Despertar

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Desde ese día la botella en mano fue el emblema de Grantaire. Bebía por todo y desde su rincón se maravillaba por aquel brillo inalcanzable que era Enjolras. Aún era capaz de retarle con el conocimiento obtenido en la vida y llevarle la contraria solo por asegurarse el odio del periodista al que aún le notaba culpa cuando las riñas terminaban y la sonrisa del pintor aparecía, pero aquellos momentos de intentar hablar no volverían a darse, quedarían reducidos a riñas

El poco trato y la apenas amistad que se hubiera podido crear, se evaporó con el paso de los días y cada quien aprendió a convivir con aquello, reír y ser efectivamente dos personas con amigos en común, como aseguró Enjolras hace mucho a Combeferre, pero su ser lo pedía, su ser imploraba por él y cuando no era capaz de callar su mente ni con licor, le reñía y se volvía a sentir vivo, ferviente, deseoso y ansioso de callarle a besos, pero siempre estaba lejos y la sonrisa cínica se quedaba en su rostro, consciente que así, los días se volvían semanas, las semanas meses y los meses años y cada vez parecía que la guerra tentaba más

Solo una vez alcanzó a despertar de su ensoñación, pero fue tan fuerte la realidad que volvió a dormir con sus altas dosis de alcohol que le nublaban la realidad y le daban un motivo para reír. Esa vez fue cuando la voz de Jehan fue silenciada y la alegría de Courfeyrac aplacada

El pelotón acababa de rasgar la única prueba de amor que había llegado a ver Grantaire en su vida, le había arrebatado ese amigo que siempre estuvo para él, su grito por la revolución lo había despertado y hacer que se asomara por la ventana del Corinto y ver cómo le fusilaban, no tuvo fuerzas para gritar, ahí había despertado y en silencio absoluto el pintor quedó sobrio viendo aun esa máquina de matar que acababa de llevarse a alguien que ni siquiera debería haber muerto

Desvió la mirada hacia Enjolras y entendió que solo era cuestión de tiempo para que todos terminaran así, se estremeció, le dolió la muerte de todos ellos y aterrorizado por la realidad volvió a beber; tal como había hecho desde hace días, llegando así a aquella historia que se conoce, esa dónde ya se odiaban o bueno, Enjolras le despreciaba y Grantaire le idolatraba bajo una capa de cinismo hasta aquel fatídico final en que el que, por fin Grantaire despertó.

Abrió los ojos cuando el silencio reinó y por un momento sintió que volvería a dormir para nunca más despertar, pero no sería así, vería a unos metros el pelotón, un pabellón improvisado y Enjolras de brazos cruzados retándoles a disparar si es que eran capaces, su mundo se desquebrajó, el nudo en su garganta se formó inmediatamente

"¿Qué están haciendo malditos mortales? ¡Cómo se atreven siquiera a apuntarle! " Gritó su mente mientras se levantaba. Todo su ser temblaba, cada pálpito de su corazón guiaba sus pasos, "déjenle, es nuestra salvación, que nadie se atreva a disparar", repetía en su interior y sin quitarle los ojos de encima, escuchó la voz del militar declararle el líder de la revolución. No, no era el líder de la revolución, era mucho más que eso, ¿Qué están haciendo? ¡Se llevan mi vida!, imploraba su alma al verles tomar posiciones para disparar y solo en ese momento vio a Enjolras temer

Enjolras apenas lo notaba y pese a que ni siquiera se inmutó, fue como si la mente del pintor escuchara el "no, R... vuelve a dormir, ¡sálvate!"  de la voz de Enjolras. Jamás había visto tanta impotencia en su mirada, jamás le había visto más humano. Su dios acababa de ponerse al nivel de los mortales para apiadarse de él. Su lucha había visto el fin, ya había asimilado su destino, pero no quería que ese fin cayera sobre el pintor que ni siquiera se sentía digno de tal compasión, Grantaire bajó la mirada y acostumbrado a contradecirlo se negó a pasar inadvertido. Aquello que tarda más en contarse, fueron milésimas de segundo

Repasó rápidamente su vida, ¿Qué le quedaba? Un mundo sin las conquistas de Courfeyrac, sin la risa de Bousset, las paranoias de Joly, la rudeza de Bahorel, la astucia del pequeño Gavroche, la ilusión de Marius, la madurez de Feuilly, el consejo de Combeferre y la intensidad de Enjolras no eran vida. Gran parte de su vida se fue con el grito revolucionario de Jehan ante el pelotón del rey hace unas horas, ahora no quería quedarse en un mundo sin ellos

Amor Platónico [Pendiente edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora