23. Una sorpresa agradable

12.3K 1.2K 339
                                    


23. Una sorpresa agradable.

El viaje a Holanda fue fatídico, Bruce se veía fatigado, más delgado, con bastante menos masa muscular, me dolía solo de imaginar las penurias que había sufrido aquella semana sin mi y me culpaba constantemente por no haber estado a su lado para cuidarle, quería preguntarle un millón de cosas, pero no era el momento, su apariencia avejentada y débil me desarmaba, había ocasiones en las que no sabía si se estaba quedando dormido o estaba sufriendo un desmayo.

La azafata pasó por nuestro lado y pensé que sería buena idea que tomase algo.

—Bruce, rey, cielo...—Intenté llamarle pero no me hacía caso.—Disculpe, el pobre ha tenido una semana dura de trabajo y se ha quedado dormido, ahora la llamo si él quiere tomar algo.

—Claro.—Aceptó ella siguiendo pasillo.

—Oye... Bruce, amor.—Insistí removiéndole en el asiento hasta percatarme de que su respiración era débil al igual que el latido de su corazón.

No...

—¡Necesito ayuda!—Me quité el cinturón de seguridad tratando de reanimarle de alguna manera, las azafatas acudieron a mí enseguida intentando que me calmase.—Por favor, no está bien.

—Relájese, el aterrizaje será en poco y podrán ir a un médico.

—¡No! ¿Es que no lo entienden? Tiene leucemia, su doctor le dijo que si esto volvía a pasar...por favor, hay que hacer algo.

—Llamaremos a urgencias para que una ambulancia espere en el mismo aeropuerto y sea atendido de inmediato, no se preocupe y tome asiento, por favor.—Insistió tranquilizándome con aquella solución.

Acepté la propuesta acurrucándole entre mis brazos, mis manos agarraron las suyas y soplé mi aliento tratando de calentarle, besé su frente y lloré a su lado.

—Aguanta Bruce, eres muy fuerte, no puedes irte, no puedes dejarme aquí, tenemos mucho que hacer juntos, aún no te he rallado el coche nuevo y necesito que te enfades cuando te moje la moqueta y...—Oh dios, era tan tonto, pero no se me ocurría nada mejor que decir, no tenía otra forma de salvarle.—No me dejes.—Supliqué entre lágrimas, siendo víctima de la mirada apenada de los demás viajeros.—Quédate conmigo, por favor...

Las luces se apagaron y los pilotillos de emergencia encendieron, la voz de la azafata pidiendo abrochar los cinturones y permanecer en nuestros asientos comenzó a sonar por los altavoces.

El aterrizaje se me hizo eterno y más aun esperar a que todos los viajeros desembarcasen para que los médicos pudiesen entrar a por Bruce, me parecía totalmente contradictorio a cómo de verdad debería funcionar un servicio de urgencias.

No entendía las preguntas que me hacían los médicos por no comprender el idioma, me sentía inútil, y lo único que pude hacer durante el trayecto en la ambulancia hasta el hospital, fue sostener su mano con todas mis fuerzas.

Una vez llegamos y tuve que esperar fuera, encendí el teléfono impacientado para llamar a Cristobal.

—¿Dónde estás? ¿Conseguiste algún vuelo? Le he llamado pero su móvil está...

—Coincidimos en el mismo vuelo.—Dije de inmediato a lo que le oí suspirar de alivio.—Pero perdió el conocimiento en el avión, o eso creo que es lo que ha pasado, no reacciona, está en el hospital ahora, Cristobal, no sé que hacer... tengo miedo de que...—Me llevé la mano a la boca para contener el llanto, estaba entre mucha gente extranjera en estado de nervios por sus familiares también ingresados.

La pesadilla de BruceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora