XII

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Abrí uno de mis ojos en cuanto noté que el avión tomaba tierra. Me costó un poco hacerlo, ya que a causa de las lágrimas mis pestañas se habían quedado pegadas al cerrar los ojos, pero cuando finalmente lo hice pude mirar por la ventana y ver que, efectivamente, había llegado al que durante un tiempo iba a ser mi nuevo hogar.

Nada más salir del aeropuerto pude ver a un hombre de pie junto a una furgoneta negra que sostenía un papel con mi apellido escrito en una caligrafía perfecta. Supuse que era uno de los empleados de mi padre.

- Buenos días, señor.- Estrechó la mano papá y pude ver que era joven, no tenía más de 18 o 19 años y, por qué mentir, era bastante guapo.

- Buenos días, James.- Le saludó papá ayudándole a meter las maletas en la furgoneta.

Greg y yo entramos en la perfectamente limpia furgoneta, mientras papá y James cargaban todo el equipaje. Me senté justo detrás del asiento del copiloto, mientras que Greg se acomodó en el otro lado, justo detrás del asiento del conductor.

- Es raro ¿eh? - Iba a ponerme los auriculares de mi iPod cuando escuché a Greg.

- ¿El qué? - Pregunté mirándolo, aun con los auriculares en mis manos, para colocarlos tan pronto como me contestara a la pregunta. Aun no le había perdonado que se despidiera de David.

- Eso.- Señaló a James a través de una de las ventanillas sabiendo que ni papá ni él nos verían, ya que estas eran tremendamente oscuras.

- ¿James? - Reí un poco.- Yo le veo bastante normal.

- No,- Rió conmigo.- me refiero a eso de tener empleados que vengan a por ti y tus hijos al aeropuerto.

- Papá es el jefe de una gran empresa ¿qué esperabas? - Suspiré.- ¿ir hasta casa en autobús?

- Bueno, desde luego esto huele mucho mejor que el autobús.- Ambos reímos mientras Greg olía uno de los asientos de cuero.

James y papá no tardaron demasiado en subir al coche con nosotros.

- Bienvenidos a Los Ángeles.- Dijo James con su acento americano, el cual me sonaba muy extraño ¿acabaría yo hablando así también? - Soy James y estaré aquí para lo que necesiten.- Pude ver a través del retrovisor que tenía una gran sonrisa en su cara.

Me pusé los cascos y opté por no contestarle, aun sabiendo que no era de buena educación. Me resultaba raro que un chico de mi edad me hablara de esa forma, yo no era nadie, papá era el jefe, no yo.

Llegamos a la casa que yo nunca había considerado "mía", pero en la cual tenía mi propia habitación. Era grande, muy grande en comparación con la casa que tenía mamá en Londres, en la entrada un camino de piedra te llevaba hasta la puerta principal, grande y de madera. Caminé hasta la puerta y me quedé ahí, mirando hacia arriba, observando bien la fachada de la que de ese momento en adelante sería mi casa.

- Es grande ¿eh? - Dijo Greg con una sonrisa cruzando la puerta, seguido de James y papá, todos ellos cargados con bolsas y maletas.

Entré tras ellos, sólo con mi bolso colgado en el hombro, sin preocuparme por ayudar, demasiado ocupada observando bien los detalles de aquella casa. La entrada era enorme, una gran escalera iba desde la puerta hasta el piso superior, en el cual se encontraba mi habitación, la de papá, la de Greg y, mi favorita, el estudio de grabación. Había más habitaciones, pero las demás no importaban ya que a penas ponía un pie en ellas.

Caminé hacia mi izquiera, entrando en una gran sala, con dos sillones y una televisión frente a ellos. Tras los sillones había una gran mesa de madera, repleta de sillas a su alrededor. Al fondo de la sala había una chimenea y, justo en el lado contrario de la habitación, había una gran puerta de cristal que daba al jardín.

Salí de la sala y fui a la cocina, tenía una gran isla en el centro y tanto las encimeras como el suelo eran de tonos negros y grises, lo cual constrastaba totalmente con las paredes de toda la casa, que estaban pintadas en un blanco impoluto. Eché un último vistazo a la cocina y seguí mi camino escaleras arriba, para ir a mi habitación. Según entré por la puerta me di cuenta de que realmente llevaba mucho tiempo sin venir por aquí, tanto las cortinas como la ropa de cama eran rosas y hacía años que había decidido oficialmente dejar el rosa de lado.

- Bonita habitación.- Escuché la voz de James a mis espaldas.

- La verdad es que la odio.- Me reí.- ¿Te ayudo?

- No, para eso estoy yo aquí.- Sonrió metiendo todo mi equipaje dentro de la habitación.

- ¿Puedes no hacer eso? - Le miré seriamente.- Me pone enferma.

- ¿Traer su equipaje? - Se rió un poco.

- No, eso,- suspiré.- no hace falta que me hables de esa forma, yo no soy mi padre. Además ¿cuántos años tienes? ¿18?

- 19, en realidad.- Se encogió un poco de hombros con una pequeña sonrisa.

- Eres un año mayor que yo, no me hagas sentir como si fuera una cincuentona tratándome de "usted".- Le acusé.

- Está bien, perdóneme.- Le miré mal y el rió en respuesta.- Era broma, perdona.

- Así está mejor.- Sonreí dándole mi aprobación.

- Bueno, si ya tiene todo, voy a retirarme a ayudar a su padre con el resto del equipaje.- Se rió un poco mientras salía por la puerta, dejándome con las palabras en la boca.

- Odio que me hablen así.- Dije para mis adentros mientras me sentaba en la cama resoplando.

Encendí mi iPhone y, tras introducir la clave del WiFi de papá, me metí en Twitter esperando encontrarme con que Michael me seguía de nuevo, pero esto no pasó. Decidí mandarle un tweet de todas formas, diciéndole que lo sentía y que por favor me siguiera de nuevo pero ¿qué posibilidades había de que lo leyera?

Mi móvil vibró mientras estaba guardando toda mi ropa en mi armario, que, por cierto, era más grande que mi habitación de Londres. Corrí hacia el otro lado de la habitación, donde se encontraba el escritorio en el que había dejado mi teléfono, esperando que fuera Michael. Pero sólo encontré un mensaje de Lorena:

'¡Steff! :) Supongo que ya habrás llegado a LA ¿qué tal por allí? Aquí Sam y yo ya te echamos de menos... :( Por cierto, le mandé un mensaje directo a Michael como me pediste, pero no ha habido respuesta, lo siento. Disfruta mucho del sol y de la playa y no te olvides de nosotras, te queremos.'

Michael no había contestado a Lorena, no sabía qué hacer. Pasé horas tumbada en la cama, con mi teléfono en la mano, deseando que de pronto apareciera una notificación en la pantalla que me diera alguna pista sobre Michael, pero lo único que pasó es que acabé quedándome dormida, a las once de la mañana.

Maldito jet lag.

So Close But So Far Away.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora