Capítulo 16

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Erick 

Tomo mi café algo frío y sin azúcar, pensando un poco en todo lo sucedido en mi vida los últimos días, solo me detengo cuando un leve dolor aparece por todo el centro de mi cabeza. Ojalá tuviera un manual para entender mi vida, tendría una serie de herramientas que me ayudarían a tomar la decisión correcta y así poder seguir viviendo sin tantos obstáculos.

—Vaya, ¿estás enfermo?, pareces enfermo — Me observa como si tuviera un brazo extra que debe ser analizado — te levantaste antes que nosotras, hasta hiciste café y eso solo pasa cuando el mundo está por acabarse.

—El café no está muy bueno y tal vez si se acabe el mundo, es muy probable — sonrío sin ganas.

—Algo te sucede — qué intuitiva son las madres, estoy empezando a creer que es cierto que lo saben todo— ¿Qué es?

—No sé qué hacer con respecto a un tema — suspiro cansado, ser adulto, apesta, no crezcan — ¿debo hacer lo que mi mente quiere?, o ¿lo que mis sentimientos espera?

—Quizás debas relajarte un poco, tanto estrés le hace daño al cuerpo —sonríe — debo decirlo porque soy tu madre y no me digas metiche, has actuado muy raro en el último mes Erick y me he mordido la lengua para no preguntar por qué sé que necesitas tu espacio — la veo servirse café en su taza demasiado roja para la vista, acomoda uno de sus mechones sueltos del cabello detrás de la oreja y luego toma asiento quedando al frente de mí— solo necesito que comprendas que no estás solo.

—Mamá lo sé— solo que no puedo decirle.

—Que lo sepas no significa que lo comprendas del todo pequeño hijo — bebe un poco de café y hace una mueca de desagrado — no está muy bueno, le faltó un poco más de azúcar — rio, se lo dije — Tienes que tomar tus decisiones de forma que tu mente y corazón se sientan en armonía, por eso debes relajarte, escuchar a tu mente y ver qué sentimientos tienes al respecto.

—Gracias mamá, aunque eso suena complicado— digo divertido y ella rueda sus ojos con cierto fastidio en su expresión facial.

—Porque piensas de más, cuando a veces solo hay que dejarse llevar un poco — se encoge de hombros y solo puedo sentir admiración al mirarla, es una mujer increíble — Te amo hijo, ahora debo arreglarme para irme a trabajar y ya sabes menos pensamiento y más acción — me da un beso en la mejilla mientras sale de la cocina riéndose.

Ya sé lo que haré.

~*~

Observo la gran mansión un par de veces antes de animarme y tocar por fin el timbre. Mi pulso pasó el nivel normal de aceleración y estoy sudando más que un pavo en el horno, si sigo así antes que me atiendan me dará un ataque de pánico y saldré huyendo, eso si mis piernas colaboran. Mis pensamientos quedan en blanco cuando la puerta se abre y William me mira con una de sus miradas más lindas que tiene, su ceño está muy fruncido y eso no cambio cuando le explico a lo que he venido. No le daré más clases a Mackenzie con la única condición que pueda despedirme de ella, es lo menos que se merece. Cerrar de una vez este ciclo de una vez por todas.

—Espere aquí — me mira despectivamente antes de salir de la oficina donde me ha traído.

Como el chismoso que claramente soy, empiezo a mirar la oficina desde mi asiento, hay un par de cuadros con un círculo en medio negro que parece un agujero negro, ¿eso es arte?, hay un par de libros colocados perfectamente en el escritorio de madera, mi atención es totalmente captada por el portarretrato y no puedo mantener mis manos quietas y lo agarro, solo quiero saber qué foto tiene y al darle la vuelta lucho para no sonreír.

Mackenzie tendría ahí unos tres años, dos grandes lazos azules adornan sus coletas y resaltan aún más sus impactantes ojos, sus mejillas sonrosadas y una gran sonrisa adornando su rostro mientras señala su overol lleno de flores.

Una Inesperada Casualidad - Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora