Capítulo 14: Pasión

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Capítulo 14: Pasión

Habíamos hecho el amor en su oficina, todo comenzó con un juego encima de su mesa el cual prosiguió en la silla y terminó en el suelo.

Nunca me lo había pasado tan bien.

Terminamos agotados, él más que yo, también debía tener en cuenta dos cosas, fue quien hizo todo el trabajo y, tiene más edad.

Pero es que esos treinta y tantos se me hacen tan dulces que solo con pensar en él me invade un calor intenso.

Ahora estaba en el baño, tomando una ducha de agua tibia, disfrutando del aroma de su gel.

Mi miembro comenzó a endurecerse a lo que sentí ganas de masturbarme, pero pensé que quizás podría provocarle para volver a terminar en sus brazos, aunque esta vez, tuviese que hacer yo el mayor esfuerzo.

Intenté desviar mis pensamientos, salí de la ducha mirándome al espejo, mi cuerpo joven era muy apetecible, lo bueno de ser gay era que podías disfrutar mucho de ti mismo, una de sus tantas ventajas.

Todo no iba a ser malo ¿no?

Me mordí el labio observando mi reflejo, mi erección se mostraba viril y potente, ¿qué pensaría Bruce de mí?

—¡Nicolás! ¡Te vas a perder el partido!

Oh, cierto.

Habíamos quedado en ver el partido de fútbol juntos, maldecí viendo que se me había olvidado el pijama, pero sonreí al vislumbrar el albornoz de Bruce colgado al lado de las toallas.

Me sequé y arropé mi piel con él, notando la suavidad en todo mi cuerpo, era casi tan confortable como estar sobre su pecho.

—Señor Hunter...— Suspiré inhalando su olor impregnado en la prenda.

Salí del baño, paseé por la habitación y bajé las escaleras, un calor agradable se hizo notar en el ambiente, tenía puesta la calefacción.

La bella estampa de aquel hombre en calzoncillos sobre el sofá me hizo perder la cabeza, sus hombros fuertes y desnudos, aquellos brazos recorriendo el largo del sillón, sus pectorales, marcados y mullidos como dos almohadas y ese abdomen envidiable por muchos deportistas. Radisson dormía justo a su lado, arropado en su costado.

Pero la cosa no acababa ahí, el pedazo de paquete que ocultaba la fina tela negra de sus Calvin Klein me hacía la boca agua, junto con unas piernas firmes y tonificadas.

—Te queda muy bien mi albornoz.— Comentó inspeccionándome con la mirada descarademente, no podía decirle nada, yo estaba haciendo lo mismo.

—A ti te queda muy bien estar desnudo.—Sonreí.

—Ven.֫—Susurró con aquella mirada oscura que me hacía querer lanzarme al vacío.

—Yo voy a donde tú me pidas, jefe.—Me senté a su lado dejando mi cabeza caer sobre su antebrazo, nos sonreímos y fingimos mostrar interés por el partido.

—¿Te molesta que haya cogido tu albornoz? Se me olvidó el pijama y.... bueno, ya sabes el desastre que soy.

Había vuelto a tutearle en un intento de acortar distancias, quería cercanía con Bruce, o mejor dicho, necesitaba estar cerca de él, lo máximo posible, más sabiendo que el ''nunca más'' se iba acercando a cada día que pasaba.

—No hay problema.—Sus dedos se entrelazaron con mis cabellos negros mojados, acariciando mi cabeza.

—Sé que no te gusta que toque tus cosas.

La pesadilla de BruceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora