitó el roce, eran dos personas teniéndose lastima mutua

-¿Qué puede ser peor que ser una puta cuando no se ha nacido para serlo?- le preguntó intrigado por la lastima con que ella le veía

-No ser correspondido y tener que buscar el consuelo en una puta- respondió tras unos segundos de duda en que se planteó responder o no- ¿me parezco a ella?- le preguntó la joven que tendría escasos 16 o 17 años

Amor Platónico [Pendiente edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora