Capítulo 7: Julien Smith

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Capítulo 7: Julien Smith.

El viaje en coche se hizo un tanto desagradable, la compañía de Bruce me resultaba placentera, pero su silencio me atosigaba haciendo sentir deseos de bajar del coche y salir corriendo.

Intenté sacar algún tema de conversación, sin embargo, no hizo más que responder con muecas y monosílabos que me dejaban cortado sin saber qué decir.

Su corbata lucía espléndida de su cuello, cada movimiento que hacía era hipnótico, y aquello, no ayudaba a mis intenciones de romper el silencio.

Había momentos, en lo que un suspiro robado de mis labios, era lo único que quebraba la muralla que nos separaba.

El auto se detuvo, había aparcado con tanta gracia y rapidez que ni me percaté de que habíamos llegado.

Observé el gran edificio blanco, imponente, poderoso, con cristaleras y más cristaleras alzándose hasta el cielo, y un letrero con el apellido ''Hunter'' luciendo con todo el poderío que cada una de sus letras prestaba.

—Tranquilo, Nicolás.—Comentó percatándose de mi nerviosismo.—Nadie te comerá ahí dentro.

Si supiera, que la única persona que me asusta, es él.

Pero no es un miedo como cualquier otro miedo, es un miedo extraño, curioso, difícil de explicar y de comprender, difícil, incluso de sentir.

No sabría explicar cada una de las sensaciones que Bruce despierta en mi, porque no las he sentido nunca, y me siento incapaz de reconocerlas o clasificarlas.

Lo peor de todo, es que estoy desarmado, incapaz combatir con lo que su mirada provoca en todo mi cuerpo.

Me desarma, y lo sé.

Me aturde, y lo permito.

Me vuelve loco, y sigo pensando que me mantendré cuerdo.

—¿Vamos?—Su voz rasgada rompe de nuevo el hilo de mis pensamientos a lo que asiento y me dispongo a bajar del coche.

Esperaba que un hombre como él tuviese un deportivo, o algo por el estilo, pero Bruce lleva un Audi A6 plateado, un coche familiar de alta gama.

Caminamos hasta la entrada, yo iba unos pasos atrás de él, estudiando sus movimientos, el balanceo de sus hombros, la forma en la que estudiaba su entorno, y la sonrisa que se le dibujaba en la cara cada vez que se encontraba con alguno de sus empleados, para darle los buenos días.

Yo hacía lo mismo, copiando su manera de expresarse.

—Te ves forzado, relájate y se tú mismo.—Comentó poniéndome una mano en la espalda, invitándome a subir al ascensor en primer lugar tras lograr quitarse a la chica de recepción de encima.

Mujeres... las entiendo.

—Lo sé, pero... es que nunca he estado en este tipo de ambiente, es complicado.

—Es complicado cuando te esfuerzas por aparentar algo que no eres, si actúas tal cual, sin importar lo que piensen los demás, no importa lo que te rodee, porque siempre, eres tú.—Apoyó su dedo índice sobre mi pecho, en el lado del corazón.— Recuerda lo que te dije en casa, el traje no cambia nada.

Sonreí.

—¿Me está pidiendo que me ría cuando me pongo nervioso, diga tonterías y camine como si fuese a comprar el pan todas las mañanas?

—Te pido que no ocultes esa sonrisa natural y bonita que te sale cuando no te das cuenta, que no disimules tu andar de chico distraído, el cual es adorable, y que dejes de pensar que dices tonterías, no lo son.

La pesadilla de BruceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora