9 - Reinicio de ésta historia

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luego de vagar por mundos infinitos luego del perdón de su señor, el mercader se vio a si mismo cuidando el gran palacio de las artes, el gran teatro que custodiaba la entrada del reino oculto de quienes aun creían en la magia, ya no era mercader, el inandante había abandonado su primer lazo con la sociedad superficial, entregando todo su tiempo al mundo que debía mantener y proteger.

su señor viajaba mucho a tierras lejanas, viajes largos, de trabajo, de mercadeo, con tierras inexploradas, por reinos inconquistados, mientras, el inandante cedía poco a poco su humanidad y aprendía poco a poco a ser como su maestro.

con el tiempo, su alma se volvió muerta, muerta y vacía nuevamente, triste existencia la de aquel que fue alguna vez el mercader, ahora triste y vacío, como autómata, había que hacer algo respecto a aquello, antes de que fuera su real muerte...

el inandante volvió a hacer lo que hacia como mercader, comerciar sueños, esta vez con el poder que le dio su señor, ese transmitido por enseñanza directa de un viejo maestre, que antes que el mercadeo con sueños en la prohibición, que le enseño a los caídos a no dejar de pelear, que ayudo a crear un espacio para ellos, uno protegido del rey y su lejano imperio.

el reencuentro del inandante con los suyos fue lo que comenzó a llenar ese vacío, de a poco, con dificultad, pero, de a poco se llena sin rebalsar, rápido, solo se pierde contenido, de a poco comenzó a ganar rasgos humanos, de a poco volvió a tener algo dentro de su alma. pero, esta alma ya no era la misma que inició el viaje, esta vez era distinto, completamente distinto...

señores de tierras lejanas, señores mercantes como él le recibieron con los brazos abiertos, le dieron la posibilidad de regresar, de comerciar y de vivir nuevamente, dejar atrás el pasado doloroso, ese que no le deja dormir por las noches.

en su viaje encontró amigos que ya no eran amigos, traidores, aquellos que solo le querían a su lado por interés, con sonrisas falsas y sus manos manchadas de sangre, esos que inventaron cosas de él en el pasado, esos que intentaron envenenar todo para que él sufriera, sin importar dañar a otros, lastimar, asesinar... aquellos no pararon de aparecer en su camino, uno detrás de otro, pero, el inandante ya no era el mismo que inicio su viaje, ya no era aquel a quien simplemente le fuera más que una molestia que aquel tipo de personas aparecieran y simplemente los esquivo, porque no valían la pena, no valían la molestia.

en su primer viaje el inandante arribo a una tierra desértica, muy cerca de ese refugio donde se custodió con la doncella de la mirada perdida, aquel donde casi pierde la vida antes de ser rescatado por su señor, ahí el inandante participó en un pequeño festival, uno lanzado para celebrar el día de muertos, en camino encontró a alguien que fue en viejos caminos su compañero de armas, ahora, jugando sucio, cabeza roja, uno de los pocos a quién le confió cuidar junto a él la fortaleza de las artes, aquel teatro místico que su señor le concedió como su hogar hace tanto tiempo, cuando comenzó a enseñarle. cabeza roja y su equipo ahora no estaban jugando limpio, porque aquel que le dirigía estaba en otro sitio esperando el fracaso del festival de día de muertos al que el inandante había decidido ir, este estaba en una fiesta pagana, de uno de los compañeros de armas del inandante, preparándose para la traición, una cosa obvia y lógica para una criatura como quien le daba ordenes a cabeza roja, un miembro del eje no es alguien en quien se pueda confiar.

la seguridad baja, es un gran error de algunos feudos, en especial aquellos con menos hombres, el inandante sabía de eso mejor que nadie, quien debió proteger el castillo solo en innumerables ocasiones sabía lo que debía buscar, de inmediato fue recibido por los feudos a cargo del festival, recibido con honores, a pesar de todo, el honor en el destierro es algo que se rescata entre muchas almas de este mundo, el inandante que alguna vez fue el mercader más reconocido del reino no fue la excepción, fue recibido por quienes le conocían y significo que el feudo soltara una carcajada, como no revisar al mercader, quien podría traer cualquier cosa oculta entre su ropa, como su propia arma que realmente llevaba oculta bajo su manto, aquella que no dejaría, porque dejar algún tipo de "seguridad".

erase una vez en una fiesta de día de muertos, que el mercader que ahora era inandante, "aquel que no vive pero camina entre los vivos", se encontró con muchos que le conocían, muchos que le saludaron con una sonrisa, conoció en persona a quienes por fotos había conocido hace mucho tiempo, por mensajes, a quienes les había regalado sonrisas, una sirvienta de cabello rojo robo sus miradas ese día raptando su búho acompañante para su secreta diversión, sana y poco dañina en realidad, pues solo era un jugueteo relajado que amenizaba la fiesta, una feria pequeña y música.

risas, carreras, miradas y canciones, el mercader sonrió, su vida como inandante había comenzado a tener color fuera de su teatro, podía volver a empezar.

erase una vez en un reino muy lejano un mercader que murió y fue traído de regreso para seguir caminando entre los vivos... erase una vez en un reino muy lejano, el reinicio de esta historia.

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