Carta a los Reyes Magos - Begoña Catalá

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Queridos Reyes Magos de Oriente:

Puede que penséis que ya no tengo edad de escribiros, pero tengo que poner mis esperanzas e ilusiones en alguien. Ya estoy cansada de escribir mis cartas anónimas, sin que lleguen a otro sitio que la papelera de mi escritorio. No tengo el valor de decirle a la cara lo que siento por él; por ello pensaba que, si le enviaba un anónimo, tal vez Marco empezará a fijarse en mí, de una manera distinta a cómo me ve hoy, "su amiga especial", su compañera de clase a la que pedir los apuntes cuando él falta porque se ha dormido; como si no supiera que es porque ha pasado la noche con otra de "sus amigas de un rato", como él las llama.

Las envidio, a todas y cada una de ellas. A veces me gustaría ser yo la que estuviera entre sus fuertes brazos, que me regalara a mí esa mirada oscura.

En ocasiones pienso que es mejor así, ya que yo disfruto de su risa, de su alegría, de sus ratos de enfado y odio, que tengo que decir que me encantan; ver cómo cree que tiene siempre la razón, aunque yo se la quite y él aún se enfade más.

Además, atesoro otros momentos que me llenan de ilusión, como la vez en que me vio llorando porque él había salido con Estefany, la persona más superficial de la universidad. Por supuesto no le comenté cuál era el motivo, solo le dije ‹‹Que me sentía la persona más horrenda del centro y no tenía ganas de hablar con nadie››. Pensé que se reiría de mí como lo hace siempre; en cambio me dijo ‹‹¿Cómo puedes ser tan tonta?››. Entonces me dio un beso en la mejilla que duró una eternidad. Se separó de mí para tomar mi cara entre sus manos y apoyó su frente sobre la mía y volvió a decir ‹‹Pero qué tonta eres››. Se levantó de mi lado, empezó a correr con dirección al gimnasio y sin mirarme me dijo ‹‹Issis, hazme un favor, mírate en un espejo. Tal vez veas lo mismo que yo cuando te miro››. Esta conversación la he analizado muchas veces y creo que piensa que no soy fea.

—Issis.

Noto cómo alguien se sienta a mi lado y empieza a leer la carta por encima de mi hombro. Rápidamente la doblo y la meto en la libreta de Física.

—¿Qué tal, Marco? —digo como si me molestara.

—¿Aún crees en los Reyes Magos?

Me quedo mirándolo con cara de póker.

—Déjame tu libreta de Biología —añade.

Se la doy, me levanto y me voy.

—Issis, espera. ¿Irás a la discoteca Honey en Nochevieja?

—No creo. —Entonces recuerdo mi carta—. Sí, Marco. Esta vez sí pienso ir.

‹‹Aunque sea para verte de nuevo con Estefany››.

‹‹Aunque sea para verte de nuevo con Estefany››

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