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Esas vacaciones de navidad las pasé encerrada en casa y sin ningún tipo de contacto con el exterior, al igual que Greg. Mamá nos había castigado a los dos por desobedecerla. No me importaba no salir, incluso aunque mis dos mejores amigas no tuvieran forma de saber si seguía con vida, sin embargo el mensaje de Michael me estaba matando.

- ¿Qué pondrá? - Dije frotándome la frente con las manos, sentada frente a mi piano. Llevaba allí plantada cerca de una hora, pulsando una única tecla mientras le daba vueltas al mensaje. Habían pasado ya cerca de dos semanas y seguía sin poder pensar en otra cosa.

- Déjalo ya, Steff.- Greg estaba tirado en un sillón negro de cuero que teníamos en nuestra sala de música, justo detrás de mi, rasgando suavemente las cuerdas de una de mis guitarras acústicas. Desde el castigo de mamá pasábamos mucho tiempo juntos.

- ¿Cómo lo voy a dejar? -Me giré para mirarle.- Michael Clifford me ha enviado un mensaje que no tengo forma de leer ¿y quieres que lo deje? - Dije elevando las manos al cielo con tono de frustración.

- Ni que fuera el fin del mundo.- Se rió.

- Para mi lo es,- Suspiré.- bueno, el fin del mundo no, pero algo parecido. Muy parecido.

Greg iba a decir algo más cuando escuchamos a mamá llamarnos desde el salón. Era noche vieja y había invitado a varias personas a comer que, al parecer, ya habían llegado.

Me levanté de delante del piano y alisé mi vestido con mis manos. Además, solté la trenza que recogía mi pelo, que cayó ondulado sobre mis hombros. Mi hermano colocó mi guitarra en su suporte y ambos echamos a andar, escalera abajo.

Cuando terminamos de cenar mamá nos obligó a quedarnos ahí con sus nuevos amigos, los cuales sin duda eran esos con los que salía cada noche y no me caían nada bien. Estuvieron toda la cena hablando de planes que tenían y contando chistes que, sinceramente, no tenían ninguna gracia.

Cuando el reloj dio las doce todos empezaron a saltar y aplaudir, Greg y yo solamente nos dimos un corto abrazo, para celebrar que un año más había llegado a su fin.

- ¡Feliz año nuevo! - Sonrió Greg abrazándome.

- ¡Igualmente, enano! - Le revolví el pelo sonriendo, aunque tuve que ponerme de puntillas para hacerlo, ya que era bastante más alto que yo.- Vale, quizás no tan enano.- Ambos reímos.

- Feliz año nuevo, hijos.- Interrumpió mi madre, y nos abrazó a ambos con una sonrisa en la cara.

Probablemente había bebido más de la cuenta, ya que llevaba desde ese sábado en el que habíamos discutido los tres en la cocina sin intercambiar más de dos palabras con nosotros y mucho menos sonreír. Bueno, menos a la hora de castigarnos, ahí dijo más de dos palabras, eso seguro.

- Feliz año.- Dijimos Greg y yo al unísono.

- Quiero presentaros a alguien,- Sonrió y llamó a uno de los hombres que habían estado cenando con nosotros. Él se colocó a su lado y la ofreció otra copa de vino.- este es David, mi..

- Amigo.- Terminó él la frase, con una sonrisa hacia nosotros.

- Sí,- mi madre rió un poco.- mi amigo.

Pude ver como mi madre daba la mano a ese tal David y noté como mi boca se llenaba de demasiadas palabras que quería gritar, ninguna demasiado agradable de oír en boca de una "señorita", como solía decir mi abuela. Pero Greg debió notarlo también porque con una sonrisa pidió permiso y me arrastró con él hasta mi habitación.

- ¿Qué se cree que está haciendo? - Bufé cuando Greg cerró la puerta y se plantó delante de ella, cortándome el paso para salir y decirle a mi madre todo lo que opinaba de su "amiguito".

- Vivir su vida.- Suspiró Greg.- Ya hace seis años que lo dejó con papá.- Caminó hacia mi cama y se sentó, indicándome con la mano que lo hiciera yo también.

- ¿Y qué? Ese hombre no es mi padre.- Me senté en la cama, con los brazos cruzados.

- Claro que no,- Sonrió un poco.- pero si mamá es feliz...- Se encogió de hombros.- Aun es joven, Steff y lleva mucho tiempo sola, es nuestra madre y deberíamos alegrarnos si ella es feliz.

Noté como un nudo se creaba en mi garganta.

- Es feliz dejándonos solos casa y yéndose con él.- Greg volvió a suspirar y me abrazó.- No tienes que hacer esto ¿sabes? - Dije sorbiendo por la nariz, mientras las lágrimas fluían por mi cara.- la hermana mayor soy yo.

- O eso es lo que nos han dicho.- Ambos reímos, en realidad Greg era el más maduro de los dos, sin duda.

- Echo de menos a papá.- Sollocé abrazando más fuerte a mi hermano.

- Yo también le echo de menos...- Me acarició el pelo suavemente mientras yo lloraba apoyada en su hombro.

Esa noche Greg durmió conmigo, como cuando éramos pequeños: él me llamaba llorando porque había tenido un mal sueño y acababa durmiendo en mi cama abrazado a mi. Sólo que esta vez fui yo la que se durmió abrazada a él y dando gracias por tener un hermano así conmigo.

A la mañana siguiente desperté sola en mi habitación. Miré a mi alrededor en busca de mi reloj despertador, las 7am.

-¿Greg? - Lo llamé.

- Estoy abajo.- Sonreí al escucharlo ¿desde cuándo mi hermano y yo estábamos tan unidos que el simple hecho de escucharle me tranquilizaba? Y lo más importante ¿desde cuándo Greg se levantaba a las siete de la mañana? - Creo que tú también deberías bajar.- Interrumpió mis pensamientos.

- ¿Yo? - Dije levantando un poco la voz para que me escuchara bien desde el piso de abajo.

- Sí,- Rió un poco.- creo que alguien quiere verte.

Me levanté de la cama y bajé las escaleras, aun en pijama, me apoyé en la pared que daba a la concina y escuché a mi hermano hablar con un hombre, al menos tenía voz de hombre, pensé. Pero en seguida reconocí su voz, era él, no me lo podía creer, había venido. ¿Cómo sabía lo mal que lo estaba pasando sin él? ¿No tenía cosas importantes que hacer?

Un millón de preguntas agolparon mi mente.

Corrí de nuevo hacia mi habitación y me vestí, me lavé la cara y me recogí el pelo en un moño.

Bajé una vez más y entré en la cocina emocionada. Nada más verle en mi cara se dibujó la mejor de las sonrisas.

So Close But So Far Away.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora