Capítulo 6: Día de trabajo

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Capítulo 6: Día de trabajo

Desperté por el frío, mi cuerpo temblaba y me abrazaba a mi mismo en un intento vago de proporcionarme calor, odiaba despertar de esa manera, prefería las calurosas noches en las que  la almohada estaba empapada de sudor y solo deseabas correr a darte una ducha de agua fría.

Me giré al otro lado, notando un espacio demasiado amplio, abrí los ojos y Bruce no estaba.

Decidí levantarme y encender la lamparita, pude comprobar en el móvil que solo eran las cinco de la mañana.

Tropecé con la manta la cual estaba en el suelo, ahora que lo recordaba, yo me había tapado hasta la cabeza, ¿me había destapado solo o había sido Bruce?

Lógicamente debí haberlo hecho mientras dormía, Bruce no tenía motivos para hacer aquella idiotez.

Me sentía muy avergonzado por mi comportamiento durante aquella noche, hablar de amor, hacerle pensar que deseaba una relación, cuando apenas nos conocemos, es de locos. Mi temor por hacerle pensar que soy un caza fortunas se ha hecho realidad, pero no pienso dejar las cosas así, debemos hablar en frío, cara a cara.

De medio hombre, a hombre.

Bajé las escaleras, las luces estaban apagadas y el televisor encendido, no había nada en la pantalla, solo señales grises y turbias, como cuando la antena no sintoniza bien.

Seguí bajando sin hacer ruido preguntándome dónde estaría mi jefe, amo, o lo que fuese. Pues aun no tenía las cosas claras.

Quizás provocarme, seducirme y negarme su amor formaba parte de su juego, tal vez era más demente y macabro de lo que aparentaba, quizás, Bruce Hunter no tenía nada de bueno, o tal vez, solo quería venganza por el daño que le habían hecho.

Sí era así, debía prepararme, envolver mi corazón en una coraza de hierro y prohibirme sentir amor por él, disfrutaría su dinero, su compañía y el sexo que pudiésemos tener, pero estaría preparado para decirle adiós en el momento adecuado.

Aunque me doliese, debía de entender, que los cuentos de hadas no existían en el mundo real, y que nuestra conversación, tuvo muchas entre líneas que me dan bastante que pensar.

Me detuve en cuanto escuché unos jadeos, me quedé en blanco pensando que Bruce había traído a alguien a casa y que estaba haciéndole lo que yo deseaba que me hiciese a mí, busqué con la mirada sintiendo el corazón acelerarse, pero me calmé al contemplarle sentando en el sillón, a solas con el televisor sin señal.

Bajé un poco más, lo más silencioso posible, solo esperaba que Radisson no apareciese y me jugara una mala pasada, haciendo que Bruce me descubriese espiándole.

Sería embarazoso para ambos.

Pude tomar una mejor imagen de él, mi cuerpo se escandalizó y el calor me invadió alejando todo el frío, su mano sostenía un rabo duro, grande y grueso, podía sentir en mi miembro las palpitaciones que el suyo estaría dando entre sus dedos, un suspiro se me escapó de los labios y sin poder evitarlo, agarré mi entrepierna.

Bruce seguía tocándose, con la nuca apoyada en el reposacabezas del sillón, susurrando cosas en francés que yo no entendía, y aquella preciosa erección entre sus manos.

Introduje los dedos por dentro de mi pantalón, quedándome quieto como una estatua, intentando pasar desapercibido, convirtiéndome un simple mirón.

Acaricié mi miembro y lo sostuve con fuerza, comencé a deslizar la mano de arriba abajo, notando la dureza, cerré los ojos, me dejé llevar por sus gemidos, pensando que era yo quien se los provocaba, que era su polla la que tocaba y que él, era quien me tocaba a mí.

La pesadilla de BruceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora