Capítulo 67

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Mackenzie

Corro como si estuviera en una carrera, las gotas comienzan a caer de repente y golpean un poco fuerte en mi rostro, había sido un día hermoso hasta ahora, estoy empapando rápidamente. Aun así, eso no me detiene debo llegar hasta Camila.

Ella debe estar bien, me detengo un momento por falta de aire y sigo corriendo.

Al llegar a la dirección que me ha mandado, mi confusión crece al verla parada tranquilamente con un paraguas de un color verde fluorescente.

— ¡Me llego tu mensaje de auxilio! — grito para que me escuche, está lloviendo más fuerte.

Al ver que está completa me molesto, me alegro que no le haya pasado nada, es solo que no entiendo que gana con mentirse.

—Es que te extrañaba Mack — dice inocente.

— ¡Camila nos vimos en la gala benéfica! — me quito un poco el agua del rostro, igual sigo empapada — ¡estás loca!

—Es que... debía darte mi regalo del día de la amistad Mack.

— ¡Mi hiciste correr varias calles solo por un simple regalo que podías darme mañana! — mi rabia solo va creciendo al pasar los segundos.

Estaba cenando con mi padre y Enzo, celebrando que la gala fue todo un éxito, de repente me llegan sus mensajes que logran asustarme, no lo pensé y salí corriendo para verificar que todo estaba bien.

Además, estoy en pijama, agradezco que la tela sea lo suficientemente gruesa para no revelar nada, mi gorro de lana que tiene orejas de conejo (regalo de Enzo) está igual de empapado y ni hablemos de mis zapatos, siento como mis pies son más agua que carne.

—En serio es importante, entremos — la sigo sin estar muy segura, llegamos hasta la entrada y un gran hombre de seguridad no observa como si fuésemos indigentes.

—No puede entrar así mojada señorita — el rostro de Camila se torna rojo — ¿se encuentra bien?

— ¡No he viajado desde Canadá para que un troglodita como tú no nos deje pasar!, estoy en la lista y la pelirroja también, ¡y te puedo jurar que si no nos dejas pasar este será tu último día de trabajo por inepto!

—Eh... Camila, no es necesario que me des tu regalo hoy, puedo esperar. — el señor nos ve incomodo ahora.

—Tú calla — la miro con sorpresa.

Me ha mandado a callar.

¿Desde cuándo es tan mandona?

El guardia la mira, ella lo mira de vuelta. Ambos se miran, yo los miro, se siente la tensión en el aire.

—Pues si quieres jugar, perderá — marca en su teléfono de una forma tan rápida y fuerte que espero no se rompa la pantalla — ¡Jacob estoy afuera y no me dejan entrar con el paquete! ¡Resuélvelo!

— ¿Paquete? — Pregunta el de seguridad — ¿Ella es el paquete? — Mi amiga asiente como si fuera muy obvio — discúlpeme señorita, pueden pasar.

Quisiera poder explicar que acaba de pasar, pero estoy en una realidad alterna a la mía.

—Cam, ¿vas a explicar que ocurre? — estamos atravesando una especie de túnel rojo de la muerte.

—Ya lo verás y te sorprenderás — eso no me ayuda mucho — lo vas a recodar toda tu vida.

—Eso lo leí una vez y la chica terminó muerta — estoy muy nerviosa, y estar mojada no ayuda en absoluto, siento mucho frío.

Cuando por fin hay luz después del túnel (suena como si estuviera muerta).

Necesito respirar antes de que las piernas me fallen o peor aún, termine desmayada.

Una Inesperada Casualidad - Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora