18. Recuperación
El señor Hunter había mejorado mucho en cuanto a su salud, y su estado de ánimo. Podría decir que también lo hizo nuestra relación, si es que se le podía llamar así.
Pasaron dos semanas desde su decaimiento, juraría que no estaba tan energético como cuando le conocí, no obstante, supuse que el ritmo de mejoría era el adecuado, y ''normal'' a su edad y ritmo de vida.
Aunque no podía evitar preocuparme ''excesivamente'' – según Bruce –, cuando le escuchaba toser o intuía que le venía un mareo.
—Lo has hecho ¡FANTÁSTICO!—Bruce me agarró de la cintura pegándome un fuerte y cariñoso abrazo en su despacho, con la puerta abierta.
Algunos curiosos que pasaban en aquel momento por allí se quedaron mirando curiosos, Bruce pareció no molestarse.
—Gracias señor Hunter, de verdad, no pensaba que...
—Te lo dije.—Susurró en voz baja, con aquel tono de voz tan grave que me volvía loco y me ponía caliente no, lo siguiente. Sus manos descendieron de mi espalda, a mi trasero.
—Me vas a arrugar la ropa.—Me quejé para molestarle.
—Creí que el pirado maniático era yo.
—Lo eres, yo solo intento aprender de ti.—Le dediqué una sonrisa aniñada.
—No copies lo malo, solo lo bueno.
—¿Lo bueno? ¿Qué cosa buena me ha enseñado usted?
Se hace el pensativo, meciéndose y haciéndome repetir sus movimientos, como si estuviésemos bailando una canción armoniosa y lenta.
—Pues, entre otras muchas cosas interesantes, esta.—Sus labios se unen a los míos, recordándome su desarrollada experiencia en los besos que desarman, en las caricias que enloquecen y en el estudio del amor.
Nuestras lenguas se entrelazan, la puerta sigue abierta, ya se han ido todos, las pocas personas que quedaban en la empresa ya se marcharon.
Cuando el beso finalizó, mis ojos se abrieron encontrándose con la oscuridad de su mirada, mi mano hizo un gesto inconsciente, dirigiéndose a su mejilla, acariciando su suave barba tan masculina y varonil.
Dios mío...qué hombre.
—Mmmm...—Se mordió el labio.
—Suéltalo.—Pedí.
Entornó los ojos, escrutándome con sus ojillos traviesos, me enamoraban las arruguitas que salían alrededor de estos con cada una de sus expresiones.
—No.—Torció el rostro.
No me lo podía creer.
Sus manos todavía estaban en mi culo.
—Prometiste que si lo hacía bien me lo volverías a decir, Bruce...
—Vuelves a tutearme.— Sacó la camisa de mi pantalón, metiendo sus dedos por mis espalda.
—¡También prometiste que podría hacerlo! ¡No tienes palabra!—Le pegué de manera bromista.
—Está bien... está bien.—Accedió.— Te...
—Te.... —Le ayudé.
—Te qui....—Arrugó la cara, apretando los ojos, como si aquello le costase una barbaridad.
—¡Bruce!—Le regañe.
Su mirada se serenó y sus labios se curvaron ligeramente.
—Te quiero, petit.
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La pesadilla de Bruce
RomanceLa vida de Bruce Hunter es tan perfecta, fría y calculada como todo el dinero que hay en su cuenta corriente. Dueño por herencia tras la muerte de su joven padre, de una empresa de construcción. Soltero de oro, codiciado como nadie, perseguido hasta...