Capítulo 15: Debilidad

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Capítulo 15: Debilidad

Desperté tras una noche plácida en los brazos de Bruce, su corazón latía junto al mío, y su respiración acompasaba el ritmo de la mía.

El despertador comenzó a sonar, me arremoliné entre sus brazos, con intención de hacerme el insistente, deseaba que me despertara a besos.

Pero eso no sucedió, Bruce no se movía, seguía dormido lo cual me resultaba extraño.

Al final, tuve que levantarme yo a parar la alarma, agarrar su brazo y zarandearle de un lado para otro.

—Señor Hunter.—Canturreé en su oído tras darle un beso en la mejilla.—Es hora de ir a trabajar.

Bruce se removió y no pude evitar reírme.

¡Pero qué perezoso!

Apoyé mi nariz en su pecho inhalando su olor, era tentadora la idea de dormirme aquí, sobre él.

Aun así, debía ser responsable y tomarme en serio me trabajo de...¿de qué? De lo que fuese.

—Cariño.—Susurré en voz baja acariciándole la barba.

—Mmm...—Sus ojos se abrieron con pesadez, era el Bruce más cansado que había visto en mi vida, incluso me preocupó la idea de que pudiese estar enfermo.—Mon Dieu...me va a reventar la cabeza.

Un estornudo salió de su nariz seguido de una toz bastante fea.

—Alguien se va a pasar el día en la cama.—Advertí.—Voy a traerte un vaso de leche calentito con miel, no te muevas.

—Ni hablar.—Hizo un esfuerzo por levantarse, estaba mareado, podía intuirlo por la forma en la que frotaba su cabeza.—Mierda...

—Bruce, no te encuentras bien, el exceso de trabajo es malo, quédate en casa y descansa.

—¡Estoy bien!—Bramó levantándose para tambalearse sobre sus pies, corrí a agarrarle pues faltó poco para que se desplomase en el suelo.

—Bruce, por favor.—Supliqué.—Quédate en casa, dame una lista de todo lo que tengo que hacer y descansa.

—Hoy es la reunión, no puedo faltar, Nicolás, es importante.

Terminó volviendo a sentarse, no podía mantenerse en pie, pude ver como miraba demasiado el cajón de su mesita.

—¿Quieres algo de ahí?—Me acerqué para abrirlo.

—¡No!—Gritó tan enfadado que incluso me asusté.—Nicolas, por favor...—Suplicó con desesperación.—Déjame solo, ¿sí? Ve preparando el desayuno, yo voy en seguida.

—¿Solo? Pero si a penas puedes mantenerte de pie, Bruce...

—¡Vete maldita sea!

Un dolor atroz invadió mi pecho, ¿qué le pasaba? ¿por qué me trataba de aquella forma?

Decidí irme pero no a preparar el desayuno, sino a coger su teléfono y llamar a Julien, lo sentía mucho, pero su salud estaba en peligro y quizás su hermano podría hacerle razonar.

Busqué su número en la agenda que figuraba junto al teléfono, en la mesilla al lado del sillón del sofá.

Marqué y esperé cuatro tonos de llamada.

—¿Hermanito?—La voz de Julien sonó con cierta sorna y chulería.—¿Qué ha pasado? ¿Necesitas que te ayude a elegir una frase romántica para inscribir en tu lápida?

La pesadilla de BruceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora