Llegué del trabajo agotada. Una punzada aguda martilleaba en mis sienes poniéndome más rabiosa de lo que estaba. El aire navideño se respiraba en todas partes y yo odiaba la maldita Navidad. En realidad, no había cosa que no odiara en este mundo. ¿Cuándo dejé de ser esa muchacha dicharachera para convertirme en eso?
Anduve como zombi por mi casa, quitándome cada prenda húmeda gracias a la nieve que estaba cayendo y quedándome solo en bragas y sujetador. Me metí en la cama deseando poder tomar una larga y reparadora siesta.
La duermevela me sumió en la semiinconsciencia. Me dejé llevar por el agotamiento, cerré los ojos y se acabó. La realidad se extinguió y el sueño me venció por completo, haciéndome sonreír, algo atípico en mí.
Abrí los ojos, cuando mi alarma sonó despertándome. Mi visión estaba borrosa. No sabía cuánto había dormido, pero seguía igual de agotada, física y mentalmente. Me removí entre las mantas, gimiendo de placer ante la calidez que me envolvía. La alarma se apagó y quise dormir otros cinco minutitos más.
—¿Es que piensas quedarte holgazaneando toda la tarde?
Abrí los ojos de golpe al escuchar esa voz desconocida en mi habitación. No me quería ni mover, ni mucho menos dar indicios de que estaba viva. Quien quiera que fuera tendría que ser un ladrón o, mucho peor, un asesino, ya que nadie tenía la llave de mi casa, excepto mi madre. Y a menos de que le hubiera cambiado la voz o hubiera decidido cambiarse de sexo, no era ella ni de coña.
—Deja de hacerte la dormida. Sé que estás despierta. No seas tan floja y levanta el culo, tengo algo que enseñarte.
Con cuidado me destapé la cabeza, haciendo que mis ojos captaran justo frente a mi cama a un muchacho de no más de treinta años, vestido con un abrigo negro. Era jodidamente atractivo, por no decir que estaba como esos modelos de ropa interior, pero tapado hasta el cuello. Él sonrió coqueto ante mi escrutinio.
—¿Quién demonios eres y cómo has entrado en mi casa?
—A partir de ahora tú te vas a callar y yo seré el que hable, ¿vale?
Reí irónica y, con una mala leche impresionante, salí de la cama dispuesta a romperle la cara de un bofetón. Pero no llegué ni a rozarle, ya que mi cuerpo traspasó el suyo como si se tratara de una brisa con olor a bosque. Parpadeé descompuesta y sentí cada vello de mi cuerpo erizarse.
—¡Ay Dios! Estoy llena de cachitos de fantasma por todos lados... —Me giré con miedo, escuchando cómo reía a carcajadas hasta tal punto de que se tuvo que doblar en dos.
Estaba loca, no había duda. Alguien me había envenenado con alguna de esas drogas que estaban tan de moda y estaba teniendo alucinaciones. Sí, eso... no era más que producto de mi imaginación.
—Gloria, tranquila. No voy a hacerte daño, solo quiero que veas una cosa.
—No eres más que una fantasía... no existes. Debo volver a la cama. Seguramente este sea un maldito sueño y...
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Antología "Luces de Navidad"
RomantikCon mucha anticipación, nos preparamos para las llegadas de las fiestas de fin de año, y con ello la convocatoria de nuestra segunda antología "Luces de Navidad". Convocatoria cerrada. Gracias por su participación.