Capítulo 9: La primera vez

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Capítulo 9: La primera vez 

Aquí llega una de mis partes preferidas de mi historia junto a Bruce, no puedo evitar que se me sonrojen las mejillas al recordarlo o se me dibuje una sonrisa tonta en la cara.

Por más que intentase ser un ''demente'', aquella palabra que tanto empleaba para justificarte con un ''yo no soy...'' y luego hacía todo lo posible por parecerlo, aun así, él era mi ángel.

Porque con el tiempo fui aprendiendo a ver en el interior de sus ojos y a leer sus entrelíneas.

Bruce era un hombre complejo, complicado, difícil de resolver, un rompe cabezas que te hacía desesperar por momentos pero al mismo tiempo, causaba satisfacción.

Recuerdo perfectamente como se levantó del yacusi, dejando su masculinidad justo delante de mi rostro, sentí el impulso de hacer algo más que mirarle, no obstante, él salió completamente desnudo, secándose con una toalla para perderse por las escaleras.

No iba a quedarme ahí solo, y la sutileza de su última mirada me hizo entender que quería que le siguiera, así que con su misma toalla me sequé para no llevarme otra bronca por mojar la moqueta.

Caminé a oscuras, siguiendo el olor de su aroma masculino que llevaba impregnado en cada poro de su piel y por el que ya era adicto.

Mira que había oído historias de vampiros, de esa belleza enigmática sobrenatural que poseían, me había entristecido la idea de que mi mente fantasiosa jamás pudiese conocer a un hombre con tal poder. Pero tal y como decía el dicho, la realidad siempre superaba la ficción, aun así, me desesperaba saber que probablemente no habría en el mundo otro hombre como Bruce, él era el único, mi hombre mitológico, mi sueño legendario.

Entré a la habitación quedándome de pie en mitad de esta, mirando hacia la cama vacía, preguntándome dónde estaba ese loco con complejo de demencia.

Unas manos acariciaron mi estómago a lo que toda la piel se me puso de gallina, no le había visto al entrar ¿dónde estaba?

Sentí la suavidad de una de sus corbatas acariciar toda mi espalda, subiendo hasta mi cuello, para vendar después mis ojos.

—Señor Hunter.—Esbocé una sonrisa nerviosa.—¿Qué está haciendo?
—¿Tienes idea de cuantas corbatas tengo?

¿A qué venía eso?

—¿Cien?

—Ciento trece.

—¿Y?—Volví a reírme, notando sus manos bajar por mi costado, acariciándome suavemente.

—Que conforme me vayas tocando la paciencia, voy a ir amordazándote, atándote...

—¿Le va ese estilo señor Hunter?

—Lo que no va, es aguantar niñateces, soy tu jefe, así que deja las preguntas y obedece.—Su agarre sobre mis caderas se hizo fuerte, me giró poniéndome de frente, pues sentí su aliento alcoholizado sobre mi nariz, aun así, era delicioso.

—A mí no me va el no saber qué quieren de mí.

Sus dedos apretaron mi culo, haciéndome caer sobre su pecho, en el cual apoyé mis manos, no pude evitar acariciar su cuello con la punta de mi nariz, para inspirar su maravilloso olor.

—Follarte.—Susurró en voz baja.— Pensé que eras lo suficiente inteligente como para tenerlo claro.

—¿Y por qué me tapa los ojos señor Hunter? Prefiero ver cómo lo hace.

—Es parte de tu castigo, sólo yo disfrutaré de esa forma.

—¿Castigo? No lo entiendo, ¿por qué?

La pesadilla de BruceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora