Capítulo 3: Dudas.
Hacía ya unas tres horas desde que había terminado de colocar mis cosas, me había tomado el atrevimiento de ojear algunos de los libros que estaban en la estantería justo frente a la cama, aquella cama que iba a compartir con Bruce.
Tragué saliva pensando en si pasaría algo, en si me abrazaría o tan solo dormiríamos cada uno a nuestro lado.
Me parecía ridículo el hecho de que Bruce sintiera la necesidad de abrazarme, no conociéndome de nada, pero mucho más ilógico se me hacía que obligara a alguien a dormir a su lado tan solo para sentir su peso en el colchón.
No tenía sentido alguno para mí, pero suponía que al llegar la noche, lo entendería.
O al menos, eso esperaba.
Los libros que reposaban en la estantería de Bruce no tenían nada que ver con novelas ni historias parecidas a las que él solía escribir. Eran libros sobre medicina moderna, antigua, reiki, chakras...
Parecía la estantería de una persona obsesionada con las enfermedades. Quizás Bruce Hunter era un médico frustrado que dejó su carrera a medias. O tal vez, solo era un hombre curioso. Que más me daba a mí, no había venido a indagar sobre su vida, sino a hacer lo que me ordenase para después cobrar el dinero y comenzar de cero.
Eso era lo planeado, por supuesto.
Los hombres seguían conversando en el salón principal, parecía una reunión empresarial organizada con urgencia de última hora, pues habían pillado a Bruce jugando en el sofá con Radisson, en chándal y con un café sin azúcar, por supuesto, a medio beber.
Justo en ese momento me habían pillado bajando las escaleras, dispuesto a preguntarle cual sería mi siguiente tarea. Dado al enorme estrés que sentí solo con ver a esos cuatro señores trajeados hasta la garganta, peleando por hablar primero y exponiendo ideas sobre papeles garabateados, lo único que deseé fue lo que hice, encerrarme de nuevo en la habitación.
Y ahí seguía yo, tres horas más tarde, preguntándome cuanto debía aguantar un hombre de éxito a una panda de charlatanes para seguir conservando ''su éxito''.
La acalorada conversación finalizó y la puerta pegó un portazo, se notaba que estaba tan arto de escucharlos como yo.
Pude oírle reír cuando Radisson maulló, sonreí sin remedio, nunca le había escuchado reírse de esa manera con ''alguien'' que no fuese su felino amigo.
Aunque, suponía a que nos conocíamos demasiado poco como para que me mostrase aún su verdadera personalidad.
La puerta se abrió y Bruce dirigió la mirada primero hacia a mí, luego a los cajones de las mesitas y después a sus libros.
—Siento la demora.—Se disculpó.—¿Ya te has instalado?
—Oh...sí.—Dije sin más pensando que era demasiado obvio que en tres horas me daría tiempo a colocar cuatro cosas.—¿Todo bien?
—Sí, son inversores toca pelotas, siempre igual.—Suspiró pasándose la mano por el pelo.— Tengo que arreglar muchas cosas antes de irme y me vuelven loco.
—¿Irte?— ¿Se iba? ¿De vacaciones? ¿Viaje de empresa?— ¿Cuándo? ¿Qué haré yo durante ese tiempo?
Su rostro se quedó inexpresivo, parecía estar respondiendo a esas preguntas mentalmente.
—Cuando me vaya tu contrato habrá finalizado, no es algo de lo que debas preocuparte.—Carraspeó la garganta.— Por ahora.
¿Por ahora? Aquel por ahora no me dejaba para nada tranquilo, pero no era tan estúpido como para no darme cuenta de que las preguntas, le agobiaban, y más después de la reunión.
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La pesadilla de Bruce
RomanceLa vida de Bruce Hunter es tan perfecta, fría y calculada como todo el dinero que hay en su cuenta corriente. Dueño por herencia tras la muerte de su joven padre, de una empresa de construcción. Soltero de oro, codiciado como nadie, perseguido hasta...